“Tómala, métete, remata…” (el Mundial del ’62) 1ª parte
El pasado jueves 16 de junio, se cumplieron 60 años del triunfo de la Selección Chilena sobre su similar de Yugoeslavia, victoria que los llevó al Tercer Lugar del Campeonato Mundial de Fútbol – Copa del Mundo Jules Rimet 1962, disputado en nuestro país. Como señalara el comentarista Eduardo Bonvallet, los chilenos tenemos muy pocas cosas que mostrar en nuestra historia deportiva (y coincidimos en ello).
No somos entendidos en la materia, por lo cual ni siquiera intentaremos una revisión de nuestros hitos (positivos) y/o sus representantes, pues podemos caer en omisiones imperdonables producto del desconocimiento y de nuestras preferencias personales. No obstante lo anterior, y como simples observadores, nos jugamos el pellejo por ese Mundial (“El Mundial del 62”) en tanto señalar que – en nuestra opinión- es la mayor hazaña deportiva nacional, que ha trascendido el plano meramente competitivo para transformarse en un suceso histórico, social y político.
Hasta ese momento, la historia oficial de los mundiales consignaba que el primero de éstos se disputó en Uruguay y que los locales se llevaron el título. La Italia de Mussolini organizó la justa para ganarla en 1934, y su selección lo logró en una gesta vergonzosa bajo la amenaza de poner en riesgo la vida, y ello lo entendieron no sólo los jugadores de esa selección, al parecer, también quedó claro para los otros países y los árbitros.
En 1938, los italianos ganan nuevamente el título y lo hacen con méritos deportivos, esta vez el mensaje “Duce” también fue preciso: “vencer o morir”. La competencia se disputó en Francia con la Guerra Civil Española como oscuro telón de fondo, siendo además, el único mundial que contó con la participación de Cuba.
Los mundiales se venían disputando cada cuatro años, sin embargo, la Segunda Guerra Mundial significaría la suspensión de los encuentros de 1942 y 1946, que se retomarían en 1950 en Brasil. Los cariocas construyeron especialmente el estadio Maracaná (por mucho tiempo el más grande del mundo) para celebrar su triunfo. Aquello no pudo ser, pues el modesto team uruguayo les arrebató la corona, en la que -hasta la fecha- se recuerda como la peor tragedia del fútbol brasileño (el “Maracanazo”).
En 1954 la competencia volvió a Europa, a Suiza, en ese entonces el único país de ese continente con la infraestructura necesaria para el torneo; el primer lugar se lo llevó Alemania Federal, la joven república surgida en 1949, luego de la Segunda Guerra Mundial y en los inicios de la Guerra Fría.
A Suecia le correspondería la organización en 1958; Brasil se llevaría la corona en esa justa que debutó el juvenil Pelé (Edson Arantes do Nascimento).
En resumen: de 1930 a 1958, seis mundiales con dos bi-campeones; Italia y Uruguay, dos selecciones con un campeonato cada una (Alemania y Brasil) y dos mundiales suspendidos (1942 y 1946).
En ese estado de cosas y aprovechando un congreso mundial de la FIFA a propósito de los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952 (donde el glorioso Naval de Talcahuano representó a Chile en fútbol) a Ernesto Alvear, presidente del Club Magallanes se le ocurrió llevar el Mundial a Chile (esto lo cuenta el dirigente Carlos Dittborn). La idea de Alvear tuvo como sustento la disposición de la FIFA aprobada en ese encuentro, en cuanto a que los mundiales se jugarían alternadamente entre Europa y América. El campeonato de 1958 ya estaba definido para Suecia, por lo tanto, el próximo le correspondería a América y si un país pequeño como Finlandia pudo organizar los juegos Olímpicos, Alvear no veía impedimento que Chile se hiciera cargo de un Mundial de Fútbol.
Continuará…