“Walt Whitman Mall”. Christian Formoso Parte 2
Este trabajo del poeta magallánico Christian Formoso, en ningún caso pasa inadvertido para el lector. Un libro experimental señalábamos y, lo es desde su escritura (lo fundamental, entendemos) hasta la presentación. Los textos en verso libre se complementan a la perfección con un muy cuidado diseño. Desde la cubierta nos sorprende con una imagen que podría ser una carretera en la mitad de la nada y de la noche o una imagen extraída de una película de ciencia ficción, coronada por las tres letras WWM (el número tres lo encontramos con frecuencia, explícita e implícitamente en el desarrollo del texto, al igual que los espejos; en especial los espejos rotos).
El diseño combina páginas blancas, con otras de tono café oscuro con escritura en letras blancas. Los capítulos están numerados a la manera de señales camineras y lo primero que encontramos al abrir el libro son unas cuantas líneas en inglés -a manera de advertencia- cuya traducción e interpretación (gentileza de una estudiante magallánica de post grado en Estados Unidos) nos indica lo siguiente: “Esta película ha sido modificada respecto de la versión original. Ha sido adaptada para ajustarse a tu pantalla”.
Pero en estos primeros escarceos continúan las sorpresas (y seguirán en lo sucesivo) al toparnos con una letra W de cartulina de color café, que podría hacer las veces de separador de páginas (es lo primero que se nos ocurre). La letra es del tamaño similar a las de la portada y ahí con un poco de imaginación, nos damos cuenta que al colocarla sobre la M de WWM, esta trilogía se transforma en WWW (World Wide Web) la red mundial interconectada de acceso a internet.
Afortunadamente (así preferimos pensarlo) en la página siguiente aparece la presentación del autor, en la cual con absoluta honestidad nos lanza un proclama acerca de esta obra: “El cisne tenebroso que surque este lago de forma mía que es WWM hallará algo así como un libro guanaco o un espejo roto, ambos a la manera de Pigafetta; esto es, la componenda de un volumen escrito a modo de un animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, piernas de ciervo y cola de caballo, cuyo relincho imita -imita-. Porque WWM es un viaje por libros, geografías, películas y canciones para acuñar un lago desde esos muchos otros libros -películas y canciones- en que me reconozco, y en el laborioso rasgueo de una guitarra, eléctrica en mi caso. Costura y desplazamiento, imitación con diferencia y viaje por territorios múltiples forman la veta constante de este libro. Viaje también por la letra literal y la letra torcida para hallar una canción, total y personal, de estribillos perennes y cambiantes; o, quizás, algo menos aunque no menor: imaginar sólo parte de un estribillo que, desde el fondo de un espejo quebrado, nos devuelva un timbre, un eco, una sombra, un poema, una canción de amor”. Port Jefferson, NY, diciembre 20, 2013 – Hotel Río Rubens, Última Esperanza, Magallanes, febrero 10, 2019.
Tendemos a creerle a Formoso y nos preparamos para el viaje en un texto que tardó casi seis años en ver la luz. La presentación nos augura un recorrido con sobresaltos, como los que habrá tenido el autor, el protagonista y el (los) lector (as / es) una triada (el tres presente) que nos recuerda los tres Whitman a que alude Borges (a quien recurriremos más de una vez en estas reseñas) señalando: “Elaboró una extraña criatura que no hemos acabado de entender y le dio el nombre de Walt Whitman. Esa criatura es de naturaleza biforme; es el modesto periodista Walter Whitman, oriundo de Long Island… y es, asimismo, el otro que el primero quería ser y no fue, un hombre de aventura y de amor, indolente, animoso, despreocupado, recorredor de América. Así, en alguna página de la obra, Whitman nace en Long Island en otras en el Sur”.
Continuará…