El arte de la dramaturgia en Magallanes
Víctor Hernández
Sociedad de Escritores de MagallanesParte VII y final
Hemos escrito en varias ocasiones que nuestro retorno al austro se materializó al despuntar el siglo XXI. Nuestra primera impresión de Punta Arenas no fue la mejor. Sentíamos nostalgia por la ciudad que dejamos en el verano de 1988, repleta de las expectativas de la gente, con un interesante movimiento cultural. En esos días, seguramente nadie se imaginaba que a través de un simple plebiscito, efectuado unos meses más tarde, buena parte del país decidiría volver a un sistema democrático de gobierno, superando el lastre de una dictadura cívico militar.
Por eso, nuestra sorpresa fue mayor cuando a nuestra vuelta a Magallanes percibimos que las actividades artísticas parecían escasear. Había un sopor, un desencantamiento con todo. Había transcurrido una década completa en democracia y la actitud de los gestores culturales era de un marcado inconformismo.
Nosotros nos deteníamos a menudo, para observar a dos actores que hacían de la calle su escenario natural. Habitualmente se concentraban en la intersección de plaza Muñoz Gamero frente al Club de la Unión. Desde allí improvisaban sus diálogos, que con cierta frecuencia incluía la participación de los escasos transeúntes que les prestaban atención. Eran irreverentes. Su propuesta teatral nos recordaba las intervenciones en la realidad que el dramaturgo magallánico Andrés Pérez solía realizar en el Paseo Ahumada en Santiago en 1981 u 82, con el llamado Teatro Urbano Callejero, preludio de los estudios y de las actuaciones que dicho creador realizaría en Francia en los años venideros.
Nos hicimos amigos de aquellos artistas, Mauricio Bahamondes y Mauricio Guichapani, amistad que perdura hasta el día de hoy. Supimos que a mediados de los años noventa, habían creado el grupo “El Chuzo” y que periódicamente buscaban contrastar la realidad que transmitían las autoridades y los medios de comunicación con su discurso irónico. Estaba claro que la influencia del Teatro Circo Itinerante creado por el mencionado Andrés Pérez a su vuelta de Francia, y cuyo ejemplo más notorio fue la puesta en escena a lo largo de todo Chile de la obra “La Negra Ester”, repercutía con nitidez en estos artistas regionales.
Una cuestión
de contenidos
La literatura magallánica experimentó grandes cambios formales y estructurales en las últimas décadas del siglo XX. Como vimos anteriormente, el género poético venía anunciando esas transformaciones desde la composición del Centro de Escritores Jóvenes a mediados de 1978. Posteriormente, libros de autores tan diferentes y de generaciones tan disímiles como “Mano fugaz” de María Cristina Ursic (1980); “Dawson”, de Aristóteles España (1985); “Espada y taberna”, de Oscar Barrientos (1988), incorporaron nuevas temáticas discursivas que, claramente, se oponían a las lecturas tradicionales que pregonaban escritores como José Grimaldi, María Elena Vukovic o Enrique Campos Menéndez.
Se proponía una poesía de verso libre alejada del formalismo que imponía el uso de la rima o de un tipo de composición poética. De repente, aparecieron algunos autores que escribían a modo de denuncia sobre temas políticos, sociales e históricos. En este sentido, uno de los nuevos tópicos fue recrear a través de la literatura la extinción del pueblo selknam en Tierra del Fuego. Si bien, Rolando Cárdenas escribió al menos tres poemas con el propósito de rescatar elementos de la cultura de este pueblo originario, “Kren” y “Selknam” en su libro “Poemas migratorios” (1974) y uno, “Hoy murió Angela Lois” para su poemario inédito “Vastos imperios” publicado con sus Obras Completas en 1994, no fue hasta la aparición de “La tierra sin fuegos”, (1986) de Juan Pablo Riveros cuando se incuba desde la ficción, la idea de un posible genocidio en donde agentes privados en colusión con el Estado chileno allanaron el camino para que se extinguiera este pueblo milenario.
La idea que el Estado tiene una responsabilidad histórica en las grandes tragedias humanas ocurridas en Magallanes, fue retomada por Pavel Oyarzún con su poemario “La cacería” (1989). Por primera vez se abordó desde la lírica, la problemática vinculada a las olvidadas huelgas patagónicas de 1918-1922, que dejaron en el austro alrededor de mil quinientos muertos.
La narrativa también aportó con lo suyo. Desde sus comienzos en octubre de 1989, la revista “Impactos” dedicó mensualmente, extensos artículos escritos por el periodista Carlos Vega Delgado a resaltar aspectos históricos y culturales de los pueblos originarios de la Patagonia y Tierra del Fuego. En el citado mensuario prestaron colaboración además, otros destacados académicos y escritores especialistas en temas indígenas, como Domingo Gutiérrez, Mario Echeverría Baleta, Oscar Aguilera, que validaban lo que se publicaba en “Impactos”, o bien, entregaban nuevos antecedentes que ampliaban el radio de la investigación periodística.
En agosto de 1996 Carlos Vega Delgado anunciaba la edición de su famoso libro “La masacre en la Federación Obrera de Magallanes”, que ampliaba el texto impreso el año anterior “Los horrorosos sucesos del 27 de julio de 1920”, un cuadernillo rubricado con la firma de Marcolín Piado, que narraba por boca de los propios obreros sobrevivientes, la tragedia humana y social acontecida en Punta Arenas, con la colusión de autoridades de la época, policías, instituciones civiles y militares. En esa misma época, la revista “Impactos” incluía entrevistas y opiniones de historiadores como Luis Vitale y Osvaldo Bayer, que ayudaban a contextualizar en una dimensión universal, lo acontecido en el austro.
Un papel crucial en esta difusión de nuevos contenidos le cupo a la imprenta y editorial Atelí. Fundada a fines de 1987 como reproductora de talonarios, boletas y facturas para empresas, pronto se convirtió en la principal impresora de libros para noveles escritores y prominentes autores regionales y nacionales. En menos de dos décadas, Atelí produjo alrededor de trescientos títulos, entre textos de ficción, históricos y políticos. El 23 de febrero de 2007 fue reconocida a nivel internacional por su aporte a la divulgación del patrimonio y la identidad magallánica.
La extensión del conocimiento y las nuevas propuestas estéticas, se manifestaron también, desde otros lenguajes escritos. El desarrollo de las historietas y del comic en Magallanes tuvo en la revista “La Peste” fundada en abril de 1987, y, a su director, Juan Carlos Muñoz Alegría, como principal agente discursivo y canalizador de artistas y creadores, en circunstancias en que aún, no existían fuentes de financiamiento estatal. Por este medio, se conocieron los trabajos de poetas como Oscar Pacheco, Hugo Vera Miranda; fotografías de Oscar Riquelme o textos de Alberto Coyopae.
En definitiva, a principios de la década del noventa del siglo pasado, que coincidió con el advenimiento de la democracia en nuestro país, se advertían cambios sustanciales en los contenidos de todos los géneros que hacían posible el lenguaje creativo y escrito. En contraste, aquí en Magallanes la dramaturgia parecía estancada, detenida en el recuerdo de un pasado ciertamente de gran esplendor, pero que languidecía en sus laureles.
Esta afirmación, pareciera comprobarlo el libro de Eugenio Mimica Barassi “Aporte a la bibliografía literaria de Magallanes 1908-2018”, quien en su análisis al capítulo de la dramaturgia, registra apenas la escritura de dos obras teatrales producidas en el decenio 1993-2003, “La tragedia de Olca o la matanza del Ona”, de Silvestre Fugellie, un breve texto de dieciocho páginas, impreso en Editorial Atelí de Punta Arenas en 1994 y “Una heredad pionera (1874-1998)”, libro de ciento cuarenta y seis páginas de Enrique Campos Menéndez, editado en Santiago por la imprenta Torreblanca en 2002, ambas obras publicadas precisamente, en el período signado entre la fundación del Fondart y la del Consejo Nacional de la Cultura y de las Artes.
Institucionalidad
y nuevos grupos
El 23 de agosto de 2003 a través de la ley Nº19.891 se creaba en Chile, mediante la fusión con la División de Extensión Cultural del Ministerio de Educación, el Departamento de Cultura del Ministerio Secretaría General de Gobierno y la Secretaría Ejecutiva del Comité Calificador de Donaciones Privadas, el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
Esta iniciativa jurídica permitió en primera instancia, reunir bajo la tutela del nuevo organismo, a los antiguos fondos de Desarrollo Cultural y las Artes, Fondart, y del Fomento del Libro y de la Lectura, creados en 1992 y 1993 respectivamente, los cuales dependían hasta ese momento, del Ministerio de Educación.
El objetivo de la iniciativa era incorporar al Estado en la participación, el fomento y la promoción de la creación artística y cultural. El nuevo organismo se estructuró con un directorio nacional y con respectivos consejos regionales en todo el país que administraban fondos públicos en áreas culturales como, Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes (Fondart), Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura, Fondo de Fomento de la Música Nacional, Fondo de Fomento Audiovisual y, un Fondo Nacional para Escuelas Artísticas.
De esta manera, se procedió a fundar la institucionalidad cultural que antecedió al actual Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. A nuestro entender, este es un punto esencial, si consideramos que a casi veinte años de la promulgación de la ley, prácticamente todas las agrupaciones y organizaciones comunitarias sin fines de lucro, participan de los fondos concursables que imparte el actual Ministerio de las Culturas. A ello debemos agregar que sólo en Magallanes, ocho de cada diez instituciones que postulan anualmente a los distintos fondos de cultura, fueron creadas después del año 2003.
Otro aspecto legal a tener en consideración, fue la publicación de la ley Nº19.418 el 9 de octubre de 1995 que estableció las normas de acción para las juntas de vecinos y las organizaciones comunitarias. En este último caso, se adscriben las agrupaciones culturales que inscritas en el registro municipal pueden intervenir en proyectos comunales. Esto es muy importante por cuanto, el certificado municipal convalida a los directorios vigentes de cada organización, lo que les habilita la personería jurídica, requisito indispensable para postular a cualquier proyecto que contenga fondos.
Una situación análoga se presenta con el Fondo Nacional de Desarrollo Regional (FNDR) que desde el 2007 destina un porcentaje de recursos del presupuesto anual para actividades culturales a los municipios y a las organizaciones privadas sin fines de lucro.
Esta red de infraestructura no existía hace treinta años. La cobertura económica que brinda los distintos fondos de cultura, ha permitido financiar loables iniciativas artísticas y culturales, pero también, ha generado el nacimiento de numerosos nuevos creadores y grupos artísticos.
En el ámbito de la dramaturgia diversas compañías como “Teatro Kre”, “A Contraluz”, “Pataelefante”, “La Ventisca”, “PasoLibre Creaxiones”, han consolidado su quehacer en Magallanes durante las últimas dos décadas. Loable, ha sido en este sentido, la participación del cuadro artístico del Poder Judicial llevando a escena la obra “Kre-Chenen, agarrados de la luna”, basado en el expediente “Sumario sobre vejámenes inferidos a indígenas de Tierra del Fuego”, en una coproducción con el Museo Regional de Magallanes y la Universidad de Magallanes en 2014, colaboración tripartita que se inició dos años antes, con la dramatización de “El motín de los artilleros: el juicio”.
Una de las compañías más prolíficas en el montaje de obras ha sido “La Canalla” grupo conformado en Punta Arenas el 2010, que busca crear un discurso dramatúrgico hilvanando la historia con la tradición local. Entre sus obras más importantes se encuentran “Niño Sol”, “El pequeño mundo de Omora”, “Viajeros: la ruta del playero ártico”, “Desarraigo”, “Malquerencia”, “Pobladores” y “Patagonia de Sangre-Fuego a la Fom”.
Los fondos culturales han promovido varios certámenes artísticos de enorme calidad y factura. Uno de ellos es el festival de artes Cielos del Infinito surgido en 2008 con los creadores del sello Hain Producciones, los estudiantes de teatro magallánicos Antonio Altamirano y Luis Guenel y sus pares santiaguinos, Sally Campusano y Juan Pablo Corvalán. Con la propuesta de articular diversas prácticas de las artes escénicas, como el teatro, la danza, el circo contemporáneo y la performance, han creado una propuesta artística que entre sus objetivos, apunta a la descentralización de la cultura en nuestra región.
En un principio, actuaban en un contenedor, luego en el recinto de la ex cárcel de Punta Arenas. Inicialmente, el festival fue pensado para realizar distintas actividades escénicas durante una semana completa, pero a medida que conseguían financiamiento permanente del Fondart regional, pudieron extender el festival como un taller itinerante hacia las provincias y comunas apartadas de Magallanes como Puerto Natales, Porvenir, Puerto Williams, Cerro Sombrero, San Gregorio, Cerro Castillo y Puerto Edén.
La gran popularidad alcanzada por el evento, con un público estimado que superaba las quince mil personas, instó a sus creadores a realizar una réplica del festival en Santiago, que fue inaugurada en abril de 2011 en la Estación Mapocho. En aquella ocasión, se estrenaron dos obras argentinas, “Mabel y Edgardo” y “Tercer cuerpo”, junto a la pieza española “Fura”. Además, el documentalista español Andrés Mortes dirigió un taller de video centrado en el rescate de los niños yaganes. El teatro nacional estuvo representado con seis obras: “La amante fascista” de teatro “La Palabra”; “Mala clase”, con el “teatro Nacional”; “Santo Progreso” con el colectivo “Placton”; “Niñas araña”, con “Central de Inteligencia”; “El olivo”, con “teatro Niño proletario”; y “Al volcán”, con el grupo “Arte Dramático”.
Para 2014 obtuvieron un financiamiento del Fondo Iberoamericano de Ayuda (Iberescena) que permitió incorporar varios espectáculos internacionales de teatro y danza. Mientras en el verano producían el festival en distintas zonas de Magallanes, en Santiago estrenaban una programación que incluyó el montaje de la obra francesa “Al revés”, dirigida por Sylvain Julien y de la compañía argentina “Humoris Dramatis que adaptó el cuento “La Historia del señor Sommer” de Patrick Süskind. En danza participó la compañía española “Los arrieritos” con la obra “El sollozo del hierro”, inspirada en la historia de amor entre el poeta Miguel Hernández y Josefina Manresa; un grupo argentino dirigido por Jorge Eiro con la obra “Sudado” y el montaje del colectivo brasilero Lugar Común con la obra “Luz”. Se pudo contemplar también, la exposición fotográfica del artista magallánico Vicente González Mimica titulada “Nhombre/Ensayo Imaginario”.
En 2017, con motivo de conmemorar el décimo aniversario del festival, uno de sus creadores, Antonio Altamirano, hizo la siguiente crítica constructiva:
“Con la lógica del Fondart se le está provocando bastantes problemas a muchas instituciones. Si bien permite ser un impulso, tú estás permanentemente compitiendo con otros colegas y creo que eso en ámbito cultural no debería existir”.
Sin duda, Cielos del Infinito es una de las creaciones artísticas más importantes del último tiempo.