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Powell “Yo lo conocí”

Por Abraham Santibáñez Sábado 23 de Octubre del 2021

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e he tomado la libertad de pedirle ayuda al legendario e inimitable Tito Mundt para el título de este comentario. Lo usaba con propiedad. Había conocido a cientos de personajes en su carrera. Su característica era la veloz e implacable manera de pulsar el teclado cuando escribía. Ningún computador habría sobrevivido a su entusiasmo frenético ante el teclado de la máquina de escribir.

Sin pretender robarle su marca registrada a Tito Mundt, mi personaje de hoy es el general norteamericano Colin Powell que acaba de fallecer. Yo lo conocí en Santiago en una recepción en la embajada de Estados Unidos. Le habían informado que, en 1988, dos periodistas y un dirigente político habíamos sido detenidos en el anexo Capuchinos por orden la justicia militar.

A este general de cuatro estrellas que era, además, juez militar, le llamó la atención que Alejandro Guillier, Genaro Arriagada y yo hubiéramos sido procesados en tribunales militares por “sedición impropia”. En todos los idiomas es un delito que sólo puede cometer un militar. Era tan insólito, que a Powell le interesó saber detalles de nuestra experiencia en las fiscalías militares y el paso por Capuchinos.

Al ver en estos días su biografía he terminado de comprender su interés por una situación que debió parecerle inexplicable. En todos los recuentos se lo muestra como un militar atípico, que combinó el humanismo con el esfuerzo personal por superar su origen como afroamericano nacido en Harlem. Empezó sus estudios en una escuela pública y se graduó en Geología en el City College de Nueva York. En esos años participó el Cuerpo de Capacitación de Oficiales de Reserva (ROTC) siendo designado comandante del equipo de instrucción lo que fue en definitiva el comienzo de su carrera militar.

“Powell, sintetizó The New York Times, fue un pionero, sirviendo como el primer asesor de seguridad nacional negro del país, presidente del Estado Mayor Conjunto y secretario de Estado. A partir de sus 35 años en el Ejército, Powell fue emblemático de la capacidad de las minorías para utilizar al Ejército como una escalera de oportunidades”.

Su imagen, sin embargo, como reconoció el mismo, quedó marcada para siempre por su presentación como secretario de Estado de Estados Unidos ante el Consejo de Seguridad de la Onu. En la ocasión, el 5 de febrero de 2003, en respaldo de un pensamiento obsesivo del Presidente George Bush, afirmó que los arsenales químicos y biológicos de Saddam Hussein eran un peligro para el mundo. Fue el punto de partida de una guerra desastrosa y sin justificación.

Más tarde llegó a la conclusión de que debía hacer un mea culpa. Admitió públicamente que dicha presentación estuvo plagada de inexactitudes y de datos de inteligencia alterados. Reconoció que era “una mancha” que “siempre será parte de mi historial”.

Desde 2008 dio su respaldo a los candidatos demócratas a la presidencia: dos veces a Barack Obama, y luego a Hillary Clinton y a Joe Biden.

Con muchos aciertos y algunos errores garrafales, la imagen de Powell se consagró para siempre como un demócrata sin claudicaciones.

Lo dijo en un categórico mensaje: “Lo importante es que Estados Unidos trabajará con cualquier país del hemisferio o del mundo como socio pleno si ese país tiene elecciones libres y plenas, y donde la voluntad del pueblo se vea expresada por los líderes políticos del país”.

Es el recuerdo personal que  me dejó.