Necrológicas

Las Mamás de “La Fitz Roy”

Por Marino Muñoz Aguero Domingo 12 de Mayo del 2024

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Hace un tiempo (23 de diciembre de 2018) señalábamos en esta misma columna: “Ser de “La Fitz Roy” es un honor, es algo que se lleva de por vida. A los de “La Fitz Roy” nos une la complicidad, tenemos códigos, somos una verdadera cofradía, casi una secta, y así lo sentimos cuando nos encontramos con nuestros vecinos (as) en las esquinas de siempre. Ahí en las “tardecitas”, en la hora de las confidencias cual más, cual menos, con una que otra cicatriz de esas que nos deja el tiempo, tiene algo para contarle al amigo (a) de toda la vida, el mismo (a) con el que compartimos la bicicleta, el trineo, el primer cigarrillo, las penas juveniles y nuestro amor por la Población: ¡Eso es “La Fitz Roy”! ”. 

La población Robert Fitz Roy se entregó en 1963, como parte del Plan Decenal de Viviendas del gobierno de Jorge Alessandri Rodríguez, bajo cuyo mandato se iniciaron las obras en 1960. Se ubica en el rectángulo delimitado por el pasaje José Francisco Vergara y la calle Manuel Rodríguez, de oriente a poniente y las calles Pedro Aguirre Cerda y Juan Gregorio de las Heras de sur a norte.

Las casas de “La Fitz Roy” fueron diseñadas y construidas exclusivamente para “La Fitz Roy”; no es un modelo estándar de población, en ningún rincón de Chile encontramos casas iguales a la de este conjunto habitacional, cuyo proyecto corrió por cuenta de la prestigiosa oficina TAU (Taller de Arquitectura y Urbanismo) que cuenta entre sus obras la Unidad Poblacional Exequiel González Cortés (“Villa Olímpica”) de Santiago, las torres 9 y 10 de la Remodelación San Borja en la misma ciudad o la Remodelación Paicaví en Concepción, entre otras iniciativas.

Los primeros habitantes de la Población aparecimos por esos lados cuando más allá no había nada, cuando la línea del horizonte estaba en el patio de nuestras casas, no fue fácil, nunca fue fácil vivir en esas lejanías y las mujeres que llegaron con sus hijos en brazos lo aprendieron desde el principio, cuando ni siquiera se celebraba -como hoy- el “Día de la Madre”. 

En ese tiempo la Avenida España tenía sólo una vía y terminaba en la calle Miraflores, la calle Chiloé llegaba hasta Briceño y, tanto Las Heras, como Miraflores no salían a 21 de Mayo (actual Costanera). Entonces, no había acceso directo a la Población, debíamos utilizar la calle Vergara o los pasajes Martínez, Dardignac, Lynch, Marchant, o subir hasta la calle Manuel Rodríguez. Una vez que llegábamos a Las Heras nos encontrábamos con la Población Fitz Roy, moderna, imponente, colorida; su estampa contrastaba con las antiguas, pero hermosas y dignas casas del Barrio Sur.

Y fue allí, en el borde de la pampa, en la expresión más pura del aislamiento, con la nieve hasta las rodillas, donde hasta los pájaros le tenían miedo al viento; fue en esa adversidad que nuestras Mamás nos enseñaron a vivir y a soñar, siendo Madres de sus propios hijos y de todo el resto de los niños y niñas de la población. Nos formaron en la amistad, en la solidaridad, en el respeto a nuestros semejantes y nos forjaron en hombres y mujeres orgullosos de habitar en esa hermosa Población, que fue más que una solución habitacional, fue un proyecto de integración social, con casas para obreros y empleados, allí todos viajábamos en la misma micro: los(as) hijos de los militares, los profesores, los periodistas, los obreros, los aviadores, los carabineros, los marinos y los empleados públicos. 

Nuestras Mamás supieron como ninguna de zapatones embarrados, cadillos en los calcetines, rasguños de matas de calafate y rodillas rotas por las caídas en bicicleta o trineos. Nos miraban por la ventana cuando veníamos desde la pampa, la cancha del parque, los locales comerciales, el barco viejo, los columpios, el Hogar del Niño, la pileta de la España, el paradero o desde las interminables escaleras, propicias para esos incipientes romances con las chicas del sector. Se dieron cuenta cuando cambiamos las calugas de leche (los “Cremalines”) por los recordados cigarrillos “Monza”. Cuidaron los pasos de nuestra vida, aunque algunas partieron muy pronto y otras vieron a sus hijos partir. También estuvieron en cada etapa del progreso de nuestra población: en la capilla, en la cancha, la compañía de bomberos, la junta de vecinos, o cuando se levantaron los muros cortafuegos para que los incendios no siguieran arrasando sueños y esperanzas.

Saludamos en este día a todas las Madres, lo hacemos con el recuerdo emocionado de las Mamás de nuestra Población, por todo lo que ellas nos dieron y construyeron, por todos los hijos que criaron, porque nos dijeron que nunca debíamos olvidar de donde venimos y porque nos enseñaron a amar a nuestra querida Población Robert Fitz Roy.

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