El arte de la dramaturgia en Magallanes
Víctor Hernández
Sociedad de
Escritores
de Magallanes
Parte V
A contar de 1974 se fue normalizando lentamente la actividad teatral en la región. Las artes escénicas contribuyeron en gran medida, a sostener el buen nivel cultural que se le atribuía a Magallanes desde la implementación de dos leyes excepcionales como fueron, la Nº12.008 o de Puerto Libre y la Nº 16.813 que creó la Corporación de Magallanes (Cormag) instancias legales que permitieron, junto al desarrollo económico y productivo que se observó al menos, durante dos décadas en la región, un crecimiento en infraestructura para la práctica de las distintas artes y la adquisición de bienes culturales para la población.
Todo aquello se produjo en momentos en que el mundo, nuestro país y Magallanes en particular, experimentaban grandes transformaciones socioculturales. Por de pronto, sólo en Punta Arenas, la llegada de la televisión a los hogares australes pareció modificar una serie de hábitos en la conducta de nuestros vecinos. En una publicación del diario La Prensa Austral de 23 de febrero de 1970, el periodista José Miguel Mella escribió un artículo en que se refiere a la “incipiente crisis de butacas” que ya afectaba a la realidad cinematográfica de los cuatro cines de Punta Arenas: Municipal, Palace, Cervantes y Politeama. En su planteamiento, Mella explicaba que la llegada de la televisión, el crecimiento de la ciudad y la deficiente calidad de la movilización colectiva en horario nocturno, atentaban contra una mayor asistencia de público a las salas de cine.
No cabe duda que estas innovaciones y cambios tecnológicos, unido a restricciones como el toque de queda, el Estado de Sitio y otras disposiciones emitidas por el régimen de facto como la censura previa y la dictación sucesiva de bandos, decretos y leyes, influyeron de forma dramática en el quehacer cultural, luego del golpe de estado del 11 de septiembre de 1973. Por ejemplo, en la VI Escuela de Temporada de la Universidad Técnica del Estado, (Ute) el escritor Enrique Campos Menéndez, principal asesor cultural de la junta militar, decidió que el tradicional evento que habitualmente se realizaba en vacaciones de invierno ahora se efectuara en los meses de octubre y noviembre de 1974, -fecha que coincidía con el paso de Hernando de Magallanes por el estrecho que lleva su nombre y apellido-, y se dictaran cursos que promovieran una identidad nacional, entre ellos, talleres de cueca y guitarra, otro sobre aprovechamiento de recursos naturales y charlas sobre técnicas de expresión oral y escrita.
Curiosamente, las nuevas autoridades tuvieron “mayor tolerancia” con el género dramatúrgico y las representaciones teatrales. Lo podemos constatar con la exhibición de algunas obras en aquel período. El 20 de julio de 1974, debutaba en Tierra del Fuego el grupo de teatro infantil de Cullen con el estreno de la farsa de Isidora Aguirre, “Anacleto avaro”, mientras que, dos semanas más tarde, el 5 de agosto, la compañía de teatro “Augusto Salazar” de Concepción presentaba en el auditórium de la Ute la obra de Francisco Coloane “La Tierra del Fuego se apaga”.
En la mencionada VI Escuela de Temporada de la Ute, el grupo Fartum organizó un ciclo cultural con diversas representaciones de ballet, folclore y teatro. El director del cuadro, Nelson Angelo, dictó los cursos “La voz como instrumento del actor” y “El actor y la expresión corporal”. En ese marco de actividades, la Ute coordinó en diciembre de 1974 un festival de teatro infantil con la participación de las escuelas Nº 2 y 3 de Punta Arenas, la Escuela Hogar Nº28 de Agua Fresca, el taller de teatro infantil de Cullen y el Colegio Británico, grupo que finalmente resultó vencedor con una readaptación de “La pérgola de las flores”. Acto seguido, Fartum se consolidaba ante el respetable con el estreno el 8 de abril de 1975, de la obra del dramaturgo italiano Ugo Betti, “Delito en la isla de las cabras”.
Aparece Tespis
El rápido incremento de las tecnologías de la época aplicadas a la televisión lo podemos constatar en varios programas producidos completamente en Punta Arenas, entre estos, el informe del tiempo, programas de concursos sobre conocimientos y espectáculos musicales misceláneos, todos con impronta magallánica. El viento, grabado en modernas cintas de audio, la guitarra junto al bombo patagónico, el ñandú de la estepa, las canoas y arpones se convierten en íconos que comienzan a incorporarse en las escenografías televisivas. Al mismo tiempo, la nueva publicidad demanda la filmación de los primeros spots. Pioneros en este sentido, fueron los comerciales de una tienda de moda juvenil y un aviso grabado por el ballet Kupén para un supermercado de Punta Arenas. El grupo electrónico Los Sharks, destacaba en la grabación de cortinas musicales y pegajosos jingles, mientras que, el profesor normalista Caupolicán Sanhueza se trasformaba en la principal voz de Televisión Nacional y su Canal 6 en Punta Arenas.
La masificación de la cultura generada por la industria audiovisual generó la creación de audiencias que se acostumbraron a recibir productos envasados desde el extranjero en el novedoso formato de la televisión; seriales como Bonanza, La hechizada, Columbo, Las calles de San Francisco; telenovelas, como Muchacha italiana viene a casarse, se combinaban con programas musicales nacionales y regionales, los cuales se emitían cada cierto tiempo por la señal austral.
A modo de ejemplo, tenemos el 7º Festival Folclórico de la Patagonia celebrado entre el 14 y el 17 de agosto de 1975, cuya noche final marcada por el triunfo del conjunto local Patagonia 4 con la canción “Cuatrero”, fue transmitida en directo en un esfuerzo humano que demandó la presencia de técnicos llegados desde Santiago para cubrir el evento. El material registrado esa última noche fue editado y convertido en varios programas especiales que Televisión Nacional retransmitió para todo el país.
Todas estas posibilidades fueron estudiadas por el grupo Tespis (nombre que aludía al creador de la tragedia como forma dramática) posiblemente antes de su debut oficial en Punta Arenas, en el Centro Austral, un recinto ubicado en calle Chiloé Nº861, el 10 de agosto de 1974. En su primer mes de actividad, el grupo artístico dirigido por Pedro Novakovic completó siete funciones teatrales para niños con las obras “La nuez de miel” y “Sueño en el bosque”. El cuadro se preparaba para representar antes de fin de año “La farsa del cornudo apaleado”, y “El entremés del mancebo que casó con mujer brava” ambas de Alejandro Casona.
Tespis editó una producción documental de cuatro cápsulas de veinte minutos de duración cada una, sobre historia regional que fueron incorporadas al nuevo programa de televisión denominado “Sábados magallánicos”, exhibido en Canal 6 en el verano de 1975. Además de ser una producción netamente regional, tuvo el mérito de congregar a solistas y cuadros artísticos tan diversos como, el grupo Yamán, Los Encajes Blancos, la orquesta típica del tango bar del Club Regionalista junto al canto del maestro Alejandro Munizaga; el ballet de danzas de Mariné Yubero, y la voz inconfundible de Pepino Felitelli. El programa que se emitió hasta fines de agosto de ese año, incluyó un concurso especial llamado “Busca voces” tendiente a encontrar la nueva voz de la música magallánica, honor que recayó en la señorita Guillermina Maya.
Un poco antes, el 19 de abril de 1975, Tespis inauguraba su propia sala de espectáculos en pasaje Bories Nº709, con la puesta en escena de la obra del director argentino Ricardo Talesnik “La Fiaca”, con las interpretaciones de Rolando Mansilla, Zaidée Rodríguez, Humberto Bórquez, María Magdalena Illanes, Carlos Díaz y Renato Arce. Circunscrita al moderno concepto europeo de teatro de bolsillo, el nuevo espacio multiuso contaba con cuarenta y ocho butacas. Pedro Navakovic, director del Tespis, aprovechó de comentar para la ocasión, que se encontraba terminando de escribir tres obras que catalogaba de “experimentales”: “Calafate” en que abordaba el tema étnico; “Johnny”, adaptación de un cuento de Julio Cortázar y “Ser o ser” en que trataba la temática de la incomunicación entre personas de distintas generaciones.
Otro aspecto en que destacó el Tespis fue su propuesta para hacer teatro de títeres. El 15 de agosto de 1975 estrenaron la pieza “El cocodrilo verde” con un reparto que incluía a Janet Cárcamo, Edgardo Pulgar, Angélica Uyevic, Rolando Mansilla y Mónica Briones. Los pequeños que asistían a las funciones del pequeño teatro del pasaje Bories, parecían encantados con el muñeco “Pecosín”, el hada “Cascabel” y el duende “Melodía”.
Es interesante constatar la heterogeneidad de la programación cultural de aquél entonces. Mientras la Ute ofrecía en 1975 una nueva versión de su Escuela de Temporada en que el grupo Fartum aprovechaba de montar la obra “Dulce Hogar” de Oscar Vargas del Carpio, los talleres gráficos Hersaprint imprimían la monografía histórica “Pedro Sarmiento de Gamboa colonizador del Estrecho”, de Jesús Veiga Alonso. En dependencias del Museo de la Patagonia se podía adquirir la reedición de la crónica autobiográfica de Juan Bautista Contardi “La pequeña babel magallánica, 1888-89” y desde el norte del país, se conocía la buena noticia que el escritor Carlos Vega Letelier había sido galardonado con el Premio Nacional Salvador Reyes, por su novela “Pasión y muerte del velero Cóndor”. Y aunque el ambiente teatral y cultural de Magallanes fue conmovido por la representación de la obra “Luka Milic médico cirujano” de Domingo Tessier, ello no fue obstáculo para que el elenco del Tespis debutara con la representación de dos laureadas obras: “La lección” de Eugene Ionesco y “Tres tristes tigres” de Alejandro Sieveking, preludio del festival de fin de año ofrecido en el aula magna de la Ute llamado “Circo Tespis”, con espectáculos circenses, show de títeres y canciones infantiles.
Como hemos señalado, la diversidad de actividades artísticas que contrastaba con un período repleto de restricciones civiles, continuaron en los años siguientes. En 1976 se produjo en pleno mes de enero, la actuación en el Teatro Municipal del grupo Los Jaivas. A esa histórica presentación se agregó la buena noticia que Patagonia 4 ganaba el festival de Cosquín en Argentina, superando a más de doscientos conjuntos folclóricos. En tanto, los días 6, 7 y 8 de febrero debutaba en el Centro Austral el formato de Café Concert con la actuación de los músicos argentinos Eduardo Norberto Culman y Diego Luco mientras que en el Gimnasio Cubierto actuaban los grupos América Sur, Patagonia 4 y el celebrado grupo trasandino Tucu Tucu. A mediados de abril, debutaba en el auditórium de la Ute el Taller Alturas, interpretando once temas del folclore latinoamericano. Era un primer apronte mientras continuaban los preparativos para la exhibición de una obra que marcaría a generaciones. El 19 de noviembre de 1976 en el Teatro Municipal, Alturas estrenaba el “Canto a Magallanes”.
Unos meses antes, el 5 de agosto de 1976, Tespis estrenó su particular montaje de “El cepillo de dientes”, de Jorge Díaz, una de las obras más importantes del teatro chileno. Con este trabajo se presentaron en Puerto Williams en septiembre de ese año y permanecieron en cartelera, durante buena parte de 1977, incluso haciendo un Café Concert con la obra, que incluía un nuevo diseño escenográfico a cargo de la artista María Angélica Miquel, una exposición de acuarelas del profesor Manuel Gamín, la instalación de una pequeña boutique y una muestra fotográfica del artista Vicente Caballero. A fines de ese año, Tespis se consagraba en el Encuentro zonal sur de dramaturgia, superando al grupo Goethe de Osorno, al Teatro 80 de Puerto Montt y al taller de teatro de la Universidad de Chile sede Temuco.
La reacción de los escritores
El retorno al austro de Domingo Tessier para presentar en octubre de 1975 la obra de su autoría, “Luka Milic médico cirujano”, supuso a nuestro entender, un punto de inflexión en los creadores regionales.
Poetas, narradores y dramaturgos vinculados al Taller Literario de la Ute y a establecimientos de educación media comprendieron que en Magallanes todavía se escribía de espaldas a la realidad. Los autores locales, sin dejar de reconocer las cualidades estéticas de sus trabajos, estaban centrados en resaltar los elementos que buscaba enfatizar el régimen político de turno: la imagen del pionero, el hombre y el paisaje magallánico, en definitiva, la supremacía de la cultura europea con su ideal de dominio, de conquista de un territorio para su explotación. A esta crítica se agregaba la carencia de un discurso político y social frente a una realidad incuestionable. Se convivía con una feroz dictadura y en Magallanes parecía que los artistas y los escritores eran condescendientes con el régimen de turno.
Los primeros síntomas de cambio en los contenidos, se observó en el invierno de 1976 con la inauguración del mural de versos de la Ute. Jóvenes poetas como Aristóteles España y Luis Alberto Barría, motivados por los textos mimeografiados que llegaban desde Castro y Ancud, lugares donde se habían constituido los influyentes grupos literarios “Aumen” y “Chaicura”, intervienen el espacio universitario con valientes textos de denuncia.
Aristóteles España publicó en septiembre de 1976 el poemario “Incendio en el silencio” que brinda los primeros indicios de una posible renovación en el discurso poético. A su vez, el narrador Eugenio Mimica Barassi editó en la primavera de 1977 el volumen de diez cuentos “Comarca Fueguina”, en que se percibe el manejo de modernas técnicas narrativas en el tratamiento de los relatos. 1977 vio el debut en el género teatral de Luis Alberto Barría, con la pieza en dos actos “El paraguas rosado”, una obra experimental estrenada en el Teatro Municipal. A este trabajo le sucedió “Las avecillas de verdad”, obra de teatro infantil presentada en 1978, que sigue la línea planteada por Aristóteles España con “Los vestigios”, pieza única en su género que aborda distintas problemáticas de adolescentes.
El Congreso de Escritores Jóvenes celebrado en Punta Arenas en julio de 1978 originó la fundación, un mes más tarde, del Centro de Escritores Jóvenes (Cej) donde los autores se abocaron definitivamente, en dotar a la literatura magallánica de nuevos contenidos.
El momento propicio para inaugurar esta propuesta creativa se dio en octubre de 1978. En la Ute se había constituido el taller teatral Lacolet conformado por actores y algunos dramaturgos, que representaban obras con motivos regionales. Eran artistas también, miembros activos del Cej.
En adhesión al centenario de la presencia yugoslava en el austro, llevaron al género dramático, el cuento “Una dama para Juan”, de Eugenio Mimica con un reparto integrado por Francisco Lillo (Juan Duvic), Edgardo Pulgar (Vicente Duvic), Luis Andrade (Manuel Díaz), Angélica Arizmendi (Zoila), Cristián Lillo (Ramoncito), Aldo Sobarzo (Don Aldo), Bernardita Dodman (Consuelo) y Eduardo Baldomero (Farolero). En la escenografía estuvieron, Leonardo Guzmán y Eduardo Borlando; en fotografía Sergio Prieto; Luis Galdames en iluminación; Consuelo Zec y Amelia Morales en maquillaje; Ricardo Albarrán en sonido; Isabel Lagos en vestuario; Marcos Bahamóndez en utilería; Eugenio Mimica fue director de escena; Luis Andrade, el productor y Paulino González, el director general (Finaliza el próximo domingo).