Necrológicas

– Irís Marina Cárdenas Cárdenas
– Francisca Sierralta Cabrera

Grandes dramaturgos australes: Domingo Tessier

Sábado 6 de Agosto del 2022
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Parte I

  • Oscar Aguilera, de 72 años, lleva casi 50 intentando salvar este lenguaje, registrando
    el vocabulario, grabando durante horas archivos sonoros y documentando el léxico.

Al comenzar nuestra secuencia de El arte de la dramaturgia en Magallanes, dijimos que íbamos a referirnos sobre algunos autores nacidos en el austro que escribieron obras dramáticas. Varios de ellos lograron importantes distinciones a nivel nacional e incluso, en el extranjero, pero en su patria de origen, en su Magallanes natal, siguen sin ser reconocidos como se lo merecen. Incluso, a veces hasta ignoramos que nacieron en el austro.

Explicamos también, que contrariamente a lo que suponía mucha gente, entre ellos algunos destacados literatos magallánicos quienes a menudo sostienen que el género dramático es uno de los menos explorados, nosotros afirmamos todo lo contrario: una de las principales riquezas de nuestra literatura regional reside precisamente, en la cantidad y calidad de nuestros autores dramáticos, muchos de ellos salidos de nuestras tierras y transformados en íconos de la dramaturgia y del teatro chileno. Una de estas personalidades es el autor puntarenense Domingo Mihovilovic Rajcevic, más conocido para nosotros por su nombre artístico de Domingo Tessier.

Se trata de un artista multifacético. Actor, director, productor. Fue un creador que tuvo la capacidad de adecuarse y reinventarse a los distintos formatos que surgieron en el siglo veinte, signado por los cambios tecnológicos y la influencia de los medios masivos de comunicación en la sociedad y en la cultura. Domingo Tessier pasó del teatro al cine y del cine a la televisión sin que los cambios afectaran un ápice su capacidad actoral, su elocuencia proverbial, su histrionismo de caballero victoriano. Y aunque es reconocido por sus múltiples papeles en la escena teatral, nosotros preferimos recordarlo como un dramaturgo singular.

Autor de sólo seis piezas teatrales, todas escritas cuando superaba los cuarenta y cinco años, hicieron que este hombre de teatro pusiera un broche de oro a una vida dedicada a la difusión del arte. Porque si algo le faltaba era ser distinguido como dramaturgo. Recordemos que dos de sus obras recibieron el Premio Municipal de Literatura en teatro en Santiago y terminaron por consagrar a Domingo Tessier como uno de los escritores dramatúrgicos chilenos más auténticos y universales.

En su libro autobiográfico “Amor y humor del teatro” editado por la Universidad de Magallanes e impreso en los talleres de la imprenta Don Bosco en mayo de 1995, encontramos valiosas pinceladas que retratan una parte de la vida de nuestra ciudad en las primeras décadas del siglo pasado. En la página siete nos confidencia: “Nevaba. Era el 13 de agosto de 1918 en Punta Arenas, único puerto chileno donde el sol nace del mar. A las nueve de la noche yo venía al mundo emitiendo el primer berrido, que aclamaron muy felices mis progenitores y las comadres que asistían a mi primera actuación. Fue un berrido recién impostado, que estremeció la vieja casa de la calle Progreso, en el Barrio Austríaco”. (Así denominaba al antiguo barrio Yugoslavo, hoy llamado barrio Croata).

Domingo Tessier se nos revela en su libro además, como un entretenido contador de historias, salpicadas de anécdotas que denotan el optimismo que derrochó durante décadas en escenarios del mundo. Al recordar un pasaje de su niñez cuando desde su casa en el cerro de la Cruz contemplaba la gran cantidad de buques que navegaban el estrecho de Magallanes, parece que nos describiera toda una época:

“Empezaron a correr los años y los tres hermanos salíamos a la puerta de calle a mirar el mar y maravillados con tantos buques que aparecían por allá, por el monte Sarmiento. Tal vez, por mi cabecita en algún momento pasó la idea de que el mundo era algo más que la casa de calle Balmaceda Nº1 y la ciudad de techos rojos. Me imaginaba que en esos barcos venía toda clase de gente con ansias de aventura. Y así era. No faltaron las compañías teatrales que hacían escala en Punta Arenas, que en esos tiempos era excelente plaza para los cómicos”.

De igual forma, la descripción que nos ofrece acerca de la impresión que le produjo la primera vez que pisó un recinto para espectáculos, parece como escena para una película:

“Nunca podré olvidar mi primer encuentro con el teatro. Fue con motivo de la llegada a Punta Arenas de la Compañía de Operetas Lea Candini. Mi padre no podía perderse esa fiesta y compró un palco del Teatro Municipal para que toda la familia viera La danza de las libélulas, de Lehar. Nos vestimos muy elegantes y mi papá estrenó su primer bastón. Ahí estábamos en ese palco donde yo apenas asomaba sobre la baranda”.

Las imágenes de infancia y de adolescencia en Domingo Tessier -parafraseando al gran Manuel Rojas- marcaron para siempre su vida y su obra. Es un hecho a tener presente cuando recordemos a “Luka Milic médico cirujano”. En el colegio San José formó parte del cuadro artístico Virtus, creado por el sacerdote y luego obispo de Punta Arenas, Vladimiro Boric Crnosija.

“Mi debut, muerto de susto, fue el rol de un ángel en una obra llamada ‘La mala guía’. Se trataba de un individuo que, azuzado por el diablo, intentaba robar los vasos sagrados de un altar, pero en el momento de abrir el tabernáculo se producía una tormenta con rayos y relámpagos; ahí aparecía yo, de ángel, con alas de alambre y papel crepé. Había un largo diálogo diablo-ángel, y yo ganaba porque el ladrón se arrepentía y caía de rodillas ante el altar”.

Tessier recordaba que a medida en que el Virtus fue haciéndose más conocido, sus integrantes sintieron deseos de crear otro conjunto para representar obras de autores famosos de la literatura.

“A todo esto, los del Virtus quisimos enfrentar obras de más responsabilidad y formamos el conjunto Atenas. Con este modesto nombre hicimos varios montajes con la participación de actrices que descubrimos debajo de las piedras. Y no lo hicimos mal bajo la dirección del uruguayo don Alfredo Marticorena, quien era empleado de un negocio de venta de repuesto de autos, pero que sabía mucho de teatro y, además, creaba en torno suyo una grata atmósfera creativa”.

En una de esas interpretaciones, el Atenas fue observado de cerca por el experimentado director y profesor de teatro  Enrique Barrenechea que llegó al austro con su compañía de artistas para hacer varias presentaciones en la provincia. Fue él quien incentivó a Tessier para que se fuera a Santiago a estudiar actuación. El joven magallánico convenció a sus padres que pensaba especializarse como pintor de Bellas Artes y después de obtener el consentimiento de su progenitor, logró matricularse en la Escuela de Artes Aplicadas de la facultad de Artes de la Universidad de Chile, llegando a Santiago el 25 de noviembre de 1940.

Nace el Teatro Experimental

Sin sospecharlo siquiera, el joven e inexperto actor magallánico sería testigo de uno de los mayores hitos fundacionales del arte dramático en Chile. El 22 de junio de 1941 en el teatro Imperio de la capital, con la interpretación de la obra “Ligazón” de Ramón Valle Inclán, nacía el Teatro Experimental de la U. de Chile. Después de algunas representaciones, el director del elenco, Pedro de la Barra, solicitó al estudiante de Punta Arenas que lo remplazara en el reparto.

Este magnífico detalle, unido a la decisión del gobierno del Presidente Pedro Aguirre Cerda de fundar el Primer Teatro Móvil de Chile, dependiente de la Compañía de Teatro Nacional, con el objetivo de recorrer el país montando una producción exclusiva de obras chilenas, permitió al actor magallánico entrar de lleno en la escena teatral combinando su actividad artística con sus estudios universitarios. A cargo del grupo de actores fue nombrado Enrique Barrenechea, quien dijo a Domingo Mihovilovic que con su nombre de pila no iba a llegar a ninguna parte en el medio teatral y le instó a buscar un nombre artístico.

“Esto me tomó tan de sorpresa que le pedí que él, que en cierto modo era mi padrino, me pusiera el nombre que quisiera. El sabía que yo admiraba mucho a un viejo actor chileno que se llamaba Fernando Settier, de modo que invirtió las primeras letras del apellido y quedé bautizado artísticamente como Domingo Tessier. Con este nombre debuté en el Primer Teatro Móvil, el 26 de septiembre de 1941, en un terreno baldío donde antaño estuvo el Teatro Politeama y donde hoy levanta el Estadio Chile” (Estadio Víctor Jara)

Lo que siguió a continuación, es la historia de una de las más prolíficas carreras actorales que se registran en la historia del teatro chileno. Domingo Tessier encarnó innumerables personajes con inusitado éxito en casi doscientas obras teatrales. Su versatilidad convenció a varios directores cinematográficos para llevar a Tessier a la pantalla. Las incesantes giras que efectuaba por el país con el Teatro Móvil no fue óbice para que debutara como actor de cine en los filmes “Hollywood es así”, de Jorge Délano en 1944; y “La dama de la muerte”, de Carlos Hugo Christensen, en 1946.

La experiencia como actor cinematográfico fue el preámbulo que antecedió sus comienzos como director. En 1947 puso en escena el clásico del teatro nacional “Como en Santiago” obra de Daniel Barros Grez estrenada en 1880. La crítica aplaudió el estilo de dirección de Tessier señalando: “Su característica más notoria es la de haber dado mayor libertad de interpretación a cada uno de los actores, sin supeditarlos a una dirección demasiado rígida, notoria en las representaciones de este teatro”.

A fines de ese año 1947, becados por la BBC de Londres viajaban a Inglaterra para perfeccionarse en dirección teatral Bélgica Castro y Domingo Tessier. Su estadía en Europa incluyó el matrimonio con su compañera de actuación y la lección práctica aprendida de los mejores dramaturgos ingleses de compartir y enseñar las principales obras de William Shakespeare al mundo obrero, experiencia de la que Tessier tomó nota y procuró llevar a la praxis en posteriores trabajos de dirección.

A su retorno a Chile, Tessier dirigió en 1950 la obra de Enrique Bunster, “La isla de los bucaneros” y dos años más tarde, “Casi casamiento” de su autor favorito Daniel Barros Grez, mientras en paralelo actuaba en la película del cineasta belga Pierre Chenal, “El ídolo”.

La década del cincuenta fue pródiga en Chile en actividades artísticas, que coincidió con las inauguraciones de pequeñas salas de teatro en casi todo el país. En esta época de apogeo y bohemia, Domingo Tessier viajó a México en 1956 a un curso de perfeccionamiento. Allí fue contactado por los hermanos Mencos, para realizar una asesoría que se extendió por tres años y que redundó, en una completa restructuración del arte dramático en Guatemala.

En suelo maya

Domingo Tessier fue contratado para organizar una Escuela de Teatro en la Dirección General de Bellas Artes, en Ciudad de Guatemala. Para hacer posible este proyecto se inspiró en el diseño y la planificación ejecutada por sus profesores de la U. de Chile cuando conformaron y estructuraron el Teatro Experimental. Tessier decidió reunir en un solo grupo a todos los docentes del país centroamericano; desde profesores en historia de la dramaturgia, especialistas en estudios de la voz y la expresión corporal y técnicos escenográficos. Con este recurso humano fundó a mediados de 1957 la primera Escuela Nacional de Teatro de Guatemala.

Debemos considerar que el trabajo efectuado por el director magallánico cobra mayor significación, si consideramos que Estados Unidos había intervenido aquella nación propiciando a través de la Central de Inteligencia Americana (Cia) un golpe de estado que derrocó al gobierno constitucional del militar Jacobo Arbenz en 1954, instalando en el poder al coronel Carlos Castillo Armas, que inició una fuerte represión contra la ciudadanía. Se vivía un clima político en que era común el soplonaje y en donde cualquier persona podría ser detenida por las fuerzas de seguridad del régimen, ser encarcelado, torturado o hecho desaparecer.

En ese precario contexto político, el trabajo de Domingo Tessier en Guatemala no estuvo exento de dificultades. El propio coronel Castillo fue asesinado en julio de 1957 en pleno ejercicio del poder, en los días en que el actor magallánico fundaba la primera Escuela Nacional de Teatro en ese país. Siguieron días de gran inestabilidad institucional que incluyó a las breves administraciones de Luis González López, Oscar Mendoza Azurdia, y Guillermo Flores Avendaño.

La situación pareció estabilizarse con la asunción al gobierno del militar e ingeniero Miguel Ydígoras Fuentes con quien Tessier se entrevistó para pedirle apoyo en su idea de crear un gran teatro itinerante en Guatemala. El Presidente accedió al proyecto, lo que permitió que Tessier con sus actores se presentaran en los más apartados rincones donde la población era mayoritariamente indígena. Las obras que solían interpretar eran “La guarda cuidadosa” y “La farsa del pastel y la tarta”, de Miguel de Cervantes y Saavedra.

De regreso en Ciudad de Guatemala, Tessier se abocó a consolidar el Teatro Nacional impulsando la representación de obras dramáticas de autores europeos y estadounidenses, como “El viaje feliz” y “La larga cena de Navidad” de Thornton Wilder; o “Valpone” de Ben Jonson, en contraposición a las tradicionales formas del teatro español que los guatemaltecos habían presenciado por más de un siglo.

Otra de sus preocupaciones, consistió en la organización del primer festival de teatro que permitió la aparición de nuevos directores y actores abriendo la posibilidad de renovación del espacio dramatúrgico en aquella nación. Lo sucedido con el teatro itinerante fue replicado en el cine. Con el productor Mario Alvarado Rubio filmaron en distintos lugares, las escenas que dieron vida a la primera película tipo documental hecha enteramente en Guatemala denominada “Canto de barro” con libreto del poeta Luis Morales Nadler, música compuesta por Jorge Alvaro Sarmientos y ejecutada por la Orquesta Sinfónica Nacional.

Mientras se concretaban estas iniciativas, Domingo Tessier procuraba el montaje de nuevas obras como “El diario de Ana Frank” de Goodrich y Hackett y promovía su idea de realizar una exposición de teatro americano, lo que se materializó con la presencia de doce países. La Compañía de Teatro Nacional de Guatemala estrenó para la ocasión, la obra “El oso” del dramaturgo ruso Anton Chejov. En aquella ocasión, ante la presencia del Presidente Ydígoras y del escritor y futuro Premio Nobel de Literatura, Miguel Angel Asturias, Tessier planteó la necesidad que Guatemala contara con un moderno edificio que sirviera como Teatro Nacional, iniciativa que fue recogida más tarde por el Presidente Ydígoras quien mandó a construir en el cerro del Castillo un gran anfiteatro.

En el país centroamericano Domingo Tessier dirigió más de veinte obras teatrales entre ellas, “Un tal Judas” de Pouget y Bost; “La importancia de llamarse Ernesto” de Oscar Wilde; “El cuarto en que se vive” de Graham Greene y “Los geniales Sonderling” de Robert Merle. Separado de su primer matrimonio, volvió a contraer nupcias con la guatemalteca Yvelise Alvarado, una alumna de la Escuela Nacional de Teatro. Aprovechó también, de escribir el único trabajo narrativo que se le conoce, el cuento “Linda”, incluido por la escritora Pepita Turina en su Antología “Seis cuentos de escritores chileno-yugoslavos” texto editado en 1960 y que según el propio Tessier fue clave para que se involucrara en un nuevo capítulo de su vida personal: la dramaturgia.

En 1960 retornó a Chile. Pronto recibiría una invitación para volver a Punta Arenas (prosigue el próximo domingo).