Nunca más … hoy más que nunca
Durante los cincuenta años que han pasado desde el golpe de Estado de 1973, muchas personas e instituciones han alzado la voz para decir “nunca más” a los dolores y sufrimientos que significó el acontecimiento que conmemoramos. También hoy son muchas las voces que surgen desde el Estado, desde distintos sectores sociales y políticos, y también desde las instituciones armadas, que dicen “nunca más” a la ruptura de la democracia y a las violaciones a los derechos humanos, y eso está muy bien, pues es hacer memoria mirando al futuro.
También, desde los primeros días después del golpe de Estado, la Iglesia ha estado junto a las víctimas de lo sucedido, acompañando dolores, sanando heridas, buscando personas desaparecidas, ayudando con los medios que disponía, ofreciendo su servicio al diálogo, al reencuentro y la reconciliación. Como señala el obispo de Punta Arenas, Oscar Blanco, en su carta “Memoria y Futuro”, que hemos ido comentando en esta columna: “También hoy, siguiendo al Señor Jesús, queremos permanecer como los servidores de nuestro pueblo que necesita hacer memoria para que ‘nunca más’ y dar pasos de un verdadero reencuentro que permita avanzar juntos construyendo nuestra historia con esfuerzo, con gozo y esperanzas compartidas”.
Lo que importa es que el “nunca más” sea fecundo, por eso, señala el obispo de Punta Arenas: “Es muy importante decir ‘nunca más’, pero para que sus frutos sean perdurables debe ir acompañado de decir ‘siempre sí’ a lo que nos permite caminar juntos construyendo el hoy y el futuro”. Esa es la oportunidad que tenemos “hoy más que nunca”.
En un compromiso que involucra a todos los actores sociales, el pastor de la Iglesia en Magallanes señala: “Junto con el nunca más a la ruptura del sistema democrático, tenemos que afirmar hoy más que nunca el compromiso en la defensa y profundización de la democracia y la participación ciudadana. Junto con el nunca más a la violencia de cualquier tipo en la política, tenemos que afirmar hoy más que nunca el compromiso de respeto al estado de derecho y al diálogo como la forma de la vida política”.
Los dos ejes fundamentales de un “nunca más” fecundo son el cuidado de la democracia y un serio compromiso en el respeto a los derechos humanos. Señala el obispo Oscar Blanco: “Junto con el nunca más a las violaciones a los derechos humanos, sea por parte del Estado o de cualquier grupo o institución, tenemos que afirmar, hoy más que nunca, un renovado compromiso en el respeto de la totalidad de los derechos humanos de cada persona, y en el fortalecimiento de la educación en el respeto de esos derechos y sus respectivos deberes”.
Un “nunca más” fecundo requiere, también, enfrentar la apatía social de muchos, por eso, “junto con el nunca más a la pasividad o indiferencia ante las injusticias y la corrupción, tenemos que afirmar, hoy más que nunca, el compromiso de una honesta búsqueda de justicia social -especialmente para los más pobres y vulnerados de la sociedad- como base del bien común”.
En una memoria que mira al futuro es decisiva la educación democrática de las nuevas generaciones, y señala el Obispo de Punta Arenas: “Hoy más que nunca es necesario explicar a las nuevas generaciones -que no vivieron los años de la dictadura o eran niños- que la posibilidad de terminar con la injusticia social depende de que vivamos en condiciones de libertad, y que ello supone tener derechos y sus deberes correlativos (…) Hoy más que nunca tenemos que ser capaces de mostrar a las generaciones jóvenes de nuestro país que no se consigue una sociedad más justa con rabia, resentimientos, rencores y venganzas. Ciertamente, podemos ser un país mejor para todos, pero si no asumimos, hoy más que nunca, las convicciones democráticas y un renovado compromiso por los derechos humanos de todos los chilenos, existe la triste posibilidad de que se vuelva peor, y entonces puede ser tarde para lamentarnos”.
La conmemoración de los cincuenta años del golpe de Estado de 1973 es un llamado a la responsabilidad de todos en el cuidado de la democracia en el país que somos y queremos seguir siendo, dando pasos en la sanción de las heridas, aprendiendo a convivir democráticamente en nuestras diferencias y aportando desde ellas a una patria que sea buena para todos.