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Goebbels por los palos

Por La Prensa Austral Domingo 8 de Mayo del 2022

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Arturo M. Castillo Cabezas

 

De todas las acciones políticas sin armas, no hay otra de mayor importancia, ni que pueda ser causa de tantos efectos, como la propaganda, en su más amplio sentido, es decir, no sólo la a veces burda que consiste en corear el nombre del candidato y una consigna, si no la que propaga efectivamente ideas, que van quedando en el consciente individual y mejor aún, forman un pseudo consciente colectivo. Plantar y regar ideas, abonarlas con verdades, verdades a medias, o derechamente mentiras, hasta consolidar una cosecha de largo plazo, rinde frutos a quien tenga las hortelanas destreza y paciencia. Si, además, el terreno es bien preparado con ignorancia y falta de capacidad crítica, el rendimiento está asegurado.

Lo que no he visto que casi nadie diga, es que la mayor obra de la dictadura, no fue ni su Constitución, ni la dudosa “modernización”, ni comprar el “Ladrillo” con que construyó el “modelo”. No: todo eso puede desbaratarse con más o menos facilidad; su mayor obra fue plantar exitosamente la idea del individualismo, el “ráscate con tus uñas” que los demás no son asunto tuyo, y sostener como única idea colectiva, eso de “la Patria”, que bien puede consistir en jurar lealtad a la dictadura en Chacarilla, o curarse en las ramadas para Fiestas Patrias, y todo lo que pueda caber entremedio.

Ese par de ideas, echó raíces tan firmes que, en los treinta años posteriores a la dictadura, permanecen casi inalteradas. El colectivo hoy se puede llamar “ciudadanía”, “electorado” u otras cosas, pero salvo unos pocos desubicados, nadie dice “pueblo”, porque la palabrita como que produce urticaria, o accesos de tos, en cambio la elusiva “patria” nos sigue cobijando a todos.

El problema que le veo al asunto -y entiendo que otros no lo vean- es que el discurso individualista, plantado con tanta eficacia como las ideas que en su momento difundió Goebbels, y a veces con los mismos recursos -dinero, medios de comunicación, y palos- ha generado daños y defectos, que, al estar tan bien sembrados, hasta son mostrados como virtudes por algunos. Ideas como la meritocracia, que hará que la señora que por cuarta generación llega a las 5 de la mañana a montar su puesto en La Vega, pronto le competirá a Elon Musk, y que si sigue pobre es por floja, son el mantra de muchos, incluyendo a sus compañeros de trabajo en La Vega.

Así las cosas, tenemos un país, tenemos un territorio, tenemos un mercado ¿será eso “la patria”? Algo desde mi vieja formación judeocristiana, me dice que no, que me engañaron, o aprendí correctamente, que sin la gente, sin el pueblo, entendido como quienes viven un país, pero sobre todo, lo sueñan, no hay nada por lo que valga la pena dar la vida. Reconozco que no iría a la guerra, por un mall, ni una isapre, ni una AFP, y como me enseñaron que el otro no es mi prójimo, ni es asunto mío, tampoco iría por él.

Entiendo que muchos no quieran entender, que el sistema del egoísmo, es la causa profunda de los males que nos aquejan: hicimos pebre la educación pública, porque era más importante crear buenos negocios, y queremos que tres generaciones mal educadas, se comporten como seminaristas (bueno, ya sé, ser seminarista no es un gran ejemplo). A esos, que hasta les quitamos el adiestramiento que significaba enseñarles a respetar al patroncito, aunque le pague sueldos de hambre, les decimos que no tienen que ganarse la vida asaltando o vendiendo droga, aunque sea mucho más lucrativo… esos que también aprendieron después de 15 años en el Sename, que nosotros no somos su prójimo. ¿Cómo vamos a serlo, si tampoco lo somos de los que con más elegancia y buenos estudios y bellas misas, nos asaltan coludiéndose para asaltarnos en el precio de los remedios, el peso de los pollos engordados con agua salada, y hasta en el papel higiénico?

La cultura del egoísmo, es -por ejemplo- a la que recurren las AFPs en su campaña millonaria para convencerlo de que la plata que manejan ellos, sigue siendo de usted. Le contaré algo personal: Hice los tres retiros, y pasé ese dinero a la cuenta dos de la AFP; cuando comenzó el conflicto de Ucrania, pensé que las acciones se iban a ir al carajo, y saqué esos fondos de la cuenta dos y los puse en mi banco, donde han permanecido sin pérdidas, mientras las que maneja mi AFP han sufrido pérdidas tremendas. ¿De cuál de los dos fondos, diría usted que realmente soy dueño? En fin, habrá quienes prefieren hundirse con la bandera del autoengaño, al tope.

¿Por qué escribo estas disquisiciones hoy? Porque el actual Presidente de la República, anda por acá, y como es magallánico, capaz que lea este diario, y este artículo, así es que con esa esperanza digo que nuestro país seguirá punteando en los rankings de infelicidad, de consumo de alcohol y drogas juveniles, de asaltos, de depresión y estrés, de ineficiencia laboral, de mala calidad de servicios y de un largo “cuantuay”, en tanto no hagamos la gran campaña del altruismo.

No quiero y no voy a entrar en el lugar común de la empatía, que los matinales de TV redujeron a una tontera. No, se trata de volver a reconocer al otro, aunque no me ponga en sus zapatos, ni él en los míos. Se trata de la gran campaña que diga que este país somos todos, pero no de los dientes pa’fuera.

Se trata de volver a ser un país de gente amable, es decir, gente que se puede, en mayor o menor grado, amar. Ninguna política pública será verdaderamente efectiva, si no es parte de un sueño común, de un destino que tenga mínimos comunes que se multipliquen. El Estado ha gastado millones en campañas por el Sida, por la declaración de impuestos, por tantas cosas… es momento de que gaste dinero y esfuerzo, en devolverle o construirle el alma a todos quienes vamos a invertir lo más valioso que tenemos, es decir, nuestra vida, aquí.

No habrá Constitución ni ley que nos sirva, si no volvemos a abrirle la puerta a quien va a entrar o salir, si en lugar del bocinazo, damos la pasada, si quien atiende, no asume que está para ayudar, y no para poner problemas, en fin… tantos “si no”.

Ya sé, para algunos sonará a ingenuidad, pero es sólo el ejercicio inverso, de 50 años de sembrar y regar el egoísmo. Si cómo el Presidente suele citar, no se pueden lograr resultados distintos, haciendo lo mismo de siempre ¿Qué tal si probamos la propaganda de volver a querernos?

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