El escritor Manuel Andrade Leiva (Mandradel) a propósito de la reedición de su libro de cuentos “Pa…thagon”
Hace sólo unos días, la editorial de la Universidad de Magallanes que dirige el académico y escritor Oscar Barrientos Bradasic, nos compartía la buena noticia que después de ochenta y cinco años, se reeditaba una obra literaria que a estas alturas, entraba en el terreno mítico de nuestra literatura, tanto por la personalidad del autor como por el contenido del libro.
“Pa…thagon”, es un conjunto de historias y anécdotas reunidas en un volumen de once relatos. Para la primera edición, el texto terminó de publicarse en los talleres gráficos de la prestigiosa editorial Tor, en Buenos Aires, Argentina, el 19 de noviembre de 1938. Era la segunda publicación en formato libro del autor. Tres años antes, en 1936, la imprenta “La Nacional” había editado un tomo de quince narraciones breves con el título de “Los tres puntos”. El pequeño texto incorporaba un prólogo escrito por el recordado periodista José Kramarenko Dawner (Pepe Barquillo) además, de una ilustración de portada a cargo del conocido cronista y dibujante José María Robledano (El Caballero Andaluz). En la parte inferior derecha se podía identificar el nombre del autor: M. Andrade L. juego de letras que perfectamente podíamos leer de corrido como “Mandradel”, que como sabemos, era el pseudónimo preferido de este escritor.
¿Quién fue Manuel
Andrade Leiva?
Antes de comentar esta nueva edición de “Pa…thagon”, creemos que es absolutamente necesario referirnos a su autor. De partida no existe claridad con respecto a su fecha de nacimiento ni tampoco, del año exacto de su fallecimiento. Ernesto Livacic Gazzano en la página 80 de su “Historia de la Literatura de Magallanes” nos asegura que Andrade Leiva nació en Chiloé en 1896. En cambio, el profesor de castellano Julio Ramírez Fernández en la página 39 de la semblanza que antecede a la presentación del cuento “El Tumbero”, incluido en la selección de doce autores que realizó para la publicación del libro editado por el Centro de Escritores de Magallanes, en octubre de 1952, “Antología del cuento magallánico” nos señala que Andrade Leiva “nació en Castro, el 5 de abril de 1906, que estudió en un liceo de Puerto Montt y que comenzó a escribir desde muy joven”. Tampoco existe consenso sobre las causas de su muerte o detalles que nos aclaren con certeza, el porqué de su fallecimiento. Casi todos los estudiosos de nuestra literatura entre ellos, el propio Livacic e incluso Carlos Vega Delgado en su estudio recopilatorio “Mandradel el chilote”, (1993) nos aseguran que el narrador castreño murió en 1963. Sin embargo, investigaciones recientes señalan, principalmente las indagaciones llevadas a cabo por integrantes del Centro de Estudios de Última Esperanza que lidera Nelson Alvarez Vera, que Manuel Andrade Leiva falleció en Puerto Natales en 1966, de modo que los rasgos biográficos de este escritor aún no han sido dilucidados como corresponde.
De acuerdo con el prefacio que le dedica el mencionado José Kramarenko a su primer libro, “Mandradel” era un periodista de oficio, que redactaba artículos a veces irónicos, en otras, amargos, pero siempre honestos, y esa cualidad se reproducía en su trabajo de ficción, como se desprende de la siguiente observación:
“Mandradel el laborioso creador de esta magnificencia que es ya una aureola tangible, enfrentándonos con relatos un poco fantásticos, un poco imaginados, un poco increíbles, pero vividos en la plenitud de esta Siberia y relatados en los corrillos, al calor del fogón o de la fogata, por él o por otros, mientras la gran manada blanca se estrechaba para animarse como se animan los hombres en las grandes soledades para darse valor”.
“Los tres puntos” contiene los relatos “La niña que nunca se reía”, “El hombre que peina diariamente a su muerta”, “El hombre que se creía árbol”, “¡Aquella música evocativa!”, “La venganza de Truco”, “Y se entregaba llorando”, “La carta inoportuna”, “El impostor”, “La Chule, la mujer que siempre camina”, “Esto no es miedo; es susto”, “El barómetro humano”, “Murió en su propio ataúd”, “Un patrón gaucho y demasiado cortés”, “La flor del hielo”, más el título que abre el volumen y que origina el nombre del libro, “Los tres puntos”.
Al año de la aparición de este trabajo, Mandradel publicó en la mencionada imprenta “La Nacional” un texto de crónicas de viaje a manera de opúsculo, denominado: “Chiloé visto a vuelo de pájaro, por uno de sus hijos”, que más se asemeja a una oda escrita para exaltar los valores y la cultura del pueblo chilote, como se desprende de estas líneas:
“Chiloé posee el mejor elemento humano. ´Es esa la reserva de la Patria´, ha dicho Víctor Domingo Silva, y es la verdad. Bajo la más humilde y modesta caparazón de un chilotito cualquiera, se esconde un alma grande, una voluntad firme y una predisposición y sufrimiento especial para el trabajo, siendo por otra parte, el más disciplinado”.
Para apreciar y dimensionar el estilo y las temáticas que circundan las tres obras que se conocieron de Mandradel, debemos en primer término, comprender que dichos trabajos literarios se editaron en momentos en que Magallanes experimentaba profundas transformaciones políticas, socioeconómicas y culturales. Por de pronto, el antiguo territorio se había convertido en provincia, lo que equivalía a que los habitantes australes podían ahora, escoger libremente a sus representantes en los municipios, para servir en el congreso nacional, o para ejercer la presidencia del país.
A las libertades cívicas, se agregaron como corolario natural, la creación de partidos políticos como el Regionalista, el Socialista y la Legión Cívica de Magallanes, todos nacidos en 1932. Otras colectividades más antiguas, como radicales y comunistas, se vieron en la obligación de refundar sus coaliciones y readecuar sus programas doctrinarios a las necesidades y demandas más urgentes, que para ese entonces, exigía la provincia.
En paralelo, surgía en Magallanes una importante actividad radiofónica que sintonizaba plenamente con las expectativas de la ciudadanía. Sólo en Punta Arenas, las radioemisoras –el internet de la época-, “Austral” y “La Voz del Sur”, concentraban los anhelos de la mayoría de la población que veían a las nuevas tecnologías como una forma efectiva de terminar, o al menos reducir, el histórico y endémico aislamiento geográfico que padecía el austro chileno.
Además, hacía un tiempo que se había materializado el sueño de Arturo Merino Benítez de abrir con su histórico viaje en el verano de 1930, una línea aérea que conectara a Magallanes con Chile y el mundo. Recordemos que a fines de ese año con un par de hidroaviones se inauguró el grupo N°6 de aviación que, posteriormente, dio origen al Club Aéreo de Magallanes, institución señera de los cielos australes cuyos primeros pilotos, Carlos Fischer, Tomás Saunders, Enrique Abello, Franco Bianco, entre otros, fueron con sus pequeños aviones, los estafetas que llevaban la correspondencia a los lugares más apartados de la provincia, evacuaban a los enfermos y trasladaban a los trabajadores aislados en la dura estepa magallánica.
Mandradel y sus personajes literarios pertenecen a esa época de nuestra historia que nos describe, como buen carpintero que fue, el trabajo rudo de campesinos y peones, -en su mayoría chilotes-, que prestaban servicios en los diversos puestos de las estancias que la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego había diseminado en la Patagonia tanto chilena como argentina.
En lo puramente literario, Mandradel al igual que Rosa de Amarante, Esteban Jaksic Rakela y Santiago Pérez Fanjul, sólo por citar algunos ejemplos, responde a una renovación en el medio escritural de Magallanes, que surge después de las llamadas fiestas del cuarto centenario en 1920, y que coincide con la influencia ejercida por Gabriela Mistral por medio de su trabajo como directora del Liceo de Niñas y de su ímproba labor docente en el desarrollo de la enseñanza nocturna para obreros y mujeres trabajadoras. Asimismo, varios elementos confluyeron para que aparecieran estos nuevos valores culturales. Al desempeño mancomunado del Centro Pedagógico y la comisión de alcaldes de Magallanes en la aplicación de la ley de instrucción primaria obligatoria, se agregó el esfuerzo de escuelas y liceos del territorio, para fundar talleres literarios y crear revistas de divulgación cultural como “Mireya”, Germinal” o “Despertar”. A lo anterior, debemos agregar, el significativo y abundante trabajo periodístico de medios como “El Magallanes”, “La Unión”, “El Comercio”, “Chile Austral”, “The Magellan Times”, que poseían sus propios talleres e imprentas, lo que estimulaba y facilitaba el proceso de publicación de folletines, semanarios y revistas que imprimían las numerosas organizaciones que funcionaban en Magallanes en las primeras décadas del siglo XX.
Mandradel fue un producto de esta dinámica. Asentado en Punta Arenas, redactaba las notas y declaraciones que emitía la Federación Obrera de Magallanes en el diario “El Trabajo”. De allí pasó al vespertino “El Magallanes” en 1925. El periodista Manuel Ibáñez Paredes dijo que en el decano vaciaba sus inquietudes literarias y su profunda observación del ambiente.
En 1926 obtuvo un tercer lugar en el concurso literario organizado para conmemorar el centenario de la anexión de Chiloé al estado chileno. Algunos años más tarde, decidió estudiar periodismo por correspondencia. En 1930 la Universidad Interamericana de Nueva York lo diplomó con la calificación más alta de su generación. Fue el primer periodista de Magallanes en recibir su título y el noveno en todo el país.
En lo que parece ser una contradicción, a contar de entonces, a medida que su actividad en los medios escritos empieza a decrecer, se incrementa su producción literaria. Sus cuentos se publican en diarios y revistas, a la vez que se suceden los premios y distinciones. En 1935 logró un primer premio en el certamen anual llamado Semana Magallánica. Al año siguiente, consiguió un tercer puesto en el concurso dedicado al monumento del general Manuel Bulnes. La revista “Austral” lo galardonó en varias ocasiones. Incluso, después de conocerse las publicaciones de sus libros de cuentos y el texto de viajes, Mandradel obtuvo, en septiembre de 1943, un meritorio segundo lugar, -sólo superado por Francisco Coloane-, con el relato “El acarreo del gringo Johnny” en el concurso de cuentos auspiciado por el diario “La Prensa Austral”, con motivo de celebrarse los primeros cien años de la toma de posesión del estrecho de Magallanes.
Pese a las publicaciones y los éxitos conseguidos, hacía ya bastante tiempo que Mandradel había dejado de vivir en la ciudad y el trabajo periodístico dio paso a distintos oficios en estancias, como Oazy Harbour, o Sofía en Argentina. Sus ratos libres los dedicaba al ejercicio de la literatura. Mensualmente se le veía en Puerto Natales o en Punta Arenas donde aprovechaba para compartir con sus amigos escritores y periodistas.
A Mandradel se le cuenta como uno de los fundadores del Centro de Escritores de Magallanes en 1946 junto a Rosa de Amarante, Jorge Rubén Morales, Santiago Pérez Fanjul, Ricardo Hurtado Sagredo y Osvaldo Wegmann Hansen. De vez en cuando, sus cuentos fueron incorporados a alguna antología como ocurrió con la de Julio Ramírez Fernández en 1952 o la que hizo la Sociedad de Escritores de Chile filial Magallanes en 1981 con el relato, “El acarreo del gringo Johnny”.
Tal cual dijimos, en homenaje al sesquicentenario de la migración chilota a Magallanes (1843-1993) el periodista Carlos Vega Delgado efectuó una revisión en viejos diarios y revistas, donde seleccionó una serie de escritos de Mandradel que nunca se habían editado en libros. El autor ubica tres pasajes recurrentes en la obra de Andrade Leiva, “Folclore y tradición”, con los textos, “Chiloé a través de sus tradiciones”, “Un chancho brujo”, “De cómo pasé 15 días en el Puesto del Diablo”, “Porvenir” y “Vida y pasión en el hospital de Puerto Natales”; el cuentista, con los textos, “¡San Antonio milagroso!”, “Rebelde al llamado de la sangre”, “La historia de una oreja”; el periodista, con los artículos, “Magallanes, visto a vuelo de pájaro”, “Entrevista a don Hernando de Magallanes”, “Natales y sus curiosidades”, “El corazón: ¡na´ que ver!”, “Los hombres del futuro no tendrán un pelo… de lesos”, “Una cosecha rara de la humana excentricidad son estos hallazgos” y “¿Cómo se hace una poesía vanguardista?”
Precedido de un prólogo que más bien parece un estudio preliminar, Carlos Vega Delgado intercala varias citas de periodistas escritores que compartieron con Mandradel y que dan cuenta de una interesante producción bibliográfica inédita. En 1953 habría confidenciado haber terminado de escribir un tomo de diez cuentos con el título de “Extremo Sur”. En tanto, Osvaldo Wegmann contó que Mandradel tenía otros dos libros terminados; uno de ellos, sobre los gobernadores de la colonia y una novela dividida en cinco capítulos llamada, “El infierno de los hombres solos” en que se “enfoca el problema sexual de los ovejeros de las estancias perdidas en la pampa inmensa”.
Reedición de
“Pa…thagon”
Como sabemos, la impresión inicial de esta obra llevó un prólogo del aclamado escritor nacional Juan Marín (1900-1963) quien recién había sido galardonado con el premio a mejor novela por la Municipalidad de Santiago por su obra “Paralelo 53 Sur”. En uno de sus párrafos señala que en Mandradel “los temas son sencillos, con frecuencia ingenuos. Aspira a desentrañar cierta elemental mitología de las razas aborígenes poetizando sus símbolos y fabulando sus viejas e ignoradas leyendas. Tal es el caso de Pa…thagon”.
El libro contiene los textos “Flor sensitiva”, “Para chilenizar a Magallanes”, “El don Juan de las pampas”, “El cortejo fúnebre de una sola persona”, “¡Cuando se sacude con el jinete encima!…” “Preferencia…”, “Caballo blanco, el hombre que sólo se alimenta de carne mortecina”, “El misterio de tres cerros”, “Cuando caen los Zepelines”, “El hombre que se reprochaba a sí mismo” y el texto que abre el volumen y otorga el título al libro, “Pa…thagon”.
A nuestro juicio, “Pa…thagon” es uno de los primeros textos producidos por nuestra literatura magallánica que se adentra exclusivamente en retratar y recrear el ámbito de la ruralidad en el austro, con sus particularidades, sus personajes, anécdotas y situaciones, los que muchas veces han sido omitidos por los estudiosos y críticos literarios. En este sentido, Mandradel es pionero en mostrarnos en pleno apogeo de la industria ganadera de Magallanes, a contar del discurso elaborado de la ficción, pormenores de gauchos, arrieros, puesteros, peones, tumberos, mercachifles, con sus hablas y códigos.
En el libro tenemos varios ejemplos de lo que hablamos. En el cuento “Cuando caen los zepelines”, Mandradel nos describe la atmósfera que circunda la vida campesina cuando se percibe la llegada de alguien desconocido en las faenas ovejeras. Se trata de alguien misterioso que todos esperan ansiosos. Es el contrabandista o vendedor ambulante clandestino de alcohol que nutre a los peones de vino barato, grapa, pisco u otros brebajes producidos en Argentina. El nombre zepelín o zepelinero fue adoptado luego de conocerse la caída del famoso dirigible alemán “Hindenburg” en mayo de 1937, de allí viene el dicho “caen los zepelines”.
“Pa…thagon” fue impreso en Gráfica Metropolitana.