Democracia siempre
Por José Ruiz Pivcevic
Delegado Presidencial de la Región de Magallanes y la Antártica Chilena
Se han cumplido 50 años de un hecho dramático que marcó un antes y un después en la historia de Chile y dejó huellas en el mundo. Hace medio siglo la democracia caía junto a las paredes bombardeadas del palacio presidencial de La Moneda. El proyecto político que había ganado las elecciones mil días antes, como lo era la Unidad Popular, era arrasado para ser reemplazado por un régimen dictatorial que duró 17 años.
El diálogo político había fracasado. La democracia se fracturaba dramáticamente y el golpe de Estado dejaba una estela de dolor que a lo largo del tiempo sumaría miles y miles de víctimas entre personas ejecutadas, desaparecidas, encarceladas, torturadas, exiliadas.
La Unidad Popular, que alcanzó el triunfo en las urnas, propuso un camino al socialismo a la chilena, democrático, revolucionario y pluralista. Al igual que con otros gobiernos, cada uno podrá tener su opinión sobre lo que fue el gobierno de Salvador Allende. Pero nadie debiera justificar el quiebre de la democracia y su posterior represión, que comienza en el mismo momento que se bombardea La Moneda.
Hasta hoy, el Estado está en deuda con las víctimas de la dictadura en materias de verdad, justicia y reparación. Y es una deuda que afecta profundamente a la sociedad. Porque cuando falta o llega tardíamente la justicia por las atrocidades que se cometieron, queda la sensación de impunidad. La impunidad asoma cuando no es sancionado el actuar criminal y por tanto hace posible que el crimen se repita.
Han pasado 50 años y hay más de mil compatriotas que siguen desaparecidos. Miles de familiares siguen buscando. Cómo no pensar en ellos y ellas, que desafiando a todo continuaron escarbando hasta en el desierto la búsqueda de rastros con un coraje forjado en dolor, injusticia y sobre todo amor. Muchos y muchas de ellas se fueron sin saber dónde están. Es una herida abierta como país que también se hace presente en Magallanes y lleva un nombre: Francisco Bettancourt Bahamonde.
De las casi 1.500 personas detenidas desaparecidas sólo 307 han sido encontradas e identificadas, a veces son pedacitos de esa memoria persistente que se niega a morir. Es la fuerza de hombres y mujeres que claman contra el olvido. Es esa la persistencia de sus familias y agrupaciones que mantuvieron viva esa llama de justicia aun cuando quisieron ponerle punto final. Su lucha fue a pesar del Estado, no gracias al Estado buscando.
De ahí la relevancia del Plan Nacional de Búsqueda que presentó el Presidente Gabriel Boric, porque será el Estado el que asumirá la responsabilidad de la búsqueda, asignando recursos, aportando medios tecnológicos para abordar esa tarea que nos lleve a buscar más verdad y justicia. Porque quienes violaron los derechos humanos fueron agentes del Estado y el Estado debe hacerse cargo.
En Magallanes fueron miles las personas arrestadas por motivos políticos a partir de 1973. Eran jóvenes estudiantes del liceo y la universidad, que de un día para otro faltaron a clases. Unos primeros, otros después. Pasó en las oficinas públicas, en las industrias, en los campos. Las personas ya no estaban.
Quiero resaltar el rol de las mujeres. Porque al igual que los hombres fueron detenidas y torturadas en distintos lugares de la región, sometidas a las peores formas de violencia. Mientras que otras mujeres y familiares de los prisioneros mantenían a sus hijos, ayudaban a las familias que quedaron desprotegidas sin ingresos. Fueron las mujeres las que construyeron las primeras redes de solidaridad, organización y protesta contra el régimen. Vaya un reconocimiento a todas ellas.
Pero de esta trágica experiencia debemos aprender que la democracia debe ser siempre cuidada. Nunca darla por ganada. Debemos asumir y actuar en consecuencia de que los conflictos -por complejos que sean- siempre deben resolverse con más democracia, nunca con menos y jamás sin ella.
Cuidar la democracia es un desafío de todos los días, más aún cuando la irrupción de nuevas corrientes nos muestra la importancia de reflexionar sobre los riesgos y amenazas que acechan nuestra convivencia. Necesitamos renovar como país nuestro compromiso democrático. Quiero hacer un llamado transversal a rechazar el negacionismo: ocultar la historia o tergiversarla no aporta a la convivencia democrática, no contribuye a un mejor futuro.
A 50 años del golpe civil y militar, decidamos ser un país donde las crisis se enfrenten con diálogo y busquemos resolver nuestras diferencias sin dañarnos ni perseguirnos. Les invito a que este no sea sólo un acto protocolar, sino que lo conversemos con nuestras familias y amistades e imaginemos todo lo que podemos crecer como país con una democracia robusta que nos conduzca a un Chile más próspero.
Democracia es memoria y futuro. La memoria es fundamental para entender y aprender de nuestra historia. Y la democracia permite procesar nuestras diferencias por la vía institucional y sin violencia. Son la base para consolidar una sociedad que se proyecta al futuro valorando su pluralidad.
El pueblo tiene derecho a la memoria, y el Estado tiene la obligación de generar las condiciones para que ese derecho sea ejercido. Eso es lo que estamos haciendo, porque lo contrario es el olvido y en el olvido nada se aprende.
Hoy, sobre el 70% de la población del Chile no había nacido cuando ocurrió el golpe de Estado. Muchos de quienes vivieron esa tragedia y luego lucharon por la recuperación de la democracia no vieron los frutos de sus luchas por la paz y la dignidad de Chile. Esto es una posta, nos corresponde continuar lo que otras y otros iniciaron, que ante la imposición de una cultura de la muerte, hicieron posible que la vida continuara.
Hoy esperamos que todas las miradas de respeto, tolerancia, encuentro y diálogo confluyan en una sola palabra: Futuro. Y el futuro es con memoria, justicia, reparación y la convicción firme de no repetición. Democracia siempre.