Necrológicas

– Clemente Andrade Aros
– Mario Oyarzún Mancilla
– Edith Serón Contreras
– María Elisia Alvarado Soto

“Con esta obra me interesaba reivindicar la vida de jóvenes miristas que fueron truncadas”

Domingo 26 de Diciembre del 2021

Compartir esta noticia
500
Visitas

Fue coincidencia. Era una actividad programada desde hace semanas que el libro de dos tomos “El Mir de Miguel”, escrito por el periodista Ignacio Vidaurrázaga Manríquez, fuera presentado en el Espacio Cultural La Idea, donde está la sede distrital del diputado por Magallanes y Presidente electo, Gabriel Boric.

Con el auspicio de librería Que Leo, La Idea y el Programa de Apoyo a Organizaciones Culturales Colaboradoras del Ministerio de la Cultura, las Artes y el Patrimonio, se concretó la sexta presentación de esta obra dividida en dos tomos que repasa el desarrollo del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (Mir), desde la década de los años ‘60. Antes ya ocurrió en dos eventos en la librería Ulises en Santiago; más los encuentros realizados en Talca, Chillán y Concepción.

“Fue muy significativo, lanzar estos libros en Punta Arenas. Porque además de conocer y reencontrarnos con significativas amistades, estuvimos cruzados del triunfo encabezado por Gabriel Boric, en la que todavía es su sede distrital: el centro comunitario La Idea”, reflexiona Ignacio Vidaurrázaga, también académico y magister en Literatura con mención hispanoamericana y chilena.

El profesional de estatura baja, con mil historias forjadas en sus 66 años de vida, quien hace dos años dictó un taller de cronistas en nuestra ciudad con el auspicio del Colegio de Periodistas, admite que disfruta llegar a Punta Arenas para sentir el viento magallánico y el frío.

Vidaurrázaga, quien militó durante 14 años en el Mir, entre 1972 y 1986 tras su desaparición, viviendo en la clandestinidad hasta ser preso político entre los años 1984 y 1990, dedicó los últimos ocho años a investigar y entrevistar a casi 140 personas que estuvieron ligadas directa o indirectamente a la organización política que lideró el médico penquista Miguel Enríquez, quien fue asesinado en octubre de 1974 tras el golpe militar de 1973.

“Reivindicar la vida”

Al ser consultado Ignacio Vidaurrázaga si al plantearse este trabajo lo hace con la idea de reivindicar la historia del Movimiento de Izquierda Revolucionaria donde él también militó, explica que tras publicar su primer libro “Martes 11” en octubre de 2013 bajo Editorial Lom, pensó seguir con la secuencia de las vivencias de quienes mantuvieron la resistencia durante la dictadura, pero rápidamente reparó que no tenía cabal conocimiento del lugar u organización donde había militado. Le surgieron miles de preguntas con respuestas que desconocía. 

“Había sido parte de una organización que era secreta, que era clandestina, que era compartimentada y yo intuía que tenía secretos, cosas no contadas”, dice.

“Parecía que la historia del Mir y de Miguel Enríquez estaba muy contada desde los mitos. Y que había una suerte de verdades congeladas y ante esas verdades únicas no se podía hacer nada. Eran una suerte de verdades oficiales. En vez de avanzar en resistencia en dictadura, tenía que salir a buscar sujetos significativos. No podía contar a mis compañeros detenidos desaparecidos sin primero entenderlos desde el proyecto, desde la vida”, agrega. 

Vidaurrázaga explica que le parecía que la lógica de asumir la victimización tenía la trampa de quedarse con el trágico destino de la ejecución y de ser detenidos desaparecidos, pero no se sabía qué habían sido antes. “Yo tenía la certeza, por el conocimiento inmediato, que esos muchachos y esas muchachas de 17, 18, 19, 20 ó 25 años eran militantes, estudiantes, trabajadores, mapuches, pobladores y que habían sido parte de un proyecto. A mí me interesaba por tanto contar ese proyecto”.

El cronista recalca: “A mí me interesaba reivindicar la vida, la vida de esos jóvenes que había sido truncada, martirizada, de manera tan cruel y tan temprano. Hay que entender que es toda una juventud que muere de 18, 20, 22 años y muere de una manera brutal. Ni siquiera está el derecho a la sepultura”.

Luego enfatiza que le importaba más reivindicar primero la historia de personas, completar a las personas; le interesaba reivindicarlas a través de los testimonios de otras personas vivas que las conocieron.

Así también le interesa que las nuevas generaciones conozcan de esos jóvenes de ayer y ese diálogo generacional también lo ha visto en los lanzamientos del libro.

“Me interesa ese diálogo generacional y además lo he visto ocurrir en los lanzamientos y eso me parece muy significativo desde el punto de vista de quien escribe. O sea que te lean generaciones distintas. Obviamente entre los miristas antiguos, los miristas abuelos y los jóvenes que buscan hoy respuestas, conocer esas experiencias, hay un quiebre muy grande porque llegó un momento en que contar esto era peligroso. Nadie llegaba y te decía yo estuve en el Mir e hice esto o lo otro. Nadie te lo contaba así porque son generaciones que quedaron truncas. Hay una brecha de silencio, de miedo, de temor que todavía existe”, recalca. 

Pero en sus encuentros con los entrevistados también contó con la complicidad de Inés Enríquez, hermana de Miguel, pero también con el apoyo de Ana Pizarro, hermana de Alejandra y cuñada del líder del Mir, quien vive con Javiera, la hija mayor de Miguel Enríquez. “Ella me comparte al Miguel que conoció, pero también me comparte cartas de Miguel, quien las escribe cuando es buscado en la clandestinidad entre 1969 y 1970, la clandestinidad blanda que yo llamo”, señala entre los testimonios que serán parte de los otros dos tomos que están en fase de preparación.

Escuchar a los lectores

Respecto a si este libro “El Mir de Miguel”, crónicas de memoria, viene a ser un aporte en estos tiempos y de qué forma, el periodista Vidaurrázaga responde basándose en la experiencia que ha recogido en las presentaciones de su obra.

“Me ha dado la oportunidad de escuchar preguntas, de escuchar intervenciones y eso ha sucedido en los últimos 17 días previo a la elección del domingo 19. De verdad es sorprendente como un libro de memoria logra relacionarse o logra ser relacionado con el tiempo presente. Eso llama mucho la atención. Llama mucho la atención que en la primera presentación en la librería Ulises (Santiago), el escritor Juan Pablo Sutherland, desde su condición de escritor gay dialogue con ese pasado de hace 50 o más años. Es muy interesante como en Chillán un candidato a doctor en historia, Diego Venegas, de menos de 35 años, relacione aspectos históricos del Mir a las elecciones del domingo 19. En Concepción, el doctor Juan Carlos Santa Cruz, se plantea el tema de si cuan vigente está el sistema de partidos políticos, con una dirección fuerte, con liderazgos como los de Miguel Enríquez”.

Reflexiona que en los distintos encuentros ha visto como la memoria se descongela y se relaciona muy estrechamente con el presente. Un ejemplo es uno de los capítulos que aborda la lucha de los mapuches por recuperación de tierras, un tema tan vigente hoy como el de las personas sin casas.

“Pareciera que en Chile hay temas perdurables en el tiempo que más allá de coyunturas y situaciones históricas están ahí. Y a la vez en todos estos encuentros emergen con mucha fuerza los nuevos temas”, destaca. 

Y luego afirma: “Cuando escribes un libro y tú haces una investigación periodística, no tienes ninguna forma de suponer o de prefigurar cuál será la recepción. Qué sucede al momento que te están leyendo o te han leído en un contexto totalmente diferente. No hay ninguna posibilidad de adivinar eso. Eso tiene que ocurrir porque cuando el libro ya está publicado ya no te pertenece. Es algo que pertenece a cada uno de los, las o les lectores que estarán dialogando desde sus experiencias con ese libro”.

Ignacio Vidaurrázaga se apura en que ahora escuchará las críticas o aportes, pero después vendrán otros dos tomos con el devenir del Mir en 1973 y testimonios de familiares de miristas. Después, se abocará a escribir su próxima obra: “La bitácora antártica”, que destacará la presencia de su fallecido padre como arquitecto en la construcción de una de las primeras bases antárticas chilenas en la década de los ‘50 y el viaje que Ignacio realizó al continente blanco hace algunos años.