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La soledad de la vida adulta y su inclusión

Por Ramón Lobos Vásquez Miércoles 4 de Enero del 2023

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Al comenzar esta columna y al inicio de un nuevo ciclo anual, deseo a todos ustedes un mejor año y que se cumplan sus anhelos y esperanzas. Que la vida familiar sea el centro del desarrollo y progreso de vuestras vidas.

La vida familiar es central en nuestra historia vital, somos y pertenecemos a historias familiares que se resumen en nuestros acervos culturales y sociales. Nos entrega pertenencia y proyección. Somos un continuo y una historia que crece y se desarrolla. La familia es el núcleo de nuestra sociedad; en la forma que elijamos y desarrollemos. Pero es la unidad básica y pilar de la sociedad que formamos.

De allí la importancia de -en todo momento de nuestra historia vital- ser y formar parte de una familia. Lamentablemente nuestra forma de vivir en sociedad ha mutado y aún no se les ha asignado un papel a los mayores. En este tráfago de “vida moderna” se forma familia de una forma distinta a como la vivieron nuestros mayores y en cómo se imaginaron que vivirían su vejez. Hoy no hay un modelo de familia, si no que tipos distintos. Las relaciones son más temporales y, por lo tanto, parte de la historia familiar que representan nuestros mayores no alcanza para formar parte en estos cambios o modelos familiares. Se quedan al margen, excluidos.

Es por ello que las cifras de las encuestas Casen van reflejando una realidad que se va haciendo cotidiana: adultos mayores que viven solos representan hoy al 13,4 % de su grupo etareo. Algo más que uno de cada 10 mayores vive y está solo. Y en estas fechas de fin de año, que son fiestas y celebraciones familiares, se hace más patente esta soledad.

Muchos de ellos se siguen relacionando con sus familias extendidas, están más protegidos en ese ambiente, pero otros con menos habilidades o con enfermedades que les aquejan pueden sentirse y vivir más excluidos socialmente. Para ellos estas fechas son más complejas y difíciles de sobrellevar, se notan las ausencias, se extraña a quienes ya partieron de sus vidas, la soledad es más patente y profunda.

Pero también en una celebración o encuentro social estos mayores pueden sentir ese vacío o ausencia de personas importantes en su historia de vida y las enfermedades que dificultan la movilidad, las alteraciones en los órganos de los sentidos, especialmente las auditivas impiden que puedan ser efectivamente parte de estas conmemoraciones. De allí la importancia no solo de incorporarlos en nuestras conmemoraciones o encuentros; si no que, propiciar que efectivamente sean parte activa de ella. Hay que, necesariamente hacer el esfuerzo de ubicarlos en el lugar más apropiado en una celebración, que tengan interlocutores que puedan hacerlos partícipes activos, no un número más, no ser una silla más en una fiesta. Por ello, tenemos que aprender a comunicarnos con los mayores, así estamos abriendo una puerta a la experiencia y sapiencia que van acumulando en el envejecimiento, que puede ser importante para con quienes interactúan. Por ejemplo, el cómo se celebraban las navidades o fiestas de fin de año en sus familias, cuáles son las tradiciones o que se consideran hitos en las historias de familia. 

Sólo conversando o interactuando con ellos podemos llegar a conocer más de nuestras propias historias, quiénes somos como familia. Esta actitud es positiva y cambia la forma habitual de tratar a los mayores: de sujetos de cuidados y protección a personas activas que aportan a otros su acervo y cultura. El medio en que se desarrollan debe ayudarlos a que así sea. Hay que trabajar en ello.

No es difícil de aprender, hay que preguntar abiertamente, darles espacio para que compartan y den su opinión; evitar preguntas que puedan responderse monosilábicamente con un si o no, preguntas abiertas que le permitan explayarse y abrirse al diálogo. Preguntas fáciles de comprender y de formular. Puede partirse con un simple ¿Cómo está?, ¿cómo se siente?, ¿necesita algo?

Siempre estar abiertos al diálogo y compartir con los mayores, enseñarles a nuestros hijos cómo hacerlo y que aprendan a interactuar con ellos. El ejemplo es el mejor modo.

Es importante no infantilizar el contacto, recordar que son sujetos activos, no pasivos en nuestras relaciones; aceptar sus decisiones, no obligarlos a salir o participar si no lo desean. Socializar cuando lo deseen, por ello la importancia de preparar y motivar con tiempo estas instancias. Hacerles ver en qué van a aportar, cuál será su rol en ella, no es sólo la invitación. Ello facilita que se integren y participen. Como en todo lo que se trata de mayores se requiere planificar y anticipar acciones. 

Por eso, hay tanto por hacer y trabajar como familias, para que ellos no sientan que este tiempo es un tiempo doloroso y difícil, si no otra oportunidad de seguir vivos, activos y ser parte importante de familias o grupos de pertenencia.

Es por lo que hay que trabajar y actuar, desde la familia en primer e importante lugar. Así potenciamos la unidad básica de nuestra sociedad y construimos una sociedad mejor para ellos, pero también en una dimensión más humana y cercana a todos los que formamos y somos familia.

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