Cien años fecundos
Se acaban de celebrar los 100 años de la revista Time. Sus editores se ufanaron de que la publicación “ha contado las historias de las personas que dan forma, desafían e inspiran al mundo. Hoy, Time llega a la audiencia más grande de su historia, más de 100 millones de personas en todo el mundo a través de sus plataformas, y su icónica revista, con más de un millón de suscriptores, sigue siendo el periódico impreso más grande de EE.UU.”. Los festejos se prolongarán por todo un año.
Habrá tiempo para volver sobre la celebración.
La pregunta pertinente es ¿cómo era el mundo hace un siglo? ¿Cómo era el periodismo? En nuestro caso, si se miran las fotografías de la época -generalmente en sepia- se tiene la imagen de un Santiago que recién salía de la Colonia aunque ya había entrado en la modernidad. Había tranvías eléctricos junto a casas de un piso, muchas de adobe. Se insinuaban los “tacos” automovilísticos.La moda estaba cambiando: se pasaba de las crinolinas victorianas al primer destape de los nuevos tiempos. En vez del vals, se bailaba como en La Pérgola de las Flores, al ritmo del charleston, tocado en las modernas victrolas.
Era un mundo que se suele idealizar porque a la distancia entrega una imagen bucólica. Pero es imposible olvidar que se estaba en plena transición, saliendo de la Gran Guerra, más tarde bautizada como la Primera Guerra Mundial, y la vieja Rusia zarista había sucumbido ante el proceso revolucionario.
En Chile agonizaba el sistema parlamentario, pero no lo sabíamos. El triunfo de Arturo Alessandri movería aspectos que parecían inamovibles en nuestra sociedad. La “querida chusma” iniciaba su avance al primer plano y no lo abandonaría.
Todo este agitado panorama se reflejaba en el periodismo escrito cuando recién se insinuaba la radio como un novedoso medio de comunicación. Igual en Chile que en Estados Unidos.
Pero allá, en el norte, surgían profundos cambios. Un par de estudiantes egresados de Yale, Briton Hadden y Henry Luce, lograron el 3 de marzo de 1923 salir a la calle con una nueva revista: Time, the weekly newsmagazine. El tiraje inicial fue de nueve mil ejemplares.
Briton Hadden murió muy joven, en 1929. En su recuerdo, en New Haven hay una placa con una leyenda concisa: “Su genio creó una nueva forma de periodismo”. Henry Luce, su socio, dijo una vez que había optado por el periodismo “para estar lo más cerca posible del corazón del mundo”.
Lo notable es que el modelo (“la fórmula Time”) sobrevivió a cien años de profundos cambios sociales y geopolíticos, incluyendo la todavía reciente revolución de las comunicaciones.
Hoy, cuando nos dicen que la inteligencia artificial puede escribir cartas, versos y comentarios, en vías de reemplazar la inteligencia humana, la mejor respuesta es la que crearon Hadden y Luce. Es la posibilidad de situar en contexto y analizar posibles conclusiones del bagaje informativo de todos los días. Contra lo que han dicho algunos agoreros, el periodismo no está en vías de extinción. Menos todavía esta género que permite entender mejor la información en un mundo desbordado por el seudo periodismo de las redes sociales.
Por algo sigue vigente. Es notorio su uso en los suplementos semanales de los diarios de todo el mundo, incluyendo Chile. Se logra así complementar satisfactoriamente la diaria información, necesaria pero que a veces puede agobiar y confundir.