“Estamos orgullosos que las piezas vuelvan a su lugar de origen, porque son parte de nuestra cultura”
En diciembre de 2020 el Centro Nacional de Restauración y Conservación inició el proceso de embalar 19 piezas desde el Museo de Historia Natural de Santiago, y quefueron entregadas ayer en el Centro Cultural.
En los rostros de los integrantes de la comunidad yagán de Puerto Williams era notoria la emoción en los mayores, mientras que la curiosidad era patente en los más jóvenes y niños, aquellos que conocieron de esas piezas a través de relatos. Así fue como 19 objetos creados por yaganes, regresarán a su lugar de origen, debido a la tercera restitución de estos objetos, que se encontraban en el Museo de Historia Natural, en Santiago, y que ahora podrán ser exhibidos en el Museo Antropológico Martín Gusinde, de Puerto Williams.
Nueve arpones completos de hueso de ballena, llamados Aoea, una trampa de lazos hechas con barba de ballena, una honda, un corral de caracolas, un collar de hueso de ave, dos cestos, un contenedor cilíndrico de cuero de lobo marino, una cuna de cuero y madera, un carcaj de cuero y una capa de piel de guanaco, fueron entregadas en una ceremonia realizada ayer, en el Centro Cultural, y que fue encabezada por la ministra de las Culturas, Consuelo Valdés, quien estuvo acompañada de la delegada presidencial Jenniffer Rojas y la seremi de las Culturas, Katherine Ibacache.
Las gestiones para estas restituciones se iniciaron en 2010, por iniciativa del director del Museo Martín Gusinde, Alberto Serrano Fillol, lo que comenzó a concretarse ocho años después, tras una carta enviada por la comunidad yagán de Bahía Mejillones al Servicio Nacional del Patrimonio Cultural, en la que se solicitó que los objetos de la Colección Gusinde pudieran ser exhibidos.
La encargada de colecciones del Museo Martín Gusinde, Karina Rodríguez, explicó que “estamos trabajando con el equipo para dejar estas piezas en exhibición permanente, con todas las medidas adecuadas y necesarias para que estos objetos tengan una buena conservación, y lo más importante, es que van a estar con sus familiares, que es algo muy importante para nosotros, porque estos objetos estaban en Santiago. Con esto, ya son treinta los objetos que han sido restituidos, aunque el Museo Martín Gusinde tiene más de 100, pero lo que se está pidiendo desde la comunidad yagán es que todas las piezas sean devueltas a su territorio original. Estamos trabajando para que los objetos vuelvan a sus familias, porque muchos estaban olvidados en depósitos. Lo importante es que tenemos una comunidad viva, que conoce y sabe valorar estos objetos y que necesitan también, para que en el presente y futuro puedan entregar toda esta información y conocimiento a los yaganes que vienen”.
Un reencuentro con sus raíces
La artesana Julia González Calderón fue una de las integrantes de la comunidad yagán que volvió a apreciar estas piezas. “Me gusta, y es bueno que estas cosas, que son historias de tanto tiempo, que no estaban allá, ahora sí; es bueno para nosotros y los niños. Me gusta transmitir toda la cultura yagán, los juncos, tejidos, navegación, medicina”, destacó. Una de las piezas que más le llamó la atención fue la manta de piel de guanaco, porque “me acuerdo que mi papá hacía; esos cueros grandes, hace tiempo que ya no se hacen, pero se sigue enseñando el tejido, mi papá y mamá me enseñaban con qué cosían, con qué amarraban, y hasta los días de hoy lo seguimos haciendo, para que no se pierda. A los niños les gusta, incluyendo la lengua, que la seguimos. Mi madre, Ursula Calderón me enseñó y dejó hartos materiales. Esa capa que estaba ahí, cosida en cuadros chiquititos, me hizo acordar de un cuento que nos contaba mi mami, que era un murciélago que se quemó y lo parcharon. Esos eran los cuentos que les relataba a los niños en el jardín Ukika en Williams; con los cuentos nos enseñaban”, describió.
A su vez, Claudia González Vidal destacó que “estamos orgullosos que las piezas vuelvan a su lugar de origen, porque son parte de nuestra cultura. Era algo lindo, nos hizo pensar en nuestros antiguos que hicieron esos trabajos, en esos años que no había herramientas y son obras preciosas, que son un orgullo para que nuestros hijos conozcan esta cultura”. Ello fue ratificado por el joven Diego González: “Lo primero que sentí al verlas fue fascinación y orgullo, porque ver de qué estaba hecha la punta de la flecha me recordó una bella imagen de mi difunto abuelo, Martín González; es realmente maravilloso saber que él mantuvo esa tradición durante tantos años”, finalizó.