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La casa de los mayores debe ser inclusiva

Por Ramón Lobos Vásquez Miércoles 25 de Agosto del 2021

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Hace algunos días leíamos que dos personas en situación de discapacidad no podían seguir en un centro privado de Larga Estadía, ya que estaba dedicado a adultos mayores.

En ese sentido se define a las personas en situación de discapacidad como “personas que en sus condiciones física, intelectual, sensorial u otras que al interactuar con diversas barreras contextuales, actitudinales y ambientales presentan restricciones en su participación plena y activa en la sociedad” y por ende su inclusión busca esencialmente su participación en la sociedad en la que viven. 

Los centros de larga estadía han sido descritos como respuestas sociales a las necesidades de los adultos mayores, para seguir siendo parte de la misma sociedad en que se desarrollaron a otras edades. Una característica esencial y que se ha buscado específicamente en su implementación es definirlas como la “casa de los mayores”, su lugar de desarrollo y protección para seguir siendo activos en su comunidad. Pero como toda casa debe estar abierta para otros también.

Los mayores deben y necesitan interactuar con otras edades. Segregarlos y aislarlos no ha sido nunca bueno y menos debe seguir manteniéndose ese concepto en ningún dispositivo que acoja a mayores. 

Para quienes operan estos dispositivos sociales la situación como modelo a implementar busca la uniformidad, un mismo tipo de usuarios, con las mismas necesidades que son más fáciles de resolver porque se implementan o proponen pocos modelos de intervención, los que terminan siendo siempre más baratos de implementar. Por eso las instituciones buscan agrupar todos esos servicios en unos pocos prestadores, concentrar la oferta. Eso finalmente no responde a las necesidades territoriales o comunitarias, sólo facilita el trabajo para quien fiscaliza o monitorea el trabajo de otros. 

Por eso modelos de intervención en centros que tengan muchos tipos de usuarios, en sus requerimientos y necesidades terminan siendo más caros. Por ejemplo planificar un solo menú de alimentación es siempre más barato que proporcionar 4 o más minutas distintas. De allí que estos centros de larga estadía tienden a homogenizar las ofertas y actuaciones.  

Pero un centro que no asegura diversidad y capacidad para hacerse cargo de ella, se rigidiza y deja de ser efectivo para quienes deben trabajar y son su razón de existir. Fundamentalmente porque los mayores no son una población uniforme y única. Por eso en el trabajo con mayores es más importante tener carteras de prestaciones que se van adaptando a las necesidades de los mayores. Los programas estatales justamente se caracterizan por la rigidez en sus prestaciones.  

Lo que uno escucha justamente como queja de los usuarios es que la respuesta de los programas es: no califica. Y no hay más. Es por ello que la desazón y la  falta de otras alternativas donde recurrir se transforman en la sensación más compleja de cambiar, para seguir confiando en el Estado y sus instituciones. 

A Chile el envejecimiento poblacional lo pilló “en pampa”, no hubo tiempo para adaptarse y modificar programas. Para más, el mundo político y la política ha entendido a los mayores como una población cautiva y cercana por el clientelismo o las ayudas de campaña. Entenderlo así ha sido el gran error.  

Los mayores son una población muy variable en el tiempo, frente a eventos de salud principalmente. El estado de salud física, funcional o mental va variando por diversos factores o eventos. Por lo cual, especialmente en aquellos considerados frágiles, eventos sucesivos o frecuentes en salud estructuran deterioros que muchas veces se hacen complejos de atender en sus casas por sus familias. Esto ocurre porque las ofertas que permiten atender y cuidar a los mayores en su domicilio son muy difíciles de proveer o entregar por los sistemas sociales o de salud locales. 

Por eso muchas familias ni siquiera golpean las puertas del Estado, sino que buscan a través de la vía judicial resolver más rápido la inacción o falta de respuestas. Una manera que ya se está haciendo más habitual, que iniciar trámites en los servicios sociales del Estado para resolverlo. 

Por eso los servicios sociales tienen y deben tener una mirada y coordinación regional o territorial para dar cuenta organizadamente de mejores y más respuestas sociales para todos. 

En el caso inicial en comento, funcionalmente esos adultos se comportan como mayores. Por ello, compartir espacios con mayores no es un acto sólo de humanidad, sino de abrir espacios. Además en Magallanes las ofertas públicas o privadas para personas con dependencia son muy escasas, incluso para mayores. La dependencia, el deterioro físico o requerimientos de cuidados siempre genera una fragilidad y finalmente una problemática social. Justamente el foco de estos centros.  

No son iguales, pero tienen las mismas necesidades. ¿Cuál es el problema? Hay que buscar alternativas que den cuenta de las necesidades territoriales sin importar las rigideces de los protocolos, que sólo terminan beneficiando al burócrata que los aplica y que le permite justificar su inacción. Esos funcionarios son justamente los que no califican para una nueva forma de ver el trabajo del Estado para con los ciudadanos.  

Es un servicio no un fin en sí. No trabajan con personas, trabajan para las personas. Hay mucho por avanzar en la acción del Estado.