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Carlos Parra: un sobreviviente de la bohemia magallánica de aquellos años

Viernes 15 de Septiembre del 2023

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Llegó para reencontrarse con los viejos amigos, pero también con los recuerdos y la nostalgia.

Alejandro Salazar Carrera
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Agosto fue mes de desafío y reencuentros. Desafíos por eso de que hay que pasar agosto, y reencuentros, porque no fueron pocos los viejos artistas magallánicos que, afincados en otras tierras, llegaron a ver qué estaba pasando en su amado terruño.

Carlos Parra es uno de esos “sobrevivientes”, esos que protagonizaron eternas noches de canturreo y tertulia en locales que hoy sólo quedan atesorados en los recuerdos.

Hace 11 años razones familiares y laborales, confiesa, lo hicieron buscar nuevos rumbos, tal como en 1986 lo había hecho cuando salió de Temuco para llegar con su guitarra a Punta Arenas.

Sin embargo, las amistades que marcan, los afectos que permanecen y los recuerdos de aquellas noches infinitas, son más que suficientes para sentirse magallánico.

Los recuerdos son muchos y cuesta ordenarlos. El punto de partida es una presentación en el Roca Pizza (Roka o Rokka para algunos), extinto local de calle Bories, donde muchísimos cantores se estrenaron frente al público. “Me acuerdo de Filiberto Aguilar, del productor Esteban “Chepo” Sepúlveda, de Manuel Lagos, Alvaro Muñoz, de Marcos Larrañaga y, como no, de nuestro humorista Miguel Angel Centella. Fueron noches hermosas y que de alguna manera se truncaron con el incendio que terminó con el local. “Fue una gran pérdida, porque era el local del momento, importante para la época, porque nos entregaba el espacio para mostrar nuestro trabajo y nos permitía expresarnos en un momento complicado”.

Con esto último se refiere a los años de dictadura, donde para los cantores poco cercanos al régimen era a lo menos complicado tener un espacio. “A nosotros nunca nos pasó nada, aunque sí hubo visitas y amenazas de cosas que afortunadamente nunca se concretaron”, señaló Parra.

Luego sería el tiempo de El Fogón, en calle O’Higgins; el Garogha, en Bories; y El Barbados, en Avenida España.

En Santiago

Siempre de perfil bajo, fueron pocos más allá de sus cercanos quienes supieron que en 2012 partió a Santiago para quedarse.

Allá junto con su actividad comercial (corredor de propiedades) mantiene su pasión por la música. Siendo un Parra no podía ser de otra manera. Cuenta que al menos hasta la pandemia se mantuvo en los escenarios junto a familiares. Algunas giras con Violeta Parra Troncoso, hija de Lautaro Parra (hijo de Nicanor), con el proyecto Los Desparramados, y una que otra presentación en solitario.

De su relación con la emblemática familia, destacó la figura de Roberto Parra León (sobrino de Violeta, guitarrista de Tito Fernández), quien fue el productor del casete que grabó en 1993.

También tiene palabras de admiración con Los Jaivas, a los que fue a ver en una reciente presentación por sus 60 años de trayectoria. “Fue emocionante cuando Claudio (Parra) recordó a mi tío abuelo Ramón Parra Román, quien fue concertista en piano y los impulsó en la música cuando junto a sus hermanos apenas eran unos niños”, señala.

Ya no queda bohemia

Carlos dice que en este paso por Magallanes, por lo que vio y conversó, se dio cuenta que la “bohemia ya no existe. Se perdió todo eso. Es que ya no se vive como antes, son otros tiempos; pero no se crea que eso ocurre sólo aquí, porque allá en Santiago y en otras ciudades también pasa”.

Agrega que ese fenómeno no tiene que ver con las personas, con las costumbres y la edad que va pasando la cuenta sobre todo a la hora de trasnochar, sino que con el ambiente, la modernidad y de lo diferente que hoy transcurre la vida.

Sobre su futuro, dice que “me gustaría decir que volveré, pero es difícil. Si pudiera hacerlo regresaría mañana mismo… pero, como va esta vida, uno no puede decir nunca jamás”.

Una anécdota
de “Parra”

Entre las muchas anécdotas que cuenta Carlos Parra, destaca una, que le truncó su sueño de tener su propio local.

“En esa época (80 y 90) había una construcción en el Parque María Behety y yo me las arreglé para quedarme con la concesión. Ilusionado comencé a trabajar y a mejorarla, llevando mis cositas y preparándome para el gran estreno. Pero, al final fue un fracaso, todo mal”.

Agrega que llegó una carta del alcalde de la época, “que decía que ¡cómo un Parra va a estar ahí!, que había que sacarlo inmediatamente o de lo contrario ese lugar se iba a convertir en un antro de comunistas. Luego de leer eso, tan rápido como llegué me fui”.