Mujeres en el fundamento de la Iglesia: Fidelia Villarroel
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ay personas que sin hacer mayor ruido dejan una huella profunda de su paso en esta tierra, y con su estilo de vida y sus acciones marcan la vida de muchas personas y de comunidades enteras. Una de esas personas es Fidelia Villarroel Ojeda, quien falleció el jueves pasado a la edad de 105 años.
Seguramente muchos lectores se preguntarán quién es Fidelia Villarroel, pero los antiguos pobladores del Barrio 18 de Septiembre, y los que pertenecen a la comunidad parroquial de Nuestra Señora de Fátima la conocen muy bien, valoran y agradecen la huella que ha dejado con el testimonio de su vida. Fidelia o “la abuelita Fidelia” es del grupo de mujeres fundadoras de la Parroquia Nuestra Señora de Fátima, las cuales a comienzos de la década de 1960 iniciaron la vida de la Iglesia en la naciente población 18 de Septiembre.
Para muchos de los habitantes actuales de nuestra población y quienes pasan por sus calles ahora llenas de autos, ciertamente es difícil imaginar lo que era la vida en los primeros años del actual Barrio 18 de Septiembre en los cerros que, en esos años, eran la orilla de la ciudad de Punta Arenas. Se trataba de hijuelas municipales en las que se entregaron sitios para que se instalaran los pobladores e hicieran sus modestas viviendas; no había ninguna forma de urbanización fuera del trazado de las calles, cada familia iba a buscar el agua en los pilones que estaban en algunas esquinas, se cocinaba y se calefaccionaban las casas a leña y carbón, la red de luz eléctrica se extendía lentamente encendiendo ampolletas en las viviendas.
En esos inicios de la población, Fidelia junto un grupo de mujeres, entre las que se cuentan Adelina Ruiz, Leonila Muñoz y Elfega Triviño (la única sobreviviente de ese grupo), acompañadas por el sacerdote Ladislao Misa, que era el párroco de San Miguel, en 1961, formaron el Centro de Mujeres Católicas “Nuestra Señora de Fátima”, poniendo los fundamentos de lo que sería la comunidad parroquial que ha acompañado toda la vida de nuestro Barrio. Eran mujeres audaces y comprometidas con su fe cristiana y con sus vecinos. Tenían clara conciencia de las necesidades de las familias que llegaban y, particularmente, de su necesidad del alimento espiritual de la Palabra de Dios y de la vida de la comunidad eclesial.
Así, Fidelia y sus compañeras emprendieron la tarea de dar vida a la comunidad parroquial y levantar el templo, salas y casa parroquial para su funcionamiento. Fidelia y sus compañeras fueron visitando y reuniendo a los católicos de la naciente población, atendiendo miles de necesidades con activa solidaridad, reuniendo dinero y materiales para la construcción, comprometiendo la colaboración de los varones -muchos de ellos carpinteros y trabajadores de la construcción- para la obra. De esta manera, el 21 de julio de 1963, se pudo inaugurar el templo parroquial y sus dependencias que han sido un centro de irradiación de vida cristiana para toda la población. Es conmovedor leer el cuaderno de actas de ese grupo fundacional, el cual se conserva en la Parroquia, con la intensa tarea de formación espiritual y de solidaridad que desarrollaban.
Fidelia llegó a Punta Arenas a mediados de la década de 1940, desde Chiloé, habiendo nacido cerca de Ancud. Acá formó su hogar junto a su esposo, José Amador Sánchez, y su única hija, Nieves; luego, la familia siguió creciendo con tres nietos y siete bisnietos.
Los que conocieron de cerca a Fidelia la recuerdan como una mujer humilde, de mucha fortaleza y solidaria, de intensa vida espiritual y lectora habitual de la Biblia, vecina atenta a las necesidades de los demás, y siempre animando a enfrentar los problemas y salir adelante. En los últimos años, en ocasiones especiales la llevaban en su silla de ruedas a la Eucaristía parroquial, y cada año, para la fiesta de Jesús Nazareno, desde la ventana de su casa esperaba el paso de la imagen de su Señor a quien amó y sirvió, ayudando a que otros lo conocieran y lo siguieran.
Al despedir a Fidelia, lo hacemos acompañando a su familia, sus hijos, nietos y bisnietos, en la esperanza que brota del Señor Jesús Resucitado. La despedimos con gratitud, como un regalo a través del cual el Señor enriqueció la vida de muchas familias con el tesoro de la fe cristiana, enriqueció la vida de nuestra Iglesia y de nuestro Barrio 18 de Septiembre con el testimonio de la belleza de una vida según el Evangelio.