Cómo viven el conflicto los científicos ucranianos que están en la Antártica
La invasión rusa los encontró al fin del mundo, haciendo sus labores de investigación. Aquí,
los profesionales detallan la impotencia y el miedo que han sentido las últimas semanas.
Se dedican a las mediciones, a la observación, al análisis. Se esmeran por hacer su trabajo “lo mejor posible”, como una “contribución” a su país. Son los científicos ucranianos de la base Vernadsky, en la Antártica, desde donde sufren la guerra con impotencia.
“Al principio pasamos varias noches sin dormir. Todo el tiempo intentábamos saber cuál era la situación en nuestras respectivas ciudades. Ahora revisamos las noticias al despertarnos y antes de ir a dormir, en cada momento libre”, describió a la AFP Anastasiia Chyhareva, una meteoróloga de 26 años, en un mensaje escrito y grabado en video.
La base Vernadsky se encuentra en isla Galíndez, a 1.200 km de distancia de la ciudad argentina de Ushuaia (Tierra del Fuego) y a más de 15.000 km de Ucrania. La estación cuenta con un equipo de entre 11 y 13 personas.
En el lugar, poblado de pingüinos y ballenas, se levantan bajo la bandera azul y amarilla de Ucrania media docena de edificios bajos en medio de un paisaje majestuoso de nieve, océano y rocas, con un clima cambiante y traicionero y temperaturas que oscilan entre 1 y -3 grados Celsius en otoño y pueden bajar hasta -20° en invierno.
El trabajo consiste en la observación meteorológica, geofísica, geológica y biológica. A veces las tormentas de nieve obligan a los jóvenes científicos a recluirse durante varios días en su base. La guerra, lejana geográficamente, está siempre presente en sus pensamientos.
“Otro planeta”
Para el geofísico y analista de datos Oleskandr Koslokov la primera impresión fue “como si todo eso ocurriese en otro planeta, y no en nuestro mundo”.
“Esa sensación se generaba por mi ausencia de Ucrania. (…) Pero la voz de mi esposa cuando por WhatsApp me habló de las primeras explosiones en Járkov, me colocó en el centro del lugar en tan sólo un minuto”, evocó.
“Entonces, empecé a orientar a mi familia sobre cómo actuar. No tuve tiempo de reflexionar. Tenía que ayudarlos a sobrevivir y escapar de mi ciudad, a tan solo 40 kilómetros de la frontera rusa, antes de que se convirtiese en un infierno impredecible”, añadió Koslokov, cuyos familiares hallaron finalmente refugio en Alemania.
El biólogo Artem Dzhulai, de 34 años, oriundo de Kiev pero con familia en otras partes de Ucrania y en Crimea, también dijo estar en alerta. “Me informo de la situación en Ucrania todos los días a través de internet. Pero es duro estar tan lejos y no poder ayudar”, se lamentó.
Chyhareva explicó que se levanta a las 2 de la mañana (7 en Ucrania) “para saber cómo pasaron la noche. No puedo empezar el día si no me mandan un mensaje diciendo que todo está bien”, señaló. Sus padres y abuelos han tenido que dormir muchas noches en un refugio.
La bióloga marina Oksana Savenko resumió los sentimientos del grupo. “En la base oscilamos entre la tristeza, debido a la angustia por la suerte de nuestros familiares y amigos, y el ánimo fuerte por el orgullo que sentimos por nuestro Ejército y nuestra gente que luchan valientemente por el derecho a vivir en un país libre”.
La ciencia como aporte
Este equipo se irá de la Antártica en pocos días, luego de haber permanecido en la base durante un año. Su relevo ya se encuentra en el proceso de transición.
En estas semanas, se han esforzado por ayudar con donaciones, colecta de firmas o cursos en línea para distraer a los niños ucranianos. Pero consideran que su principal aporte consiste en cumplir con su misión científica.
“Hacemos nuestro trabajo lo mejor posible. Es nuestra contribución en esta guerra, porque los que están combatiendo no tienen tiempo para esto”, afirmó Chyhareva. Dzhulai llama la atención sobre “la indiferencia de los países democráticos” cuando Crimea fue anexada a Rusia en 2014. “Probablemente pensaron que no se verían afectados. Y Europa todavía no sufre directamente pero todo puede cambiar si el mal no es detenido y castigado”, advirtió.
Savenko, originaria de Kiev, dijo que su familia se siente feliz de saber que ella está “lejos y a salvo a pesar de que no me han visto durante un año entero”.
No sabe cuándo podrán reencontrarse. Con las muestras que ha tomado en la Antártica, Savenko planea trabajar en los próximos meses en Estados Unidos.
Chyhareva desea regresar a Ucrania cuanto antes, pero no tiene planes y le gustaría trabajar en Europa unos meses como científica. “No me imagino como refugiada”, dijo.
Koloskov sabe que no podrá regresar a Járkov. “Mi universidad y el instituto en el que trabajaba fueron destruidos”, afirmó. Irá a reencontrarse con su familia en Alemania y luego intentará continuar con su trabajo científico en Europa o en Estados Unidos. “El tiempo dirá”, concluyó.
Emol