De la quisca al aifontrece
Cuando adolescente acá en Magallanes, casas y autos solían estar sin llave, era usual que, entre los más amigos, uno entraba a sus hogares y se ponía a esperar que llegaran los dueños de casa; en mi caso había a quienes esperaba con la mesa lista para tomar onces y hasta me exigieron que empezara a llevar mi bolsita de té. También en ese tiempo, se sabía que los asaltantes andaban generalmente sobrios y con la “quisca” (cuchilla) lista, dispuestos a enfrentar las cosas cara a cara, pero eran cosas de la capital, por acá volvíamos a pie a casa a las tres de la mañana. Después nos pilló el crecimiento, el desarrollo, y hasta el más perejil habla de macroeconomía y nos trata de convencer de que también nos llegó el progreso, aunque ya ni siquiera en provincias las casas y autos pueden quedar abiertos ni se puede salir en ellos de noche. Y, mientras los delitos rascas pasaron de la quisca a la pistola hechiza, los delitos de mayor peso ahora son con teléfonos celulares, con la ventaja adicional de que no se necesita dar la cara.
Cuando mi hijo nació, medía unos 50 cm, pesaba alrededor de 3 Kg y “se hacía” en los pañales. Hoy mi hijo se acerca a los 26 años, mide algo más de 1,80, debe andar por los 90 Kg. habla inglés, se dedica a la cocina, escribe cuentos, quiere empezar una novela y me despierta a las 3 de la mañana para comentarme que Rachmaninov es un genio. Eso yo lo entiendo como progreso, en cambio, si a esta edad, con esa altura y ese peso aún “se hiciera” con la ropa puesta, nadie podría decir que no ha crecido, que no se ha desarrollado, pero eso no ha venido con casi ningún progreso, salvo, tal vez, consumir más para beneficio del comercio, y pisar un poco más fuerte, para asustar a los tontos.
El cuento del tío
Algunos que con nuestra memoria nos ganamos a pulso el título de “hinchapelotas”, recordamos al ministro Velasco diciendo que Chile sería un país desarrollado para 2020; el Presidente del dedo famoso, en su primera cuenta pública, había dicho que la cosa iba a ser en 2010; y, por su parte, el Presidente de derecha, a quien ya no se le podrá cobrar la palabra, había dicho que para el próximo año (2025) íbamos a estar listos. Lo curioso es que estos tres personajes ostentan doctorados en economía -lo de “ostentan” no es ironía, no vayan a pensar mal- y ninguno mencionó el pequeño detalle de cómo íbamos a lograr romper la condena que imponen Usa y los países que ya se desarrollaron, a países como el nuestro, de tenernos como eternos proveedores de materias primas, frutas de la estación y otros commodities, cuyos precios se fijan en mercados controlados por ellos, mientras todo lo que agregue valor se hace y se seguirá haciendo en su casa, para vendérnoslo de vuelta procesado y harto más caro de lo que nos pagaron.
La quisca
Así las cosas, nos fuimos quedando con lo peor del “sistema”, en que cualquier otro es una amenaza a la que hay que competirle, porque a las necesidades esenciales se agregaron otras aspiracionales que algunos disfrutan en directo, mientras la mayoría las anhela por la tele. El otro no es entonces el que nos dejaba la puerta abierta, no es al que uno saludaba al cruzárselo en la calle, no es nadie que nos importe así es que las pocas cosas que lográbamos contener gracias a una educación pública que fue nuestro orgullo, las cambiamos gracias a la buena intención de unos cuantos descerebrados, por el ráscate con tus uñas, sin importarte el de al lado.
Mientras todos mirábamos embobados la tele a color, fuimos dejando que se construyera una normalidad a prueba de espantos: que, de los últimos diez comandantes en jefe de nuestro Ejército, los dos primeros murieran asesinados incluso con participación de sus “camaradas” y otros cinco -dictador incluido- terminaran procesados por la justicia, no es ni tema de conversación. Que los desfalcos y malversaciones de fondos públicos en las FF. AA. y de Orden, o en los ministerios y municipios sean poco más que un chiste, tampoco es para hacer alharaca. Que se pierdan miles de millones en obras públicas fallidas, tampoco es de importancia, total responde Moya.
Como dijo el del dedo, “dejemos que las instituciones funcionen”, es decir, pongamos en práctica la versión política del aserto económico “Laissez faire et laissez passer, le monde va de lui même” [“Dejar hacer, dejar pasar, que el mundo va por sí mismo”] que acuñó Vincent de Gournay en el s. XVIII y que nuestro admirado Adam Smith transformó en “la mano invisible” del mercado. El problema es que ya sabemos cómo van funcionando nuestras instituciones, y que pocas frases han causado mayor daño que la del hombre del dedo, porque nuestra sabiduría popular permeó a las capas superiores, y la dejó en “si no es contigo, no te metas… y si es contigo, tampoco”. Así, a la nueva normalidad de los altos funcionarios públicos corruptos, algunos autodenominados “nuestra reserva moral”, se agregaron sacrosantos pedófilos, que curiosamente fueron defendidos con denuedo por los mismos que debieron tomar clases de ética, coludidos de diversa estofa, y una ciudadanía estólida que hacía caso al consejo, seguía y sigue en lo suyo, y no le importa nada, salvo aquello que lo toque directamente, y a veces, ni eso. Ya estamos acostumbrados y domesticados.
Responsabilidad no menor tienen también las instituciones del ámbito judicial: policías acostumbrados por decenios a crear realidad a punta de combos y patadas, son muy malos para aportar pruebas según dicen en Tribunales, los que, a su vez, son motejados de “garantistas” porque nadie entiende -yo tampoco- que tipos con un prontuario reincidente tremendo no sean enviados a cárceles en que, además, ya no hay espacio. Punto aparte es que tenemos dos policías de investigaciones, y ninguna de prevención: todos llegan después de los hechos.
Hasta la antigua frutería se descalabró y ya la manzana “Richard” roja por fuera y blanca por dentro, no se distingue del rabanito, rojo por fuera y blanco por dentro. Como dijo Santos Discépolo “Vivimos revolca’os en un merengue / y en el mismo lodo / todos manosea’os…”. Sin referentes, o peor aún, teniendo como referentes a los que te dicen que no te metas, nos acostumbramos a que el rio esté más revuelto que nunca, para que ganen los pescadores de siempre. Así fuimos pasando de la quisca al aifon.
El aifon
El numerito de moda por estos días -como sabemos- y que como tantos otros seguramente no pasará a ninguna historia, es el del jefe de la policía civil convertido en informante anónimo de un abogado de ínfulas, delatado por su carísimo teléfono celular de alta gama, que presta más o menos los mismos servicios que el de gama media o baratito que funciona en “Colina 2”.
El numerito en cuestión ha dado más jugo que un limón de los buenos, y nos ha permitido ver lo más elocuente del funcionamiento de nuestras instituciones, partiendo por el abogado del principal inculpado, que dice que su defendido fue tres veces a “La Moneda”, y nadie le pidió la renuncia, así es que la presentó motu proprio, para no perjudicar a su institución (como si ya no lo hubiera hecho).
Por cuerda paralela, el General Director de Carabineros enfrenta otro proceso de menor importancia -porque en este país que le vuelen los ojos o apaleen a manifestantes tiene menos importancia que los desfalcos o las violaciones de secretos judiciales- esto nos ha permitido ver una vez más en nuestra derecha, ese enamoramiento en boga en los años 70, que tenían nuestras quinceañeras por los botones metálicos y los uniformes, de modo que al jefe uniformado no hay que exigirle nada y, por el contrario, hay que darle todo el respaldo que alcance, total la gente ya era incapaz de ver nada, así es que para qué ponerle tanto color por la pérdida de 500 ojos. Ah… pero si el ministro comunista de Educación les cae mal, aunque no esté inculpado ni vaya a ser formalizado por ningún delito, hay que echarlo al tiro.
Dicen que en cuanto al gobierno el general tiene un plazo tácito -en su cara no se lo ha dicho nadie, no sea que se desmayen las calcetineras- hasta que sea formalizado el próximo 7 de mayo. Será entretenido ver casi por cadena nacional, la comedia del más cercano 27 de abril, que tendrá como actores principales al Presidente de la República que siendo diputado pedía las penas del infierno para el Jefe de Orden y Seguridad que ahora es General Director de Carabineros con altas probabilidades de terminar preso un par de semanas después. Seguramente el sagaz y bien pagado procesado del segundo piso, ya habrá preparado un buen plan de contingencia.
Así las cosas, cuando le entren las ganas de mesarse la melena que le vaya quedando por tanto asalto, tanto portonazo, tanto roto que anda con quisca o celular, pregúntese un rato si esto será un asunto para generar una investigación amplia del ADN chileno, pero que seguramente confirmaría que el problema no es genético, aunque algunos insistan en que “es la raza la mala”, no: es lo que todos y cada uno fuimos construyendo mientras nos hacíamos los tontos, mientras no nos importaba nada de lo que pasara a nuestro alrededor, mientras dejamos que algunos se llevaran el país para la casa sin que les pasara nada, mientras algunos también se volvían curcunchos como aquel presidente de la Suprema, con “la tontera” de los detenidos desaparecidos, y le inyectábamos a la poblada por la tele las ganas y el convencimiento de que también tendrían todo, hasta que decidieron ir por ello. No señores, no tenemos un problema genético que haga que ahora nazcan más delincuentes que antes: armamos un sistema que los produce a granel y como a usted capaz que el sistema le quede cómodo, dejemos que las instituciones funcionen como funcionan, en este país en que el que roba haciéndose el choro, se expone a terminar baleado, y el que roba haciéndose el lindo, se expone a veranear en Cachagua.
Mientras tanto, un consejo a quien corresponda: en un país en que a un médico que oculta el informe de autopsia de un Presidente fallecido en circunstancias extrañas, las calcetineras lo ponen de subsecretario de Salud en sus dos gobiernos, donde se las arregla para devolver la paleteada pagando sobrecostos millonarios en la construcción de hospitales, ese mismo país en que convenientemente se pierde la hoja de vida de un director de la PDI, en fin, en ese país, yo cuidaría harto al aifon, no sea que se pierda entero, o sólo el chip, o termine con la memoria dañada, y por esas cosas raras de la vida, todo quede en nada.