Necrológicas

William Low, lobero del fin del mundo

Martes 23 de Mayo del 2023

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En 2016 solíamos visitar a nuestro amigo el periodista Carlos Vega Delgado, quien, se mostraba entretenido y sorprendido a la vez, realizando un trabajo de edición para un libro de investigación sobre un personaje trascendente, pero también, profundamente desconocido de nuestra historiografía regional. La obra, había demandado varios años de esfuerzo a su autor, el médico natalino Armando Alvarez Saldivia.

En ese entonces, en que desconocíamos el texto en cuestión, no comprendíamos el entusiasmo de Vega Delgado por divulgar las aventuras de “William Low, lobero del fin del mundo”, un capitán escocés que no alcanzó a cumplir los cincuenta años, pero que en su breve existencia demostró poseer un conocimiento acabado de la intrigada geografía marítima austral. Fruto de su gran experiencia como cazador de focas, lobos y ballenas, y de los  contactos que tuvo con los distintos pueblos originarios del austro, adquirió una sapiencia única, producto de su relación directa con lugares ignorados, tanto en la Patagonia, en Tierra del Fuego, como, en mares e islas sub antárticas, que le permitieron asesorar a las célebres expediciones científicas británicas de Philip Parker King (1826-1830) y de Robert Fitz Roy (1831-1835).

Por eso no debemos extrañarnos, de que conozcamos pormenores sobre la vida de William Low a través de las conclusiones vertidas en el documento a manera de informe, de casi dos mil páginas, presentado por el capitán Fitz Roy al almirantazgo británico con el título, “Narración de los viajes de levantamiento de los buques de S.M. Adventure y Beagle entre los años 1826 y 1836”, cuya primera edición como libro data de 1839. Dividido en tres tomos, el primero de ellos, relata las vicisitudes de la primera exploración, a bordo de las naves Adventure y Beagle, efectuada bajo el mando de Parker King; luego, el volumen dos, nos revela los acontecimientos de la segunda expedición llevada exclusivamente por el Beagle y en el tercero, se presentan las anotaciones realizadas por el famoso científico Charles Darwin con el nombre de “Viaje de un naturalista alrededor del mundo”.

A menudo, en los dos primeros libros de Fitz Roy se hace referencia sobre la personalidad del marino William Low y de sus actividades comerciales en el meridión americano. Es un detalle muy significativo, que nos parece imprescindible destacar, por cuanto, hace muy pocos años se ignoraba prácticamente todo lo relacionado con este navegante escocés, que como veremos, terminó viviendo en Chiloé hasta su fallecimiento en 1841 o 43.

Contexto histórico

Para referirnos al libro de Armando Alvarez, debemos, en primer lugar, situar la vida y la obra de su personaje central, William Low, en un período poco analizado por la historiografía regional. Al respecto, la mayoría de los trabajos que se han escrito sobre aquella época fueron redactados por autores extranjeros, en diarios de navegación, o en estudios hidrográficos. En este sentido, en el último tiempo, reconocemos la investigación del doctor Marcelo Mayorga, “Pieles, tabaco y quillangos. Relaciones entre loberos angloestadounidenses y aborígenes australes en la Patagonia (1780-1850)”, ediciones de la Subdirección de Investigación, 2020, como un texto que amplía el radio de acción de esta temática. En su libro, Mayorga no sólo valida el documentado trabajo de Alvarez. Nos brinda además, apuntes adicionales sobre los nexos mercantiles en que se desenvolvió el lobero escocés, y de paso, establece con ello un criterio de análisis fundamental: la inmensa influencia ejercida por estos rudos navegantes cazadores, -por el conocimiento empírico que poseían de las rutas australes-, en las posteriores expediciones científicas llevadas a cabo principalmente, por Gran Bretaña.

Hay otros elementos que debemos considerar. Cuando Parker King, Fitz Roy, Dumont D’Urville, entre otros, efectuaron misiones científicas en la Patagonia y en los mares del sur, -1828 y 1840 aproximadamente-, Chile era un país que recién empezaba a consolidar su vida como república independiente. Si bien, la Constitución de 1823 señalaba que: “El territorio de Chile comprende de Norte a Sur, desde el despoblado de Atacama hasta el Cabo de Hornos, y de Oriente a Occidente desde la cordillera de los Andes hasta el mar Pacífico”, lo cierto, es que, recién, a comienzos de 1826 el archipiélago de Chiloé fue incorporado a la soberanía nacional. Recordemos también, que durante el decenio 1820-30 el país experimentó cuatro cartas fundamentales que no consiguieron el equilibrio de fuerzas entre los poderes ejecutivo, legislativo y los sectores sociales que agrupaban a los bandos conservadores y liberales, cuyo telón de fondo fue la grave crisis política a fines de esa década, en que la batalla de Lircay (1830) determinó en la práctica, la hegemonía en el poder de los gobiernos conservadores que gobernarían sin contrapeso en Chile, durante los siguientes treinta años.

A ello debemos agregar, las crecientes tensiones internacionales con Perú y Bolivia, que llevaron a que nuestro país librara una guerra de tres años contra ambas naciones, lo que retrasó la materialización del viejo proyecto de Bernardo O´Higgins de ocupar formalmente el estrecho de Magallanes para el Estado de Chile, al ser desmembrada de manera inexplicable por las autoridades de turno, la escuadra nacional, luego de la victoria contra las fuerzas de la confederación peruana–boliviana en 1839.

En esos años, la situación interna del país tampoco era la mejor. El mismo O’Higgins desde su exilio en Lima, Perú, no se cansaba de redactar correspondencia a sus amigos más cercanos, tanto en Chile como en el extranjero, sugiriendo medidas para consolidar el orden interno y extender nuestra soberanía hasta el cabo de Hornos. El 5 de abril de 1840 escribió una misiva al entonces intendente de Concepción, general José María de la Cruz en que le expresaba el anhelo de sellar “la unión de todos los chilenos, sur y norte del Bío-Bío, como oriente y poniente de la gran cordillera en una gran familia”. 

Al respecto, la preocupación del Libertador por las tierras magallánicas y por la suerte de la Patagonia, fueron parte de su desvelo en el destierro, como lo atestiguan sus cartas remitidas al general y futuro presidente de la nación, José Joaquín Prieto el 24 de octubre de 1830 en que le manifiesta su posición sobre los pueblos originarios: “Yo considero a los pehuenches, puelches y patagones por tan paisanos nuestros, como los demás” y le exteriorizaba, al mismo tiempo, su deseo de hermanar a todos los indígenas del sur de ambos lados de la cordillera de los Andes. En tanto, al capitán Coghlan de la marina británica, le confidenciaba el 20 de agosto de 1831 su visión geopolítica: “Chile, viejo y nuevo, se extiende en el Pacífico desde la bahía de Mejillones hasta Nueva Shetland del sur, en latitud 65° sur; y en el Atlántico sur, desde la península de San José, en latitud 42° sur. Y agregaba: “Una simple mirada al mapa de Sudamérica basta para probar que Chile posee las llaves de esas vastas porciones de océano hasta el Polo”.

En síntesis, en los años en que Francia y Gran Bretaña emprendieron sus exploraciones hidrográficas hacia el Atlántico y el estrecho de Magallanes, la soberanía nacional en el sur era efectiva apenas hasta los márgenes del río Biobío. Chiloé era sólo un enclave que indicaba el principio de una inmensa y desconocida geografía llamada Patagonia, que de acuerdo con la literatura europea de la época, estaba habitada por indígenas gigantes y salvajes, con ciudades perdidas llenas de tesoros, y repleta de animales fantásticos. En aquel entonces, en que el cazador William Low recorría los mares australes y prestaba asesoría a las expediciones científicas del almirantazgo británico, la posibilidad de generar un asentamiento chileno en estas latitudes, sólo existía en la imaginación de Bernardo O’Higgins.

Personalidad de

un lobo de mar

Por medio de la minuciosa investigación de Armando Alvarez, estamos en condiciones de recrear algunos pasajes en la vida de nuestro biografiado. Sabemos que nació antes de 1800 en Greenock, Escocia, y que tenía un hermano mayor llamado Andrew. En 1822 se conocen sus primeros desplazamientos en el Atlántico. El 3 de agosto de ese año, salió del puerto de Buenos Aires comandando el pequeño barco Adeona, de 142 toneladas con rumbo a las islas Nuevas. A mediados de septiembre hizo escala en islas Malvinas para dirigirse a la cacería de lobos. Hay registros que sostienen que el “Adeona” arribó al muelle de Londres el 13 de agosto de 1823, después de hacer escala, primero, en Buenos Aires, y luego, en Liverpool.

Además del Adeona, que sirvió hasta su desguace en Montevideo en 1832, William Low contó adicionalmente, con una pequeña embarcación de 45 toneladas llamada Dart. Más tarde, incrementó su flota sucesivamente, con el queche Uxbrigde, de 93 toneladas, con el que efectuó viajes regulares a Inglaterra con cargas completas de barriles de aceite y pieles de focas. Según consigna Parker King en sus memorias, Low comandaba el Uxbridge cuando se produjo el primer encuentro entre los miembros de la expedición hidrográfica británica, el 14 de febrero de 1828, en Puerto del Hambre, que se convirtió en tradicional lugar de intercambio de información entre expedicionarios y loberos. El 30 de junio de ese año, Low con su flota salió del estrecho de Magallanes, rumbo a Malvinas y desde allí se dirigió a Inglaterra llevando la correspondencia y los informes de avance de la primera expedición hidrográfica británica para ser entregados al secretario del almirantazgo.

Low dispuso también de las goletas Mercury y Unicorn. Esta última había formado parte de la flota del almirante Thomas Alexander Cochrane, en la lucha que el insigne marino sostuvo en el mar mediterráneo por la independencia de Grecia. En marzo de 1833 fue comprada por el capitán Fitz Roy quien la rebautizó como Adventure en recuerdo de la primera embarcación que tuvo el comandante King en las exploraciones de 1826-30. En la página 84 de su libro, Alvarez cita un comentario de Charles Darwin que se refiere a la goleta “como un buen barco, que su adquisición probablemente disminuiría el tiempo que restaba de viaje”.

Low entre

los indígenas

A diferencia de muchos europeos que continuamente despreciaban a los naturales, el capitán escocés parecía entenderse muy bien con ellos. Armando Alvarez cita en varias ocasiones a Fitz Roy, quien no dejaba de sorprenderse por la cercanía entre Low y los aonikenk (tehuelches), como en el instante en que recuerda una misiva escrita por el lobero, la cual fue entregada por una indígena al capitán King y que recomendaba influir positivamente en los aborígenes:

“…después puso de manifiesto un papel doblado cuidadosamente, que contenía una carta o memorándum dejado por Mr. Low, patrón del lobero Uxbridge, y dirigido a cualquier barco que cruzase el Estrecho, enterándolo de las amistosas disposiciones de los indígenas, y recomendándole tratarlos bien, y no engañarlos, pues tenían buena memoria y se resentían seriamente”.

A través del diario escrito por el misionero estadounidense Titus Coan, quien entre 1833 y 34 convivió cuatro meses con los aonikenk, nos asegura que William Low fue uno de los primeros que se internaron tierra adentro para explorar la Patagonia meridional al sur del río Santa Cruz. Es un antecedente que nos parece esencial, por cuanto, -y como muy bien señala Alvarez-, ocurrió 37 años antes que George Musters realizara su viaje por la Patagonia, 17 años antes que Benjamín Bourne cayera prisionero de los aonikenk, 11 antes de la fundación de Fuerte Bulnes y dos años antes que Robert Fitz Roy y Charles Darwin alcanzaran las inmediaciones de lago argentino.

En el diario del reverendo Coan se hace referencia además, a las habituales visitas de Low a la bahía Gregorio y, a los parajes cercanos a la actual Villa Tehuelches, donde en compañía de los aonikenk sembró vegetales y tubérculos. “Nos informaron que el capitán Low plantó papas allí, las que alcanzaron un buen tamaño y tenían un excelente sabor. También plantó verduras y frutas pero no pudo verificar si han germinado o no”.

Armando Alvarez concluye afirmando que Low conoció los mares interiores de Skyring y Otway y que, con la siembra de vegetales al interior del territorio, buscaba una manera de proveer al pueblo aonikenk, un medio de sustento para largos períodos. Alvarez infiere también, que en su intenso periplo marinero, es probable que Low haya descubierto el canal Magdalena y lo empleara como vía de entrada al estrecho de Magallanes por la boca occidental, una ruta que después utilizaron la mayoría de las embarcaciones.

William Low fue protagonista en Malvinas de un episodio conocido como la rebelión de los gauchos, el 26 de agosto de 1833, año que coincide con la ocupación de aquellas islas por Gran Bretaña. Hasta el día de hoy, no están claros los motivos que indujeron a matar a cinco miembros de la colonia, entre estos al encargado Matthew Brisbane. El lobero escocés, que se había ocultado en otro lugar de la isla, retornó a mediados de septiembre al lugar de los hechos, enfrentándose a tiros con varios de los asesinos. Meses después, el buque de guerra británico Challenger tomó el control de Malvinas. En esta condición, le sorprendió la llegada al archipiélago de la goleta Adventure (ex Unicorn) el 6 de febrero de 1834. Fue contratado por el teniente Wickham para servir como piloto de su antigua nave, retornando al estrecho de Magallanes el 23 de mayo. El 9 de junio de 1834 tanto el Beagle como la Adventure, abandonaron Puerto del Hambre, saliendo del estrecho por el canal Magdalena, recalando el 30 de junio, en  Chiloé.

Ultimos años

En el libro de Alvarez Saldivia se consigna que posiblemente, William Low se estableció en Achao donde se habría casado con una mujer llamada Rosa Aguilar, con quien tuvo al menos dos hijos, Guillermo y Rosa Low Aguilar, nacidos en una fecha cercana a la muerte del padre. Rosa casó a su vez, con Juan José España Cárdenas, el 3 de agosto de 1862 en Castro, y, Guillermo con Rosa Garay, dando origen a la familia Low Garay, diseminados actualmente en Magallanes y en la Patagonia argentina.

En tanto, de William Low sabemos que en los últimos meses de 1834 junto con seis marineros exploró los canales e islas del sur de Chiloé y el archipiélago de las Guaitecas. Por de pronto, el 24 de noviembre, con Low a bordo, el Beagle zarpó de San Carlos de Ancud para cartografiar la costa occidental de Chiloé y el archipiélago de los Chonos. Después de realizar esta misión, los científicos británicos se dirigieron a Valdivia y desde allí, emprendieron el viaje de regreso a Inglaterra, el 5 de febrero de 1835.

Las hazañas de Low fueron consideradas por Bernardo O’Higgins y por la prensa de la época para sugerir su nombre al gobierno del Presidente Manuel Bulnes y de este modo, comenzar la colonización en el estrecho de Magallanes. Sin embargo, Low murió prematuramente en Chiloé, aunque no está claro si el deceso ocurrió en 1841 ó 43.

Un 22 de mayo de 1843 zarpaba la goleta Ancud con destino al estrecho en una travesía que duró cuatro meses. Armando Alvarez sostiene en su investigación que si el capitán Low hubiera tomado parte de la expedición, habría evitado navegar por los canales prefiriendo como buen navegante el mar abierto, decisión que hubiera recortado seguramente, el tiempo de navegación y los contratiempos padecidos por su heroica tripulación.