Baltasar, el filósofo ateo
Guillermo Tobar Loyola
Académico del Instituto de Filosofía
Universidad San Sebastián Sede de la Patagonia
¿Cómo salvar la Navidad en medio de tanta confusión y dolor que nos deja la pandemia? Da la impresión de que sólo el espíritu navideño es lo único capaz de salvarnos de una “no Navidad”. El espíritu es aquello que anima y da vida a las personas, por eso la experiencia que vivimos con los demás es valiosa. Un café, un viaje o una caminata en silencio con la persona que queremos convierte todo aquello que tocamos en algo valioso que permanece como un recuerdo inestimable en el tiempo. Así, la esencia de la Navidad parece no estar en los regalos, aunque son del todo significativos; tampoco está en los muchos abrazos que prodigamos en esta época, aunque son muy necesarios. La Navidad parece ser igualmente una experiencia de vida.
El cristianismo desde hace más de dos mil años pone el acento en una estrella luminosa que rasgó el cielo para anunciar el nacimiento de un niño. Este acontecimiento es sin duda un hito en la historia humana que marcó un antes y un después; un evento que a partir del año cero jamás dejó indiferente a nadie. A partir de entonces creyentes y no creyentes tienen algo que decir del espíritu de la Navidad.
Es el caso de Jean Paul Sartre, filósofo francés y padre del existencialismo ateo. En 1940 fue tomado prisionero y enviado a un campo de concentración nazi cerca de Tréveris. Durante la Navidad de aquel frío año algunos prisioneros, entre los que se hallaban sacerdotes católicos, pidieron la autorización para celebrar la Navidad cantando unos villancicos. Contra todo pronóstico fue concedida dicha autorización. El filósofo francés entusiasmado con la idea fue más allá y propuso componer una obra de teatro que llamó “Barioná”. La representaron en uno de los barracones de la prisión y ninguno quedó indiferente. Por sorprendente que parezca, Sartre siendo ateo y habiendo afirmado que “el infierno son los otros”, logró escribir uno de los relatos más espirituales acerca de la Navidad. De hecho, durante la representación Sartre interpretó al Rey Mago Baltasar, personaje que encarna y representa la esperanza. Tal vez el filósofo, junto a los otros prisioneros, sumido en la desolación y la incertidumbre, vio en la Navidad la oportunidad para vencer el sinsentido que conlleva una guerra y la desesperanza que un campo de concentración impone. No cabe duda de que fue el momento para favorecer la esperanza frente a la desesperanza y abrazar la paz en lugar de una abrumadora incertidumbre.
En plena Segunda Guerra Mundial, internados en un campo de concentración nazi, escuchando a ratos el estruendo de las bombas y caminando a cada momento por la delgada línea entre la vida y la muerte, decidieron celebrar la Navidad, no como las anteriores, sino salvando el espíritu con el que se vivió la primera de todas. Guerra o pandemia, tristeza o enfermedad, alegría o júbilo ¡qué más da!, todo momento parece preciso para vivirla. La Navidad no lo es porque lo dice el calendario, sino porque un día una estrella anunció un evento único en el que la paz y el amor harían posible cambiar el corazón humano. Todos podemos celebrar la Navidad, pero para vivir su espíritu hace falta elegirlo, hace falta vestirse de Baltasar.