Aumento de la delincuencia y la violencia
El crecimiento demográfico y la transformación social y cultural de Magallanes traen aparejados tanto beneficios como situaciones poco confortables y preocupantes.
Una de estas últimas es el aumento de la delincuencia y de la violencia. Esto no sólo tensiona a las policías y a la capacidad investigativa de la Fiscalía, sino que impone a tribunales y, luego, al sistema carcelario un estrés adicional por el mayor número de formalizaciones y de causas judiciales.
Las estadísticas están siendo bastante claras en que, entre muchos delitos, el tráfico de drogas es aquel que está trastocando más el normal desenvolvimiento de nuestra comunidad e impone mayores desafíos.
Además de hipotecar el futuro de nuestros jóvenes y de poner en riesgo la seguridad y la vida de los magallánicos, el contrabando de todo tipo de sustancias psicotrópicas y estupefacientes ha hecho de Magallanes una zona consumidora y, a la vez, de tránsito de droga por su condición limítrofe y sus vastas fronteras. Dicho de otra manera, nuestra región es hoy atractiva para las organizaciones delictivas y, por ende, está siendo normal que los procesos persecutorios de las policías y la Fiscalía concluyan en decomisos millonarios y en arrestos masivos de integrantes de estas redes.
Es, precisamente, esta arista la que está complicando a otros actores: Gendarmería y el sistema carcelario. En efecto, el director regional de la entidad ha sido claro en develar este cuadro poco auspicioso y que está poniendo en jaque a las capacidades de esta institución.
Según lo publicado en nuestra edición de ayer miércoles, Magallanes llegó a una cifra histórica de detenidos en las cárceles, con 523 internos, de los cuales 426 están en el complejo penitenciario de Punta Arenas.
Para dimensionar aquello, cabe remarcar que la capacidad de la cárcel puntarenense es de 421 personas, amén de observar la precariedad de los centros de detención que tienen las capitales de las otras provincias.
A esto se agrega el problema expuesto por años sobre la necesidad de contar con dependencias adecuadas para las internas, cuestión que, en parte, quedará resuelta con el nuevo módulo de mujeres.
La tendencia delictiva, más allá de las campañas de prevención y esfuerzos policiales, está clara y resulta bastante obvio que seguirá tensionando a Gendarmería y al sistema carcelario. Se trata de otra arista de males que quisiéramos extirpar, pero que, por diversas razones, siguen enraizándose en nuestra comunidad. Cabe esperar que las autoridades involucradas también tengan en carpeta proyectos que permitan respaldar el trabajo de los gendarmes y, a mediano plazo, dar una respuesta eficiente y eficaz a este nuevo problema.