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Irresponsabilidad humana con los animales en Punta Arenas

Por Emilio Boccazzi Campos Lunes 21 de Agosto del 2023

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Punta Arenas y sus habitantes, han o hemos mostrado desde ya hace varios años un problema de descontrol e irresponsabilidad para con los animales (por cierto, con la excepción de cientos o miles de personas responsables y conscientes de su rol humano que incluye el cuidado y la tenencia responsable de animales).

Lo anterior, se denota fácilmente con la enorme cantidad de perros dispersos y “largados a la calle” por la ciudad, de otros cientos o miles abandonados por sus ex amos (si así se pueden llamar) en el periurbano de Punta Arenas, transformándose con el abandono y descuido de los humanos en perros asilvestrados o “baguales”. Por otro lado en estos últimos 5 ó 6 años han comenzado a ser parte de la escena diaria, decenas de caballares circulando por cualquier arteria urbana de la ciudad, con el consiguiente peligro para los mismos animales y para cualquier conductor, con mayor razón en una ciudad atiborrada de autos (con la tasa vehicular más alta de Chile).

El panorama no es muy alentador en esta materia. Junto al descuido de una importante cantidad de habitantes, que no asume su responsabilidad para con las mascotas o animales de potrero, al no asegurar su permanencia en sus sitios o propiedades, la no esterilización de canes masiva y autoobligada para no contribuir a  aumentar el problema y/o el soltarlos a la calle desenfrenadamente, han hecho que el mucho o poco esfuerzo que han puesto las autoridades, sea vano y el problema claramente no vaya resolviéndose, sino que al revés se agrava con consecuencias cada vez más nefastas en un gran número de materias.

En el caso de los perros abandonados en la ciudad, la propia condición de esos animales, que deben comer de donde puedan, desperdigando cuanta bolsa de basura encuentren, provoca un problema adicional de afectación ambiental (suciedad en el aire, con plásticos y residuos por cualquier parte), las peleas de los propios animales cuando se dan los momentos de “celo” de las perritas, hace que los animales menores saquen la peor parte al ser agredidos por los animales de mayor tamaño. La posibilidad cierta y latente de contraer “hidatidosis” por parte de niños o de cualquier ser humano, al facilitarse el ciclo, con el consumo de vísceras ovinas afectadas por parte de los canes obtenidas de cualquier bolsa de basura y luego las fecas de los perros en cualquier arteria, parque, patio o espacio urbano constituyen la receta perfecta para articular el ciclo de la enfermedad.

La imposibilidad o extrema dificultad que además se agrega como problema derivado, como lo es la libre y tranquila circulación peatonal de los adultos mayores (donde tenemos un grupo creciente), que fácilmente pueden ser presas de perros agresivos o rabiosos, las mordeduras a niños y adultos, la propagación de basura y enfermedad, son lo visible a diario y hablan muy mal de nuestra ciudad y su comportamiento.

En el caso de los perros asilvestrados por abandono, la escena de peligro es aún mayor en los perímetros de la ciudad, constituyéndose en una amenaza sobre los humedales y sus aves, en los animales de pastoreo de los habitantes del periurbano y, pudieran llegar a ser letales para cualquier persona que circule por sus “nuevos hábitats”. La gente que “bota” perros en los extramuros de la ciudad, genera una bomba de racimo con innúmeras
consecuencias.

Por otro lado, después del inicio y consolidación del programa “Yo aperro” (2010) y luego con la construcción del Canil Municipal (2014) y el programa de Esterilización Masiva Municipal con recursos F.N.D.R. (2015), no se aprecian acciones consecutivas que consoliden una preocupación mayor que vaya progresivamente considerando éstas y otras variables, que signifiquen una ocupación verdadera o profunda con la temática.

La ciudad y sus habitantes, en especial, quienes si tienen consideración con sus mascotas, lloran un cementerio para éstas, con dispositivos de cremación, de manera de poder considerar todos los formatos y la optimización de los espacios y terrenos. La gente amante de sus mascotas ha debido improvisar en el borde costero sur un cementerio precario que es preciso recoger como demanda a satisfacer en un mediano plazo.

La imagen que dejamos como ciudad en estos aspectos son poco alentadores y lo más importante, más allá de lo que piensen y como nos vean otros, en otras latitudes; es como nos sentimos al constatar que tenemos un comportamiento animal, con el respeto de los animales, que nos aleja de nuestra condición “de ser”, seres humanos pensantes y sintientes.