La fotografía como herramienta tecnológica para la investigación aplicada de la biodiversidad
Por Dr. (c) Claudio Moraga Bustamante, investigador Centro Regional Fundación Cequa
Estuvimos recientemente en el Parque Francisco Coloane. Mientras tomaba una foto con el celular, un colega anotaba detalles del muestreo de microbioma de diferentes especies y variables ambientales del proyecto de Fundación Cequa. Mi fotografía humilde, sin embargo, no sólo guardaba la información de la especie colectada (ej., un pingüino de Magallanes), sino que además colectaba inmediatamente la información del momento y la posición de la fotografía con coordenadas. Y ¿para qué sirve esto? Bueno, a la rápida, el lector puede ver en un mapa (ej., en Google Fotos, en detalles se puede abrir un mapa) el lugar exacto de la fotografía en el momento del muestreo. Y se puede ver todo el recorrido del muestreo, foto tras foto.
Esto es sólo un ejemplo del desarrollo tecnológico que nos ha permitido una masificación de la captura de imágenes como nunca había sucedido (ej., en ciencia ciudadana), y extraer información que hubiera necesitado tecnologías específicas y muchos más recursos (Berger-Tal y Lahoz-Monfort 2018).
Estas y otras implementaciones tecnológicas ya han empezado a hacerse rutina en actividades de terreno de Cequa.
Las imágenes asociadas a una localización son una herramienta potente en las manos capacitadas. Particularmente interesante es obtener imágenes aéreas y terrestres, a distancia, y automáticamente; para, por ejemplo, detectar biodiversidad, evaluar sus comportamientos, el uso de hábitats, ecosistemas, o regiones enteras.
El uso de drones, pequeños a medianos cuadricópteros (helicópteros de cuatro hélices) y otros vehículos aéreos no tripulados a control remoto con cámaras son capaces de llegar a cualquier parte y obtener imágenes de diferentes áreas o hábitats, capturar imágenes de animales y otras en gran detalle.
La ventaja de poder volar y obtener imágenes de alta calidad, junto a un sistema de posicionamiento autónomo le ha llevado a ser utilizado en diferentes estudios de especies marinas y terrestres (Raoult et al. 2020).
La información generada sirve para -como le dijeron a un colega- que “pueda hacer esos mapitas de colores”. Y contestar las preguntas típicas de la ecología de fauna silvestre, ¿dónde están? o ¿cuántos hay?
Pero… y si se nos ocurriera saber: ¿qué pasa en un nido de pingüino? Quizás necesitaríamos una cámara fija, pero que se active sola. Esto es lo que hacen las trampas cámara con la posibilidad de capturar automáticamente imágenes de fauna silvestre y su entorno. Estas logran información sobre la vida privada de los animales en especial aquellos muy escurridizos o huidizos, muy crípticos (buenos para camuflarse y pasar desapercibidos) o aquellos en áreas que son de difícil acceso. Por ejemplo, Cequa con trampas cámara ha obtenido información en isla Contramaestre por largos periodos, para entender la dinámica de las especies como el pingüino de Magallanes y como varía la vegetación a través de temporadas.
Si bien el uso de nuevas tecnologías siempre ha sido llamativo, es en su análisis y procesamiento, luego del encandilamiento o enamoramiento con las nuevas habilidades, que se comienzan a cosechar los frutos de su incorporación. Esto requiere profesionales y estudiantes capacitados para el uso de las tecnologías y su análisis, que logren “estrujar” la nueva información disponible con los recursos que contamos. Aunque aún estamos diagramando capacitaciones internas en Cequa, pienso “en borrador”, que sería ideal que estas mismas capacidades llegaran al lector interesado, prosiguiendo con la tradición de las actividades educativas de Fundación Cequa. Más aún al alero del Proyecto Microbioma que ha permitido la incorporación de tecnologías que nos llevan a la frontera del conocimiento.