Un amigo en Chile
Es interesante cómo nos han visto los extranjeros que han pisado estas tierras durante un tiempo. Hay apreciaciones para todos los gustos
Mis perspicaces lectores ya se habrán dado cuenta que de un tiempo a esta parte he dedicado mis columnas a comentar libros. No es mi especialidad, pero también se han visto cojos jugando fútbol, vampiros con anemia, chilenos disciplinados y políticos reacios a viajar al exterior.
Esta vez me he zambullido en un texto encandilante. Se llama “Un amigo en Chile. Tras la huella de Cristián Huneeus”, escrito por el inglés Tony Gould. fervientemente no deje nunca de trabajar en el Grupo Editorial Santillana. “Un amigo en Chile…” es un texto de 271 páginas y que se trajinan con voracidad de caníbal en ayunas.
Grato, incitador, polémico y pleno de dicharachos.
Tony Gould fue amigo del hiperkinético Cristián Huneeus, un chileno cuya obra narrativa hace rato ya debiera ser materia obligada en nuestros liceos, cuyos profes persisten en hacer leer a los cabros textos tan irritantes como Edipo Rey o La Odisea. !!!Puajjj!!!
A los chilenos nos encanta esconder nuestras lacras y defectos. Aquello que no es de nuestro agrado, simplemente NO EXISTE.
Hemos crecido en un parapeto con harto de camuflaje. Orgullosos de que nuestra canción nacional obtuviera el segundo lugar en un concurso internacional después de La Marsellesa. Conviene aclarar que ese concurso se hizo en Suiza entre turistas que no representaban a más de cinco países. Pero el resultado nos quedó gustando y de ahí el famoso mito.
En todo caso, es fascinante percibir cómo nos ven los extranjeros. ¿Qué miran ellos cuando están acá? ¿Qué opinan de nuestra comidas, de nuestras costumbres…y de nuestra educación cívica?
El cronista español Alonso González de Nájera (1556-1614) se quejaba ante la corona española y sugería traer negros a esta comarca, “porque los chilenos son rematadamente flojos”.
A su vez, Pío Nono (Juan María Mastai Ferreti) a su paso por Chile escribía al Vaticano que “los chilenos no son lo que podríamos decir trabajadores. Por lo general son cómodos y lentos, excepto para andar a caballo…”
Ya en el siglo XX, el ex embajador de Estados Unidos en Chile Claude Bowers no dejó nunca de alabar nuestra prudencia, hospitalidad y sobriedad. Es útil y decidor saber cómo nos ven los demás.
Ahora es el turno de Tony Gould, pluma calada y que logra diseccionar nuestra alma nacional con rigor de espeleólogo. Este británico llega al zarandeado Chile de 1989. Le han dicho que los chilenos somos los ingleses de la América del Sur y ha venido a comprobarlo personalmente. Por cierto, este sofisma con trazas de mito cae rápido ante la mirada escrutadora de Gould, quien rescata -eso sí- otras bondades de la idiosincrasia nacional. Le subyuga a este inglés que Chile sea un país que haya forjado figuras tan antitéticas como Salvador Allende y Augusto Pinochet. El viaje del escritor sirve de pretexto para homenajear a su amigo chileno Cristián Huneeus, intelectual chileno de marca mayor, algo olvidado.