Covid, Simce e inclusión
- Basado en ciertas lógicas de control y categorización, este instrumento no impulsa el sentido ético que debe regir el sistema escolar y discrimina fuertemente a aquella parte del estudiantado que requiere de políticas de inclusión.
Existen diferentes elementos que permiten señalar que la pandemia tuvo un fuerte impacto sobre el aprendizaje de nuestros niños, niñas y adolescentes, principalmente de aquellas familias de estratos socioeconómicos más bajos, que asisten a los colegios y liceos del sistema municipal.
Y cuando las comunidades educativas comienzan a reencontrarse con las clases y actividades presenciales, recrudeció el debate sobre la aplicación de las denominadas pruebas Simce, establecidas para poder medir y evaluar, principalmente, aquellos indicadores de cobertura curricular.
El nuevo ministro de Educación comunicó y defendió la solicitud elevada al Consejo Nacional de Educación para suspender este año la aplicación de dicho instrumento. Entre sus fundamentos, está el no agregar un elemento más de presión a las comunidades que ya están altamente desafiadas con el retorno a la presencialidad y todas las problemáticas surgidas a raíz de tanto tiempo con clases virtuales.
En su reemplazo, el gobierno ha propuesto realizar una prueba nacional y muestral que recoja información acerca del bienestar socioemocional de los estudiantes y del efecto de la pandemia sobre los aprendizajes.
La prueba Simce y sus efectos han sido ampliamente debatidos, en tanto estigmatizan a establecimientos, condicionan el financiamiento, estresan a profesores y estudiantes y fuerzan a los colegios a volcarse a “entrenar” a los niños y jóvenes para que puedan hacer frente a estos test, más que a interiorizar contenidos diversos y aprender habilidades para enfrentar la vida.
Basado en ciertas lógicas de control y categorización, este instrumento no impulsa el sentido ético que debe regir el sistema escolar y discrimina fuertemente a aquella parte del estudiantado que requiere de políticas de inclusión.
El académico de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales de la Universidad Andrés Bello, René Valdés, ha hecho ver que instalar y desarrollar procesos inclusivos en las escuelas es un proceso lento, multidimensional, en ocasiones disperso, no lineal, que afecta diversos niveles, procesos y actores. Todo esto demanda tiempo, flexibilidad y apertura a las diferencias y el Simce, en tal sentido se transforma -a su juicio- en una presencia agotadora.