Necrológicas

Fragmentación perversa

Por Diego Benavente Viernes 29 de Marzo del 2024

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Al parecer en el ambiente político actual y después de haber sobrevivido como país a dos procesos constitucionales rechazados, de uno y otro lado, se podría decir además cargados a los extremos, existiría una especie de consenso respecto de lo negativo que representa un sistema político con una cantidad muy grande de partidos políticos. Lo que da cuenta de una fragmentación que se repite y repetirá hasta quien sabe cuándo, ya que los castigos por desordenarse o separarse, prácticamente no existen, en dos palabras, la división es bien vista e incluso se premia más, que a los que buscan unirse y concentrarse creando alianzas más amplias. Como lo expresa Guillermo Larraín en una columna de un matutino nacional, además, “los sistemas presidenciales funcionan muy mal en presencia de fragmentación de partidos políticos. Con más de 20 partidos hoy con representación parlamentaria, dicha fragmentación en Chile ha llegado a niveles absurdos.”

Para Larraín incluso parte importante de la situación de estancamiento en que se encuentra la economía chilena se debe a que esta fragmentación implica una neutralización constante del Poder Ejecutivo. Para él, en la tensión entre representación y gobernanza, “el sistema actual sacrifica totalmente la gobernanza en aras de una representación excesiva e inútil”. Bajo estas condiciones, ningún gobierno puede gobernar de manera eficaz y menos poder concretar sus planes de gobierno. Y como bien lo expresa Larraín, los ingredientes para la demagogia y el populismo están sobre la mesa: cualquiera podrá prometer cualquier cosa, total la culpa será del Congreso que no pasará las leyes correspondientes. Es una crónica de un desastre político anunciado, lo cual se repetirá e irá agravando en el tiempo, la historia así lo demuestra.

Es bueno tener presente, así como buscar las causas u origen de esta fragmentación y, de donde nos vendría esta tendencia o predilección por una exacerbada dispersión. Esto implica por un lado, el dar cabida a nuestras diversidades, las cuales muchas veces nos complican y por otro, estas llegan a manifestarse crudamente hasta en el lenguaje.

En alguna medida se ha aprendido a convivir más o menos, de porrazo en porrazo en nuestra traumática historia política del último medio siglo, con las diferencias de lenguaje que se manifiestan conforme a cada ideología en nuestro país. Estas son bien marcadas, he aquí un par de ejemplos de uno y otro extremo, la dictadura versus el gobierno militar, el estallido social versus el estallido delictual. Así se definen las posiciones donde cada grupo tiene su lenguaje para definir determinados hechos, lo cual además marca de manera determinada a algunas instituciones, lo importante es que esto no debiera influir mayormente en la línea gruesa de lo que significa su accionar. Esto se podría resumir, en pocas palabras, en la famosa frase del presidente Ricardo Lagos “dejemos que las instituciones funcionen”. De hecho en el país han ocurrido una serie de tropezones y descabezamientos institucionales en distintos organismos de la República y la nación las ha sobrellevado sin zozobrar cuando las ha sufrido, más bien las ha sabido surfear y ha sido posible constatar que las instituciones han funcionado.