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La increíble vida de “Dédée”, la enfermera belga que comandó la “Red Cometa” y salvó a miles de soldados de los nazis

Martes 25 de Junio del 2024

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  •  Andrée de Jongh tenía 24 años y en 1940, cuando los nazis invadieron Bélgica, se incorporó a la Resistencia con la misión de esconder a los pilotos aliados que caían en el territorio ocupado e ideó un arriesgado plan de escape para que pudieran regresar a Gran Bretaña y volver a combatir. Su captura y la valentía frente a la tortura. Sobrevivió a la guerra y marchó a trabajar en hospitales de Africa.

En las frías matemáticas de la Segunda Guerra Mundial, la pérdida de un aviador por su muerte en combate o al ser capturado luego de caer en territorio enemigo significaba un golpe más duro que la pérdida de otro tipo de soldados. Los pilotos de combate eran un material humano relativamente escaso en comparación con, por ejemplo, los marinos o los tanquistas o las fuerzas de infantería y su formación mucho más larga y complicada. A un aviador perdido era muy difícil sustituirlo con rapidez. Era más fácil reemplazar a un avión caído que el piloto que podía volarlo.

A mediados de 1940, después de la rendición de Francia y de Bélgica frente a las tropas alemanas y de la evacuación de casi 340.000 soldados británicos, belgas y franceses desde Dunkerque a Gran Bretaña en la “Operación Dínamo”, las acciones de los aliados en los territorios ocupados quedaron reducidas a los ataques de los aviones de la Royal Air Force.

Para 1941 el número de bajas de pilotos británicos a manos de la Luftwaffe y las defensas antiaéreas alemanas había llegado a niveles dramáticos. En Londres, los altos mandos recibían día tras día informes desoladores que mostraban como la flota aérea regresaba mermada de cada misión. Muchos de los pilotos morían en combate o al precipitarse sus aviones a tierra, pero otros lograban salvar sus vidas lanzándose en paracaídas o en aterrizajes forzosos detrás de las líneas enemigas.

Cuando ocurría esto último se desataba una carrera contra el tiempo entre los ocupantes alemanes y las resistencias belga y francesa. Unos corrían para capturarlos, los otros para salvarlos y mantenerlos ocultos. Así, la resistencia salvó cientos de pilotos británicos pero, volviendo a las frías matemáticas bélicas, rescatarlos y refugiarlos era sólo una parte de la ecuación: para que pudieran seguir combatiendo era necesario que retornaran a Gran Bretaña, una misión casi imposible porque la única manera era llevarlos a través de la Francia ocupada para que cruzaran la frontera con España y fueran repatriados desde allí.

El plan para lograr esa hazaña no fue obra de un brillante estratega militar ni de un espía experimentado, sino de una joven enfermera de poco más de 20 años que en pocos meses montó la “Red Cometa”, a través de la cual casi un millar de soldados británicos, en su mayoría pilotos, fueron evacuados burlando todos los sistemas de seguridad alemanes. Se llamaba Andrée Eugénie Adrienne de Jongh pero casi nadie conocía su identidad. Tanto la Resistencia como los alemanes la conocían por su nombre de guerra, Dédée.

De enfermera a enfermera

Andrée de Jongh nació en Schaerbeek, Bélgica, 30 de noviembre de 1916, durante la ocupación de país por los alemanes en la Primera Guerra Mundial. era la hija menor de Frédéric de Jongh, director de una escuela primaria, y de Alice Decarpentrie. Gracias a su padre, hombre culto y de generosa biblioteca, pudo leer cuando era adolescente sobre la vida y la muerte de Edith Cavell una enfermera británica ejecutada por los alemanes en su misma ciudad, Schaerbeek, en 1915.

Durante la Gran Guerra, Cavell ayudó a escapar a cientos de soldados británicos hasta que los alemanes descubrieron su juego: en realidad era una espía del MI6, así que en octubre de 1915 la condenaron a muerte a pesar de las presiones diplomáticas de los Estados Unidos, que aún no habían entrado en el conflicto, y del embajador de España Rodrigo de Saavedra.

Tanto impresionó la historia de Clavell a Andrée que decidió estudiar enfermería, carrera en la que se diplomó en 1939, casi al mismo tiempo que comenzaba la Segunda Guerra Mundial con la invasión de Alemania a Polonia.

En 1940, cuando las tropas alemanas ocuparon Bélgica, Andrée se alistó como enfermera de la Cruz Roja en Bruselas. Su función oficial era atender a los prisioneros heridos pero, al mismo tiempo y sumada a la Resistencia de la mano de su padre, colaboraba con un grupo que tenía la misión de refugiar en casas seguras a los pilotos británicos que escapaban ilesos de las garras del ejército alemán.

La red de salvataje funcionaba bien, pero planteaba dos problemas: los pilotos eran tantos que amenazaban con descalabrar la capacidad de las casas seguras y que, inmovilizados en Bélgica, no podían volver a combatir, una verdadera necesidad de guerra para la aviación británica.

Consciente de esos dos problemas, la joven enfermera Andrée de Jongh decidió imitar el ejemplo de su admirada Edith Cavell.

La Red Cometa

En el verano de 1941 Dédée -como se la conocía en la Resistencia – ya tenía una red organizada en colaboración con Arnold Deppé y Elvire De Greef-Berlemont, que operaban en el sur de Francia. Los fugitivos atravesaban territorio hostil por la zona controlada por el Gobierno de Vichy usando trenes y recorriendo casi dos mil kilómetros hasta la frontera de España.

La línea de fuga ideada por la enfermera belga empezaba en Bruselas, donde se ocultaba a los pilotos en pisos francos preparados para los “viajeros” mientras se les hacían documentos con la colaboración de fotógrafos y expertos en falsificaciones.

La ruta seguía luego hasta Francia, que atravesaban con guías para llegar a España, un país que por lo menos en los papeles era neutral. Una vez allí, el objetivo era cruzar el país desde el norte, pasando de Bayona a Bilbao o San Sebastián, hasta llegar a Gibraltar, el enclave británico en la península ibérica.

Esa era la ruta principal, pero si era necesario se complementaba con otras tres: la Pat Line (París-Limoges-Toulouse-Barcelona), la Pat 2 (París-Dijon-Lyon-Aviñón-Marsella-Nimes-Perpiñán-Barcelona) y la Sherburne Line, que iba directamente a Gran Bretaña (París-Rennes-St. Brieuc-Dartmouth).

El primer intento de la Red Cometa terminó con un fracaso parcial, porque las autoridades españolas arrestaron a nueve de los once pilotos británicos que integraban el contingente. Más allá de su neutralidad, la dictadura de Francisco Franco no estaba dispuesta a facilitar el escape de los enemigos del Eje.

Dédée redobló entonces la apuesta y decidió acompañar al siguiente grupo. Pensó que la presencia de una o más mujeres “viajeras” podría servir de cobertura a los soldados.

Un encuentro afortunado

En agosto de 1941, luego de viajar en tren desde París hasta Bayona y pasar a pie los Pirineos, Andrée de Jongh se presentó en el consulado británico de Bilbao acompañada por James Cromar, un piloto escocés, y dos voluntarios belgas. Allí, además de dejar a Cromar para que fuera repatriado a Gran Bretaña, la joven enfermera pidió ayuda para su red.

Fue recibida con desconfianza por el mayor Norman Crockatt y el teniente James Langley, encargados del MI9 – el servicio de inteligencia militar-, que en un primer momento creyeron que se trataba de una maniobra de la inteligencia alemana para plantarles espías. En cambio, otro oficial del MI9 escuchó con atención el relato de Dédée y le brindó su apoyo. Se llamaba Airey Neave y era famoso por haber sido el primer oficial británico capaz de escapar el campo alemán de prisioneros Oflag IV-C, en la ultrasegura cárcel de Colditz.

Neave convenció a sus compañeros del MI9 de la importancia de la red de escape que ofrecía la enfermera y entre todos diseñaron otras dos rutas de escape: una hacia Gibraltar, pasando por Madrid, y otra alternativa entre la Bretaña Francesa y Darmouth, una localidad de Devon asomada al canal de la Mancha desde donde zarpaban cañoneras con espías y suministros para la Resistencia y regresaban con prisioneros fugados.

El oficial de inteligencia británico tomó además una decisión realmente audaz para la época: toda la operación estaría a cargo de Dédée -una joven de apenas 24 años- a quien pronto comenzó a llamar “Pequeño ciclón”, por su iniciativa, cu capacidad de mando y por la rapidez con la que operaba su red.

Con la ayuda del MI9, Dédée y sus colaboradores lograron en los siguientes meses que unos 400 soldados pudieran escapar de Bélgica y regresar a su país. Entre fines de 1941 y 1943, la joven enfermera hizo 32 viajes acompañando personalmente a los contingentes de soldados en fuga, con un saldo de 118 ingleses devueltos a su país, entre ellos 80 pilotos que de inmediato volvieron a combatir en las mermadas fuerzas de la Royal Air Forceé

Capturada por los nazis

La frecuencia y el éxito de las operaciones de la Red Cometa la pusieron pronto en la mira de los alemanes al mismo tiempo que las rutas de escape se tornaban más difíciles debido a que, a partir de 1942, las tropas nazis ocuparon también la Francia meridional y pusieron a todo el país bajo su control.

Para entonces la inteligencia y la policía militar secreta nazis tenían como una de sus prioridades desmantelar la red y capturar a sus miembros. Hubo una serie de caídas debido a una cadena de delaciones, con un importante saldo de muertes. Los soldados británicos recapturados eran devueltos a los campos de prisioneros, pero en casi todos los casos, los miembros franceses y belgas de la red tenían un destino mucho peor: la muerte.

Uno de los caídos fue Frédéric de Jongh, el padre de Andrée, capturado por la Gestapo en París en junio de 1943 y ejecutado un año más tarde junto a otros veintitrés miembros de la red.

Dédée no se enteró de esa muerte hasta el final de la guerra, porque había sido arrestada seis meses antes que él, el 15 de enero de 1943, en Urrugne, una ciudad del País Vasco francés, cuando estaba a punto de cruzar los Pirineos en su viaje número 33 a España.

Se salvó de la muerte por ejecución porque, aún bajo tortura, no brindó ningún dato y sus interrogadores creyeron que se trataba de una colaboradora periférica de la resistencia. Ninguno imaginó que tenían en sus manos a la jefa y cerebro de la Red Cometa que tanto los desvelaba.

En lugar de fusilarla, la enviaron a la prisión de Fresnes, en París, desde donde fue trasladada al campo de concentración femenino de Ravensbrück y, más tarde, al de exterminio de Mauthausen. Allí casi muere por desnutrición, pero logró sobrevivir hasta la llegada de las tropas del Ejército Rojo en abril de 1945.

A pesar de la caída de Dédée y muchos de sus colaboradores, la red que había montado siguió operando. Según el MI9, la Red Cometa llegó a tener cerca de 14.000 colaboradores que pusieron a salvo un total de 2.373 militares británicos y unos 2.700 de otros países aliados.

Heroína, misionera y condesa

Al terminar la guerra, Andrée de Jongh retomó su profesión de enfermera y se radicó en Bruselas, pero no se quedó mucho tiempo allí. Dos años más tarde ya estaba trabajando en un hospital del Congo Belga y luego se ofreció como voluntaria en Etiopía, para trabajar en una institución para enfermos de lepra de Adís Abeba.

De regreso a Bélgica, fue condecorada con la Medalla de la Libertad estadounidense para civiles en guerra, la Medalla George de Gran Bretaña “para actos de gran valentía” y la Legión de Honor francesa. Su país la incorporó a la Orden de Leopoldo y le entregó la Cruz de Guerra al valor al mismo tiempo que le impuso el grado de teniente coronel del Ejército. En 1985, el rey Balduino la otorgó el título nobiliario de condesa.

Andrée Eugénie Adrienne de Jongh murió en Bruselas, a los 90 años, el 13 de octubre de 2007. Sus restos descansan junto a los de sus padres en la cripta familiar del cementerio de Schaarbek, su ciudad natal.

Infobae

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