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Soledad en la tercera edad

Por Ramón Lobos Vásquez Miércoles 5 de Junio del 2024

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Hace unos días se viralizó una imagen y un comentario acerca de la soledad en los mayores de nuestro país, la imagen de una persona mayor tejiendo y el medio señalando “El aislamiento aumenta en silencio en el país sudamericano, y no sólo en adultos mayores. Uno de cada cinco jóvenes de 18 a 24 años dice no tener ni un amigo cercano”.

El detalle nos cuenta la historia de esta mujer que ha perdido las redes construidas y que por fallecimiento quedan rotas permanentemente; cómo se ha desvinculado de su familia al estar desperdigados en el territorio. Así el envejecimiento le ha significado quedar aislada, el artículo también habla de familiares que “viven cerca, pero lejos del corazón”, revelando que no sólo se trata de tener familia y que esté cercana, sino que sean efectivos y continentes. Sino, se hace más perdurable la sensación o percepción de soledad. El artículo indica que esta es una realidad que se está haciendo transversal en nuestra sociedad. Donde hay más medios y oportunidades tecnológicas de comunicación, más aislados nos sentimos.

También señala: “De repente digo voy a salir… pero ¿a dónde voy?”. Su centro social hoy día es el consultorio. Lo que es una realidad para muchos mayores. El evento social donde poder interactuar con otros en un ambiente más distendido son las esperas en los centros de salud.

Una sociedad que está envejeciendo tan rápidamente tiene que tener instancias sociales para los mayores. Hay un gran déficit de espacios y oportunidades que requieren hoy los mayores. Nuestro Estado está respondiendo muy lentamente. No a la velocidad que el cambio demográfico nos señala.

A ratos pareciera que todo lo que se hace por los mayores es poco. Y eso es así. Las políticas públicas demoran entre 5 a 10 años en implementarse y desarrollarse territorialmente. Por eso lo que hay hoy en oferta es lo que se necesitaba hace 5 ó 10 años. La política pública va detrás de las necesidades.  Por eso el salto en ofertas para los mayores tiene que desarrollarse a otro ritmo o velocidad.

Los adultos tienen mayor riesgo que otros grupos etéreos de sufrir soledad o aislamiento social, ya que a medida que envejecen se ven afectados por la pérdida de sus redes sociales o familiares. Sumado al hecho de que padecer enfermedades crónicas va afectando la funcionalidad o la capacidad de interactuar. También las pérdidas sensitivas, especialmente las que afectan la audición son claramente limitantes para los mayores. 

En definitiva, la soledad podemos operacionalmente definirla como “sentirse sólo independientemente de la cantidad de contactos sociales”. Decíamos antes que se pueden definir redes familiares o sociales que rodean a un mayor, pero se requiere que sean operativas o funcionales. Que cumplan su rol. Y eso en nuestra sociedad, por el mismo tráfago de vida que llevamos, hace poco probable que sean funcionales. Dejamos poco espacio para interactuar con los mayores de nuestras redes. Existimos como familia, pero les fallamos siendo efectivos y funcionales a sus necesidades. 

La soledad no es solamente esta falta de relaciones efectivas para con ellos. Está estudiado y documentado que la soledad afecta y modifica (empeora) los riesgos de muchas enfermedades de curso crónico, especialmente las cardiovasculares que son tan frecuentes y de mayor impacto en ellos. La soledad se ha relacionado también a mayor mortalidad. O sea quienes padecen de soledad mueren más pronto, que los que no lo están.

Siendo una evidencia más que importante para trabajar por una mejor calidad de vida de nuestros mayores.
Como se ve la epidemia de la soledad en nuestros mayores causa estragos, tienen más patologías y se agravan más sus enfermedades de base. La solución la tenemos a mano como una responsabilidad social de los núcleos familiares que les rodean: ser activos y funcionales. Parece fácil. Pero significa dar tiempo y de calidad para ellos. Ser efectivos y responsables con estas relaciones forjadas en la vida.

No todo se lo podemos pedir a ellos. Muchos hacen esfuerzos importantes por seguir activos y vinculados en sus redes sociales. Trabajan para que estén siempre en crecimiento o desarrollo. Se mantienen ocupados. Especialmente, si están relacionados a terapias, ejercicios físicos y mentales que los tienen incorporados en grupos sociales e incluso grupos virtuales. Por eso, es importante mantener canales activos y desarrollados para ellos, porque nos demandan una mayor oferta y más compañía.

Por eso no podemos dejarlos solos en un mundo que los requiere activos y participativos, como una manera de retrasar los efectos del envejecimiento en ellos. La soledad agrava e intensifica el deterioro de su salud, por lo cual como familia debemos seguir siendo activos con ellos. Hoy por ellos. Mañana será por nosotros. Debemos construir hoy una sociedad más ocupada y preocupada por sus mayores. Es y será nuestro aporte social para ellos.

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