Necrológicas

¿Dónde está la diferencia?

Por Marcos Buvinic Domingo 9 de Junio del 2024

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El domingo pasado publiqué una columna titulada “La gran mentira de que todos son iguales”, acerca de las injustas generalizaciones que descalifican a la totalidad de un grupo humano, de cualquier tipo, por las culpas de algunos. Decía: “No, no son todos los bomberos los que inician trágicos incendios, y bien sabemos cuánto les debemos a los generosos bomberos voluntarios. No todos los carabineros son unos extorsionadores gangsteriles, y bien sabemos cuánto les debemos y cuánto necesitamos a los esforzados carabineros”. Así, repasaba diversas actividades, instituciones y grupos humanos donde, ciertamente, no todos son iguales, en el sentido que no todos actúan de igual manera.

Entonces, la pregunta que se impone es dónde está la diferencia o, mejor dicho, qué es lo que hace la diferencia en el actuar de las personas, porque no todas las personas son desalmados, corruptos, tramposos, estafadores, abusadores, sinvergüenzas, etc.

Evidentemente, la diferencia la hace el conjunto de valores que animan la vida de cada persona, grupo humano o institución. La diferencia la hace la calidad valórica, el talante y el espesor valórico; en una palabra, la diferencia la hace la ética, la práctica de un “buen vivir” personal y societario.

El problema es que en nuestra sociedad y cultura vivimos un eclipse de la ética, que todavía no logramos resolver adecuadamente. El eclipse de la ética va más allá del cumplimiento de las leyes y la legalidad de los actos, que son el requisito básico para cualquier sociedad en cualquier parte del mundo. Si bien la decisión de cumplir las legítimas leyes de una sociedad es una decisión ética, el problema de fondo tiene que ver con los valores que se quieren vivir.

El eclipse de la ética tampoco es un simple asunto de inconsecuencias o incoherencias propias de la fragilidad humana, sino que se refiere a qué es lo que -de verdad- queremos vivir. ¿Queremos vivir bien o queremos vivir entretenidos en un consumo ilimitado de productos que nos resultan apetecibles? Para un grupo importante de la sociedad parece que lo importante es vivir consumiendo siempre más, y más entretenidos, y están dispuestos a pagar por eso y ponerlo como la cumbre de sus aspiraciones. Entonces, como para consumir más y nuevos bienes, y para tener entretenciones, hay que tener dinero, éste se transforma en el eje de la conducta de muchas personas y, por cierto, que ese dinero se consiga de manera fácil y rápida.

El año pasado comenté en una columna algo que viví al pagar el estacionamiento de una calle de nuestra ciudad, el cobrador me dijo: “no le puse la boleta, así que págueme una luca y estamos listos”. Le dije: “hagamos las cosas bien: yo llegué hace dos horas, así que cóbreme lo que corresponde, y los dos haremos lo correcto”. El cobrador, sorprendido ante un tonto que no aprovechaba la oportunidad de pagar unos pesos menos, me dijo: “a mí no me importa eso de lo correcto, me importan las monedas”.

Es verdad que a todos nos importan las monedas, en cuanto son un medio para vivir; pero esa frase, “a mí no me importa lo correcto, me importan las monedas” es el leit motiv, el principio guía de la conducta de todos los autores de las sinvergüenzuras que nos aquejan, desde las pequeñas trampas y coimas hasta los mega fraudes. A veces, según sea el caso, habrá que cambiar “monedas” por la ideología o el partido de la persona, otras veces habrá que cambiarlo por “pasarlo bien” o por “lo que me importa es ganar”, o “comprar lo que quiero” o conseguir tal o cual beneficio personal.   

El asunto del eclipse de la ética es complejo, porque se trata de encontrar los principios guías del actuar humano que nos involucren a todos, en medio de la sociedad plural que vivimos (es un tema que trataremos en otra columna). Pero, sin duda, son los valores del bien y la verdad, el cuidado y la responsabilidad, la solidaridad y de la justicia para todos, los que pueden ir abriendo el camino de un “buen vivir” personal y societario.

Esto de qué es lo que verdaderamente queremos vivir tiene una honda dimensión espiritual, pues como dice el Señor Jesús, “Lo que sale de la persona es lo que la contamina. Porque de dentro, del corazón humano, salen las malas intenciones, la inmoralidad sexual, robos, asesinatos, adulterios, codicia, fraudes, desenfreno, envidia, calumnias, arrogancia y necedad. Todos estos males vienen de dentro y contaminan a la persona”. Entonces, hay que mirar para adentro de sí mismo, hay que ir hacia adentro y sanar desde adentro, porque -siguiendo con las palabras del Señor Jesús- “donde está tu tesoro, allí también estará tu corazón”.