La “batalla de Santiago” en una de las Copas del Mundo más violentas de la historia
La Copa del Mundo de 1962 de Chile tuvo una serie de particularidades en un planeta que convivía con los constantes coletazos de la Guerra Fría. Aquella celebración en territorio sudamericano también tuvo que afrontar las dolorosas consecuencias del terremoto ocurrido en 1960 en la sureña ciudad de Valdivia, lo que empujó a la población trasandina a tomar este evento como una causa patriótica.
El electo Presidente de la República, Jorge Alessandri Rodríguez, encabezó la reconstrucción de un país golpeado por lo ocurrido. En ese contexto, se designaron cuatro sedes y estadios donde se llevaría a cabo la competencia deportiva: Santiago, Arica, Viña del Mar y Rancagua.
Sería el último Mundial que no se vería en directo, al mismo tiempo que Estados Unidos lanzaba el primer satélite de comunicaciones Telstar que abriría la puerta a las primeras retransmisiones transatlánticas, lo que permitió que las próximas Copa del Mundo sí llegaran en directo a televisores de todo el planeta. Por entonces, regía un reglamento distante, tradicional y lejos de la realidad de un fútbol que pedía actualizaciones a las reglas del juego. Había tensión, rivalidad, conflictos políticos mundiales… Todo parte de un coctel que terminaría repercutiendo en el campo de juego.
El sorteo determino que el Grupo 2 estaría compuesto por el anfitrión Chile junto con Italia, Suiza y Alemania. Las críticas del país anfitrión contra el sorteo no se hicieron esperar, puesto que tendrían que enfrentarse a tres selecciones europeas, dos que habían sido campeones mundiales. El combinado local, para colmo, no registraba participación en los mundiales desde Brasil 1950.
La mesa estaba servida y sólo faltaba que llegaran los invitados. Así, el 30 de mayo de 1962 se dio el puntapié inicial.
Llegó uno de los encuentros más violentos de la historia, disputado entre la Unión Soviética y Yugoslavia. En un momento del partido, Mujic, delantero yugoslavo, agredió sin balón de por medio al defensa Dubinsky, rompiéndole tibia y peroné de una de sus piernas. El soviético pasó un calvario, pues su pierna no se recuperó nunca. Con el tiempo, tuvo un tumor maligno en su extremidad, debieron amputarle la pierna y la enfermedad terminó afectando notablemente su salud hasta que falleció a los 34 años.
A la misma hora del mismo día, en Santiago, Alemania e Italia protagonizarían otra batalla campal. “Desde el comienzo el partido de constituyó en una riña franca”, lo describió el diario chileno El Mercurio.
La nota de prensa que encendió la mecha
En ese contexto, el 2 de junio, se desarrolló uno de los eventos más escandalosos que quedó en la historia como “La batalla de Santiago”. En la previa, dos periodistas italianos que se encontraban en el país cubriendo el mundial, Antonio Ghirelli y Corrado Pizzinelli, escribieron una nota en el diario Il Resto de Carlino, donde expusieron una serie de críticas violentas contra la sociedad chilena.
“Esta capital, que es símbolo triste de uno de los países subdesarrollados del mundo y afligido por todos los males posibles: desnutrición, prostitución, analfabetismo, alcoholismo, miseria… Bajo estos aspectos Chile es terrible y Santiago su más doliente expresión, tan doliente que pierde en ello sus características de ciudad anónima. Barrios enteros practican la prostitución al aire libre: un espectáculo desolador y terrible que se desarrolla a la vista de las ‘callampas’, un cinturón de casuchas que circundan las ya pobres de la periferia y habitadas por la más doliente humanidad. Que se entienda bien, no son de origen indio. El 98% o 99% de la población chilena es de origen europeo, lo que nos hace decir y pensar que Chile, en el problema del subdesarrollo, tiene que colocarse a un mismo nivel que los países de Asia o Africa, pero que aquí, por la formación de su población, la regeneración es mucho más grave que en los casos citados. Los habitantes de esos continentes no son progresistas, estos son retrógrados”.
La crónica fue reproducida por el diario de mayor circulación de la época, El Mercurio, el pueblo chileno reaccionó con furia ante tales palabras, una falta de respeto que la selección italiana pagaría con creces, durante el partido.
Mientras la temperatura crecía en torno al duelo, el árbitro inglés Ken Aston, secundado por los jueces de línea Fernando Buergo Elcuaz (México) y Leo Goldstein (Estados Unidos), debió hacerse cargo de evitar que la tensión de afuera se traslade al campo de juego.
Desde el pitazo inicial, el estilo de juego quedó expuesto sobre el césped con Italia apelando a la presión constante y, de a ratos, violenta. La primera falta fue producida a los 12 segundos de juego. El reloj apenas marcaba el minuto 7 cuando un violento golpe del delantero Giorgio Ferrini al chileno Honorino Landa provocó la primera expulsión por parte el inglés Aston, que años más tarde sería el encargado de inventar las tarjetas amarilla y roja. Se desató el escándalo: Ferrini se negó a abandonar la cancha, produjo la intervención de Carabineros de Chile y fue arrestado.
El chileno Landa, minutos después, cometió una falta merecedora de expulsión, pero fue “perdonado” por el árbitro. El partido se desarrollaba con una exasperante lentitud debido que todo rondaba a las protestas y las faltas arteras que provocaban discusiones y enfrentamientos entre los jugadores ante la pasividad del juez, que no sabía cómo controlar el juego.
El puñetazo de Leonel
A los 38 minutos del primer tiempo se produjo una jugada que sería el reflejo de lo que acontecía. La figura del equipo chileno, Leonel Sánchez, desbordó por la banda izquierda mientras era marcado por Mario David. El chileno cayó producto de una falta, pero recién era el inicio del caos: mientras estaba en el piso, David lo pateó reiteradamente, provocando la irritación de Sánchez (hijo de Juan Sánchez, campeón chileno de boxeo). El futbolista local le dio un golpe con su puño izquierdo al italiano… Ninguna de las dos acciones fueron sancionadas por el juez Aston.
El árbitro estaba visiblemente superado por las circunstancias. Pasaron unos minutos y, en pleno partido, la venganza italiano se expresó con una patada voladora de David contra Sánchez que terminó con la expulsión del italiano.
Durante el complemento, Chile logró dos goles, entre grotescas faltas y protestas. El encuentro a duras penas pudo alcanzar a los 90 minutos, con cuidadosa precisión del árbitro inglés. La Batalla de Santiago había llegado a su fin quedando inmortalizada como uno de los eventos más escandalosos en la historia de los mundiales.
A pesar del festín de patadas, tacles, escupitajos, combos, entre otras agresiones físicas por ambas selecciones, el encuentro terminó favorable para la Roja por 2-0 gracias a las anotaciones de Jaime Ramírez (74’) y Jorge Toro (84’).
El comentarista inglés David Coleman, reconocido en Europa como uno de los más influyentes de la época, presentó en diferido ese partido y realizó una de las descripciones más recordadas de su carrera. “Buenas tardes. El juego que están por presenciar es la exhibición de fútbol más estúpida, espantosa, desagradable y vergonzosa, posiblemente, en la historia de este deporte”, planteó Coleman.
El árbitro Aston se excusó por su desempeño: “No estaba arbitrando un partido de fútbol, estaba actuando como un juez en un conflicto militar”. Un juez ortodoxo de un fútbol que estaba en plena transformación y que empezaba a transitar el camino desde un simple deporte hacia un fenómeno económico, político y cultural de manera definitiva.
Finalmente, Chile clasificó a segunda ronda. En cuartos de final, Chile venció a la Unión Soviética por 2-1 y, en semifinales, cayó derrotado 4-2 ante un Brasil que terminaría coronándose como campeón.
Con la “batalla de Santiago” como parámetro, el Mundial de 1962 quedó plasmado en la historia como uno de los más violentos por la gran cantidad de expulsados y jugadas violentas que se recuerda.
Infobae