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Lunes 28 de Agosto del 2023

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Por Emilio Boccazzi Campos
Arquitecto

Hoy domingo 27 de agosto (ayer) escribo la columna más triste y más importante de mi corta carrera como columnista de opinión. Ha partido de esta vida mi madre. Por lo tanto, me tomaré la licencia de columnista sin censura, de este el decano diario de nuestra Patria Chica, como lo es La Prensa Austral y El Magallanes, para escribir de ti, Elba Ester Campos Muñoz.

Llegaste a la vida cuando despuntaba el año 1945. Los sonidos y el desastre de la gran guerra comenzaban a silenciarse. Llegaste en la Punta Arenas pequeña y familiar, donde el Cerro de la Cruz, el barrio San Miguel y el barrio Croata conformaban la Punta Arenas de aquella época. Perteneciste a los dos primeros. Tus abuelos Isolina y Manuel habían llegado al Cerro de la Cruz en 1914. Luego tus padres Laura y Héctor mis abuelos, abrieron hogar en el barrio San Miguel, arriba donde Independencia llega a su cima. Viviste la niñez cálida y formativa de tus padres, especialmente de nuestra enorme abuela Laura, la Ita. Tu padre Héctor, el “Tata”, navegaba las aguas de Chile, la Patagonia y Argentina, radiotelegrafiando para la Marina Mercante, por lo que la crianza, la llevó dulce pero férreamente mi gran abuela, para sacar adelante a sus cuatro hijos, Héctor, tú, Laura y Alejandro, mis tíos.

Caminabas como todos los niños y niñas de aquella época para llegar al colegio: María Auxiliadora en tus estudios básicos y el Liceo de Niñas de joven, eran tu destino diario. Un par de miles de veces bajaste y subiste la Independencia y la Avenida Colón. Con nieve, viento o lluvia. Así lo hacían los niños de aquella época. No había transporte escolar.

Luego tu belleza y aplomo fueron apareciendo. La laguna de patinar, el gimnasio o el cine fueron los panoramas, que prontamente los cambiaste cuando te fuiste ilusionada a vivir lejos de tu tierra. Caminaste en tu corta juventud las callecitas de Buenos Aires. Volviste con tus dos pequeños, mi hermano Horacio y quien escribe, el año 1971. Teníamos casi 2 y 5 años. Recuerdo ese largo día de regreso a tu tierra, tu refugio, nuestro hogar.

Aquí encontraste o se reencontraron con tu amor de juventud, Betoto, quien se transformó en nuestro padre. Pronto llegó nuestra enorme hermana Ximena, la más chica, pero la más grande. Nos hicimos puntarenenses hasta las entrañas. Hicimos vida en la recorrida y antigua calle Chiloé. Te dedicaste de pleno, a nuestra crianza y cuidado. Fuiste la compañera de nuestro inquieto y popular “viejo”. Lanzaste la primera bola, en la inauguración del primer bowling de la ciudad, como lo fue el Ñandú al comienzo de los ‘70. Fue una infancia hermosa, sencilla, familiar, de amistad, picnics domingueros en la Reserva Forestal o en San Juan, como estuviera el clima.

Luego cuando ya crecíamos, te integraste como enfermera voluntaria a la Cruz Roja de Magallanes, de gran presencia y acción en aquella época. Eran tiempos de poca riqueza, de mucho voluntariado, sin mayores subvenciones ni convenios. Fuiste la enfermera del barrio y de los abuelos de aquella época.

Cuando la dictadura oprimía, se comenzaba a perpetuar y a evidenciar su mala huella, iniciaste tu vida partidaria en la Democracia Cristiana en los albores de los ‘80. En esos tiempos no se repartía nada y se arriesgaba todo. Con la unión y temple de las mujeres de Chile, fuiste junto a mujeres radicales, socialistas y comunistas, parte de Mudechi (Mujeres de Chile). Eran tiempos de mística, unión y necesidad. Recuerdo, que cuando venía de vacaciones de mis estudios en el norte, me pedías te llevara a distintos lugares de reuniones clandestinas o secretas en Playa Norte, Gobernador Viel o el Río de la Mano, de lo que recuerdo como incipiente taxista ocasional. Todo era discreto y peligroso.

Cuando la democracia retornó, como buena contraria a la corriente, te alejaste y no estuviste para las jornadas de reparto. Te fuiste junto a mi viejo a vivir al norte. Luego de unos pocos años, dijiste “El norte es sólo para ir a pasear”. Era la mitad de los ‘90, y tu antiguo camarada, Gabriel Vidal (Q.E.P.D.), te dio la oportunidad de ser parte del Ministerio de Educación, donde laboraste por espacio de casi 25 años. Fuiste dirigente de Andime, la organización de los trabajadores de dicho Ministerio. Pero ante todo sé y he sentido que fuiste una buena compañera de trabajo, lo he visto y sentido en estas últimas horas. No tuviste educación superior, pero fuiste una gran lectora, por lo que escribías y redactabas mejor que muchos con más formación académica.

A fines de los ‘90, ocupaste el cargo de consejera regional de Magallanes y Antártica Chilena, por un periodo, donde demostraste prudencia y sabiduría de mujer templada y madura.

Tus hijos te recordaremos siempre con tu templanza, sobriedad, cariño, amor y formación que nos entregaste. Tus 12 nietos te recordarán siempre como la “Bueli” piola y cariñosa. Tus bisnietos te lloran, especialmente la Antonia con la cual expresaste en acción todo tu amor. Te vas mamita y viene otra bisnieta en el vientre de la Mile, mi sobrina. Vuela alto con Betoto nuestro viejo, o aceleren en la larga recta del infinito. Te amo.

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