Necrológicas

Vacaciones

Por Marcos Buvinic Domingo 28 de Enero del 2024
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Para muchas personas resulta evidente que los meses de enero y febrero son meses vacacionales, y “salir de vacaciones” es uno de los más poderosos rituales del verano; pero para todos no es así, hay personas para quienes éstos son los meses de trabajo más intenso, como sucede en nuestra región, con las personas que trabajan en los diversos servicios vinculados al turismo.

Evidentemente, nadie discute el sentido, el valor y la importancia de tener un tiempo de vacaciones. Todos sabemos que no descansar adecuadamente puede acarrear problemas físicos y psíquicos muy importantes. La falta de descanso afecta de forma directa la vida personal, familiar y productiva de las personas.  El estrés, las tensiones laborales, andar corriendo apurados de un lado para otro, todo eso afecta nuestra calidad de vida si no sabemos parar y recrearnos. Porque de eso se trata en las vacaciones, de re-crearnos, de ser dueños de nuestro tiempo, de hacernos de nuevo a través del descanso, de la contemplación de la belleza y del crecimiento en las relaciones de amistad y familiares.

Quizás, nos hace bien tener una perspectiva más histórica en este importante tema de las vacaciones, y darnos cuenta que hasta fines del siglo XIX ni siquiera existía la idea de las vacaciones. Sólo los ricos y grupos privilegiados tenían tiempo libre y medios para viajar y disfrutar en balnearios y exclusivos centros vacacionales. A comienzos del siglo XX, con el desarrollo del movimiento obrero y del sindicalismo comenzó la presión social por introducir limitaciones a la jornada laboral y tiempos de descanso y, también, algunos economistas introdujeron factores sociales y humanos en sus teorías productivas y de desarrollo. Abreviando la historia, en Chile se aprobó el Código de Trabajo en 1931, en el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, estableciendo el derecho legal de las vacaciones pagadas a todos los trabajadores. Así, lo que era el privilegio de una minoría fue pasando a ser un bien al alcance de muchos y, por fin, un derecho de los trabajadores. 

¿Un derecho de todos los trabajadores? La realidad es que esto de tener vacaciones pagadas no es para todos los trabajadores, sino sólo para los asalariados, pues no incluye a los que tienen algún pequeño emprendimiento, a los comerciantes pequeños o medianos, a los pequeños agricultores, a todos los trabajadores por cuenta propia. Por cierto, también ellos pueden tomarse sus días de vacaciones, pero no son pagadas por nadie, sino que dejan de tener ingresos.

Las vacaciones son, también, un arma de doble filo. Por un lado, nos ofrecen la necesaria ruptura del ritmo laboral con sus tensiones y cansancios, una ruptura con la conexión inmisericorde a redes sociales, permitiéndonos ser dueños de nuestro tiempo. Pero, por otro lado, esa ruptura nos enfrenta a nosotros mismos y a una vida en que el estrés, el ritmo frenético de la vida cotidiana, la hiperconexión a internet y redes sociales con sus provocaciones informativas y consumistas, se han convertido en una poderosa droga que tiene atrapada a mucha gente, y que en vacaciones no se desconectan del celular y sus redes intrusivas, que se dedican a emborracharse en un frenesí ensordecedor de actividades o fiestas veraniegas, haciendo de las vacaciones algo tan agotador como el estrés laboral.

Al final, cada uno hace vacaciones como quiere, como puede, o como es capaz de regalarse a sí mismo la posibilidad de un tiempo libre, útil y necesario. Lo que está en juego en las vacaciones, aún sin salir de la propia ciudad ni viajar a los “paraísos vacacionales”, es ser dueños de un tiempo para estar consigo mismo y con los demás, y esto se puede vivir a través de rituales muy sencillos: conversar en la mesa del desayuno, apagar el celular y desconectarse de redes sociales, salir juntos de compras, hacer encuentros con amigos, cocinar juntos, arreglar un mueble, leer un buen libro o ver buenas películas, ocuparse del jardín o de una huerta casera, salir a caminar y admirar la belleza de la naturaleza, etc… En fin, descansar, divertirse, dialogar en familia y con amigos, dialogar consigo mismo y con Dios. 

Les deseo unas buenas vacaciones que sirvan para hacer esas cosas tan valiosas que pareciera que nadie retribuye. También, por mi parte, aprovecho de despedirme de los amables lectores hasta el mes de marzo, pues yo también haré una pausa vacacional en el oficio de estas columnas dominicales.