Una barrera infranqueable en el camino constitucional
Cada día las cosas parecen complicarse más en los trabajos y decisiones que va tomando la Convención Constitucional en la elaboración del proyecto de nueva Constitución, el cual deberá ser sometido a un plebiscito para su aprobación.
La amplia mayoría que aprobó la elaboración de una nueva Constitución lo hizo con la convicción de que en nuestro país era necesario realizar cambios que nos permitieran vivir en una sociedad que asegurase los derechos de todos a una vida más justa y digna, una sociedad más equitativa que dignificase a todas las personas.
Hace unos días, el 15 de marzo, la Convención Constitucional aprobó una norma que establece que el Estado debe asegurar a todas las mujeres las condiciones para una interrupción voluntaria del embarazo; es decir, se trata de una norma que introduce el aborto como un derecho constitucional, sin restricciones de condiciones o plazos, o de cualquier otro tipo.
Con esta decisión que han tomado los convencionales, ponen, una barrera que puede ser infranqueable para su aprobación por parte de muchas personas de diversas opciones ideológicas y diversas creencias religiosas, que consideran el valor de la vida humana como el valor supremo que debe ser cautelado por cualquier norma constitucional o legal.
Sin duda, en todo lo que se refiere al aborto están involucrados muchos y muy diversos problemas sociales, médicos, filosóficos, jurídicos, etc., además de las complejas situaciones personales a las que se enfrenta cada mujer ante la eventualidad de un aborto. Supera los límites de este comentario referirnos a cada uno de esos puntos, pero hay un hecho que es indiscutible gracias a los avances de la ciencia biológica, y es que desde la concepción estamos ante una criatura que pertenece a la especie humana y que es una vida humana distinta de la madre, de manera que lo que ha ocurrido en la vida de cada uno de nosotros no es otra cosa que el crecimiento y desarrollo de la célula inicial que se produjo cuando fuimos concebidos.
La decisión de la Convención Constitucional confirma el derecho de cada mujer para tomar la decisión de abortar sin otra condición que su propia decisión de hacerlo, poniendo así de manifiesto que para la Convención no existe esa otra vida humana que está en gestación, y que es distinta de la madre. Se trata de una vida humana frágil, que no tiene voz ni puede defenderse, la cual no es tomada en cuenta como una vida que hay que cuidar y proteger. Habría que preguntar a los convencionales acerca de cuáles son los derechos del niño que está por nacer, pero como su existencia no está tomada en cuenta, no han considerado que sea un sujeto de derechos.
El tema del aborto no se trata, en primer lugar, de un asunto de creencias religiosas -como algunos han pretendido que sea considerado-, sino de la afirmación del derecho a la vida como el valor fundamental del ser humano, el cual debe ser cautelado y protegido por cualquier norma constitucional. Sin embargo, los convencionales han elegido el camino de considerar sólo el derecho de la mujer que desea abortar, sin considerar para nada la existencia de ese otro ser humano que está en gestación, negándole todo derecho a la vida.
En este tema, me parece, que tampoco se trata de progresismo o conservadurismo, sino de la afirmación del derecho a la vida como el valor y derecho fundamental del ser humano, a cuyo servicio deben estar todas las normas legales. Sin embargo, muchos convencionales enarbolan una bandera de progresismo para establecer el derecho al aborto libre, sin darse cuenta que se trata de la retrógrada afirmación de que existen seres humanos descartables. Suponer o afirmar que existen seres humanos descartables es una de las prácticas propias de las dictaduras de todos los tiempos y colores; han sido considerados seres humanos descartables por motivos raciales, como en el caso de los nazis contra los judíos, o puede ser por motivos ideológicos, como lo vivimos en Chile en los tiempos de la dictadura militar.
Aún se está a tiempo de enmendar los rumbos delineados por los convencionales, y es de esperar que ellos puedan darse cuenta que con esta decisión están levantando una barrera infranqueable para muchas personas, que puede impedirnos llegar a tener una Constitución que una a todos los chilenos en un país que sea mejor, más digno y equitativo para todos.