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Olga María Gallardo Huichapay

Cierra un ciclo de 40 años en la Junji desde su ingreso al jardín Caperucita Roja

Martes 26 de Abril del 2022

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  • Cumplió varias etapas en la educación parvularia y por eso fue distinguida por su trayectoria, en la ceremonia de celebración de los 52 años de la Junta Nacional de Jardines Infantiles.

Esta semana, la Junta Nacional de Jardines Infantiles realizó la celebración de sus 52 años, que venía postergada desde la pandemia y que le impidió el festejo de su medio siglo de trabajo. Ahora que toda la vida está más normalizada, no quisieron dejar pasar la oportunidad de distinguir, en especial, a quienes han contribuido a la educación de la primera infancia. Hubo dos actos de premiación en el Centro Interactivo de Juegos y Movimiento, Cijum, una para reconocer los años de servicio de las y otra, para despedir a quienes se han jubilado.

Cuarenta años cumplió en la institución Olga María Gallardo Huichapay, que este 2022 vive su último año de trabajo en la Junji, que está disfrutando a full. En la ceremonia destacó el homenaje que le brindaron sus compañeros de trabajo, que formaron su nombre con pancartas que extendieron mientras ella recibía su diploma.

Nacida el 28 de octubre de 1957 en Punta Arenas, vivió en la población Juan Williams y cumplió su enseñanza básica en la Escuela 28 y de quinto básico en adelante, estuvo en el Liceo de Niñas Sara Braun. Y aunque partió estudiando Enfermería, en 1978 ingresó a Educación Parvularia.

“Yo estudié en la Universidad Católica en Concepción, porque en ese tiempo no estaba la carrera acá, y nuestra malla curricular apuntaba a desarrollar un currículum personalizado, cognitivo, con protagonismo en el niño y que tiene que ser lo más importante para una. También había un fuerte énfasis en la parte psicológica y filosófica, hoy en día, las mallas son distintas y en función de los tiempos que se viven, pero el protagonismo de los niños tiene que estar siempre presente”, enfatizó.

Eligió Concepción porque ahí también estudiaban otras dos hermanas, mientras que una tercera, estaba en Temuco, y posteriormente, otro hermano las acompañó. Todos ligados a carreras humanistas. De su madre, María Olga, aprendió el servicio a los demás, pues se desempeñó como manipuladora de alimentos, mientras que su padre, Nibaldo, fue funcionario de Enap.

Tras finalizar sus estudios, regresó a Punta Arenas, por la amplia oferta laboral que había, ya que “llegué el 2 de mayo de 1982 y 15 días después comencé a trabajar en el jardín Caperucita Roja, en la población Pingüino. Ahora es un edificio nuevo. Ahí estuve desde 1982 a 1985 y de ahí me trasladé al jardín Pulgarcito, que ahora se llama Continente Blanco, desde 1986 al 1988. En 1989 y 1990 trabajé en el jardín Copito de Nieve de Natales, por un desafío personal, porque era educadora en sala y era un bonito desafío aplicar los conocimientos en otro lugar. Hicimos un buen trabajo y además, allá conocí a mi marido, Sergio Jerez y regresamos en 1990. El trabaja como jefe de obra de una constructora”, recordó Olga Gallardo sobre su matrimonio que tiene dos hijos: Camilo, profesor de Historia, y Sergio, técnico en Turismo.

En 1991 y 1992 regresó al jardín Pulgarcito y en marzo de 1993 asumió como directora del jardín Peter Pan “y terminé mi parte de aula. Se fue dando, porque estuve diez años en aula, a cargo de diferentes grupos, desde salacuna a los niveles de transición. El jardín era grande y tuve un alto en 2006, cuando me invitaron a participar en la oficina regional como subdirectora de Gestión de Personas, y estuve dos años. Volví al Peter Pan y en 2011 postulé al cargo de fiscalizadora y así llegué a la oficina regional, actualmente soy asesora del equipo de calidad educativa. Fueron ciclos de diez años, aunque el de directora fueron casi veinte”.

Lo que más disfrutó de su trabajo en aula fue de la energía que le brindaron las niñas y niños, que calificó de “mágico”, por la vida que transmiten. Y si bien el trabajo administrativo es distinto, se mantiene conectada con todos los establecimientos, por su función de asesora. “Mi función es apoyar a los equipos pedagógicos en su tarea educativa, en diferentes aspectos, pero también potenciando que desarrollen sus habilidades, para que la educación que entreguen, sea de calidad”, definió Gallardo, quien durante su trayectoria, asistió a diversos seminarios y capacitaciones.

En estos cuarenta años ha visto muchos cambios en la educación parvularia, por ejemplo, “antes teníamos más autonomía para abordar las diferentes situaciones que se vivían en el interior de los jardines, había una capacidad de decisión un poco mayor. Pero igual, la dirección regional creció mucho y contamos con expertos en construcción, en clima laboral, en personal, en capacitación, en el área jurídica. Es un equipo bastante grande el que apoya la gestión de los jardines”. La misma evolución ha visto en los niños, “el de hoy tiene más pantallas y cosas que vienen dadas, antes se creaban juegos, material, todo se creaba”.

Ahora el trabajo es mayor en la Junji porque cuando partió, recuerda que “éramos tres jardines nomás, Caperucita Roja, Pulgarcito y Papá Noel, que estaba en el centro y que ya no existe. Después se fueron incorporando Bambi y Peter Pan, que fueron de convenio con la municipalidad y pasaron a ser Junji. Y así hasta llegar a los 13 de ahora, con el jardín Costanera”.

En el recuerdo quedará su esfuerzo para lograr el bienestar de los niños, “porque las condiciones de trabajo en el pasado eran muy distintas a las de ahora, en que hay una cantidad de personas que trabajan en sala. En mis tiempos era más relativo y la dotación era muy acotada. En niveles medios, por ejemplo, trabajé sola con 38 niños. Sacaba la cuenta que los primeros niños que tuve, que eran guagüitas, ya deben estar cerca de los cuarenta años”, calculó.

Su trabajo en la oficina regional de Junji la tuvo también muy activa visitando los jardines de la región, hasta Cabo de Hornos, en su rol de fiscalizadora. Y al pasar a su función de asesora, su trabajo consistió en acompañamiento para dar oportunidades de mejora a los establecimientos. “En general, nuestros jardines funcionan bastante bien, siempre tenían oportunidad de mejora, y a pesar de que muchos eran antiguos, cumplían con la normativa”, indicó.

Como todos, el 2020 cambió la oficina por la casa y la comunicación fue por pantalla, donde continuó con la entrega de asesoría y materiales a los equipos, “nunca estuvimos desconectadas. Fue un momento difícil, pero logramos sortearlo y de a poquitito hasta llegar a poder visitar los jardines sin problemas”.

En la ceremonia de aniversario de la Junji, tuvo muchas emociones, porque “es mi última celebración, en diciembre me acojo a retiro, y cumplí un ciclo. Mis compañeras han sido muy apañadoras y resaltando mi aporte a la educación parvularia, en que he hecho de todo un poco”.

Ahora, piensa descansar un tiempo, pero por su espíritu inquieto, tiene pensado formar un espacio de encuentro entre educadoras, para analizar temas, porque “quedarme en la casa viendo televisión todo el día, en ningún caso, no puedo estar sin hacer nada”, finalizó Olga Gallardo Huichapay.

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