Necrológicas

Política cuántica

Por Arturo Castillo Cabezas Domingo 28 de Abril del 2024

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Como no escapará a la atención de mis lectores, el uso de ciertos vocablos o conceptos fuera de todo sentido es una práctica frecuente en publicistas de baja estofa y también suelen repetirse o tragarse por el ciudadano común, sin mayor problema. Un caso bastante frecuente es el de achacar el adjetivo “cuántico” a los más variopintos artículos y se nos ofrecen a la vuelta de un “llame ya” batidoras, lociones contra la calvicie, preservativos, chicles y demás con incorporación -vaya a saber uno cómo- de propiedades o insumos cuánticos, lo que ante la ignorancia generalizada, pareciera resultar en ventas.

 

La física

 

El concepto cuántico se acuñó en data bastante reciente en el campo de la física teórica, con resultados aún más recientes en el campo experimental y se establece a partir de la diferenciación hasta hace poco impensada, entre la física de lo grande y observable a simple vista, y la de aquello ínfimo e inobservado antes de las actuales herramientas que hubo que desarrollar al efecto. Se habla así del modelo estándar, que nace con la física y su cálculo a partir de Newton, y nos permitió gran parte del desarrollo tecnológico que usamos sin preocuparnos mucho de cómo funciona; son los cálculos que nos permiten predecir la trayectoria de un cohete y que éste vaya a parar donde uno quiere y calcular cuándo alcanzará su objetivo, por ejemplo, es decir, manejarnos con cierta precisión en las tres dimensiones espaciales y la dimensión temporal, todo esto puesto de una manera casi brutalmente simple, hasta llegar a los aportes de Einstein que, siguiendo en el campo de lo grande, nos aportó un conocimiento que hasta entonces no teníamos de cómo funciona el Universo.

 

Esto de “lo grande” permite una disquisición interesante, ya que, hasta no hace mucho, lo más pequeño, lo que considerábamos ínfimo, era el átomo; hasta ahí llegábamos en el conocimiento de la materia y su composición. El avance científico dejó atrás incluso el concepto mismo de “átomo”, cuya etimología nos lleva al griego en que la partícula “a” significa sin, y “tomo” significa parte, es decir que un átomo es aquello que no se compone de partes y fue, durante la mayor parte de nuestra Historia, la unidad mínima conocida de la materia; ahora ya sabemos que el átomo tiene sus partículas, como protones, electrones y núcleo, pero seguimos encontrando subpartículas como quarks, leptones y otros. O sea, la palabra átomo ya no describe cabalmente lo que representa.

 

Y para meterse en esos terrenos es que, a partir de Nils Bohr, se desarrolla la física cuántica, que pretende entender y explicar el funcionamiento de la materia a esa escala, lo que es interesante -al menos para mí- porque siendo las ciencias parte de la filosofía, genera preguntas ociosas, pero entretenidas. Por ejemplo, antes de la cuántica, se estimaba que más del 99% de un átomo era vacío, por lo que un silogismo simple sería: la materia está hecha de átomos, los átomos son principalmente vacío, nosotros somos materia, ergo…

 

Pero llegó la física -mecánica- cuántica y pronto se empezaron a descubrir nuevas cosas, entre ellas una de las más intrigantes es el “experimento de la doble rendija”, para lo cual recurriré a citar información disponible en varias fuentes: “Una partícula, como un electrón o un fotón, es disparada hacia una barrera con dos rendijas. Uno podría pensar que la partícula debe atravesar una de las rendijas o la otra, como una pelota que pasa por una de dos puertas. Sin embargo, aquí es donde la física cuántica se aparta de nuestras intuiciones clásicas y revela su naturaleza. Cuando no estamos observando, estas partículas parecen tomar un camino que desafía toda lógica: atraviesan ambas rendijas al mismo tiempo, comportándose como ondas de probabilidad en lugar de partículas concretas. Sólo cuando intentamos medir cuál de las rendijas cruzaron, el comportamiento se vuelve «normal» nuevamente y la partícula elige una rendija. Este fenómeno, conocido como la dualidad onda-partícula, es sólo la punta del iceberg en la física cuántica”.

 

Lo anterior -para no aburrirlos- se relaciona con el principio de superposición cuántica que, en simple, dice que una partícula puede estar en todas partes a la vez, pero se encuentra allí donde el investigador centra su atención. Esto cambia lo dicho antes y ahora se considera que el átomo no está vacío, si no que “está lleno” en función de las infinitas posiciones en que sus partículas están en todo momento, de modo que en teoría (para su tranquilidad, y pese a lo que le parezca su vecino o su ex) no estaríamos hechos de vacío.

 

La política

 

¿Qué tendrá que ver todo esto con la política? Se preguntarán ustedes en vísperas de nuevos comicios y, claro, esto es una “volada” mía nomás, pero ahí va:

 

Nuestros políticos sin duda -para mí- se rigen por la física cuántica: pueden estar en todas partes a la vez, hasta que fijamos nuestra atención en ellos, tal como en el experimento de la doble rendija. El asunto es que, dependiendo del momento en que los miremos, pueden ir pasando por la rendija izquierda o la derecha, a su regalado gusto, y, como su movimiento impacta sobre el medio, una vez nos pueden afectar de una forma y, luego, de otra sin que, por supuesto, tengan responsabilidad alguna en ello, porque no es culpa de ellos cuando los vimos y cómo los vimos. Es probable que también haya algunos que pretendan pasar por el centro, pero al final no resulta, y terminan pasando por alguna de las dos rendijas o, al menos, eso es lo que podemos ver.

 

Así es que, para la próxima elección, usted puede recurrir a la física cuántica y así entender que, cuando votó por su candidato, él pasará por una rendija y, cuando lo vuelva a ver, capaz que esté en otra parte o en todas, o si prefiere, puede volverse hacía el modelo estándar y asumir que, en realidad, sólo hay vacío.

 

Disculpen la lata, que se comporta según el modelo estándar, y atentos a que rendija elijen para su voto.