Adiós “Martillo”, adiós Juan Petrovich
Una dura historia acompañó a este magallánico, quien se convirtió en uno de los “personajes populares” de Punta Arenas.
Durante largo tiempo su figura ya no había sido vista en las calles del centro de Punta Arenas. El paso de los años lo habían marcado, obligando a refugiarse en los “cuarteles de invierno”. “Martillo” le apodaban, y aunque su reacción no era de las mejores cuando se le espetaba, aquello tenía que ver con un secreto que atesoraba y que arrastraba con dolor desde su infancia.
Sí, Juan Eduardo Petrovich Mayorga, “Martillo”, murió ayer cerca de las 10 de la mañana en el lugar que lo había cobijado durante años, primero como el Hogar de Cristo y luego como la Casa del Samaritano. El propio hombre a sus 70 años había decidido llegar al epílogo de su vida en aquel lugar.
Fue ahí que lo sorprendió la demencia senil y la pandemia. Aquello hizo mella, y lo llevó a permanecer por prolongado tiempo internado en el Hospital Clínico afectado de una bronconeumonía. Había sido dado de alta poco antes de su deceso.
Una de sus cercanas fue su sobrina Claudia Petrovich, quien recuerda algunos de los aspectos de la vida del “tío rebelde” que siendo niño abandonó los cuidados para salir a las calles, de quien acompañó sus años con un triste recuerdo y del cual pudo atesorar historias de esas donde la realidad se entremezclan con fábulas y mitos propios de los llamados “personajes populares”.
El tío Juan -recuerda- nació en Punta Arenas, siendo el segundo de cuatro hermanos. La mayor era hija sólo de su mamá, por lo que durante su infancia reconoció en ellas la imagen maternal que tanto echaría de menos posteriormente. De menos, porque su hermana partió rumbo al norte del país a los 14 años y su madre falleció cuando él tenía 10. Aquello lo marcó, recuerda su sobrina. Jamás se volvió a reencontrar con su hermana y el golpe que significó la pérdida de su madre lo marcó a fuego. “De hecho, por eso jamás quiso tener su propia familia, y recordar y hablar de eso lo dejaba muy mal”, señala Claudia.
¡Martillo!
Más de algún estudiante recordará sus pasos por calles Bories, Errázuriz y José Nogueira molestando a aquel hombre pequeño y de pelo blanco, gritándole “¡Martillo!, y recibiendo como respuesta vocablos inentendibles, pero que dejaban en evidencia su malestar.
Esto, aclara su sobrina, tenía una razón: “Ese apodo se lo puso su mamá. Así lo llamaba por la forma de su pelo. Con el tiempo esa palabra se convirtió en un recuerdo importante para él, pero a la vez doloroso porque le recordaba a su mamá. Por eso se enojaba”.
Agrega que tras la muerte de la progenitora él y sus hermanos quedaron literalmente en la calle. “Mi abuelo no se preocupaba de ellos y terminaron internados en el Hogar de Agua Fresca. Mi tío era el mayor, tenía 10 años. De ahí se escapaba para venir a recorrer las calles”.
Justamente, con el tiempo esas calles se convertirían en su tránsito diario, en su hogar. “Junto a sus hermanos dormían en el cementerio. Habían encontrado un mausoleo cerca de donde descansa Sara Braun, una construcción con vidrios catedral, que ya no existe. Ahí dormían en sacos y se refugiaban del frío”.
Ya en la adultez, Petrovich se dedicó a trabajos de lavado y mecánica de automóviles. Y así, en un abrir y cerrar de ojos, enfrentó su edad madura hasta que la cabeza y el cuerpo no le dieron más.
“A veces se escapaba y llegaba a mi casa. Preguntaba por mi papá (su hermano), porque se olvidaba que él había fallecido hace algunos años. La demencia senil le había llegado, pero aún así contaba historias y se emocionaba cuando recordaba a su mamá o hablaba de reencontrarse con su hermana”, recuerda Claudia.
Los restos de Juan Eduardo Petrovich Mayorga serán sepultados hoy a las 15 horas en el Cementerio Municipal de Punta Arenas, en aquel lugar donde tantas veces durmió y se protegió del frío junto a los seres que más quiso. Una hora antes, “Martillo” saldrá desde la Casa del Samaritano de calle Balmaceda.