Comunicar y entender
Los últimos cinco años en Chile se han vivido a concho y el impacto en distintas esferas ha sido mayúsculo, el fiel de la balanza pareció desbandarse en algún momento, para al cabo de un tiempo, después de pasar de largo, volver al eje más estable, que sin duda lo cautela la ciudadanía más cuerda. El rechazo fue de una y dejó pagando a los románticos del suspiro constitucional, para que hoy en día tengamos aún la misma Constitución, todo lo otro pareció una serie de sueños pesadillezcos o ejercicios políticos sin sentido que no interpretaron nunca y para nada al respetable.
Luego del chancacazo que brotó de las profundidades del Chile real, comenzó a surgir y pronunciarse la sociedad articulada y descabezada de las cúpulas en su gran mayoría. El desgobierno provocó y convocó a las fuerzas vivas latentes, no a las súper estructuras endiosadas, sino más bien a los mandos medios y superiores no ideologizados y que son los que mantienen al país y sus instituciones fundamentales en marcha y funcionando. Incluso sin importar que quienes puedan estar a cargo les falten dedos para el piano o sencillamente, como se decía antaño, no le peguen al cocido.
La estabilidad es ahora exhibida como un logro por quienes hasta hace muy poco la basurearon y como por arte del birlibirloque, ahora es el piso y les sirve para el cachetoneo respectivo. Esto sin duda choca cuando los que festinaron y aserrucharon el mismo piso, con el que ahora se tratan de lucir, eran oposición y no tenían ningún empacho en tratar de no dejar títere con cabeza. Así es la vida Mariano, igual hay que echarle pailante patrón.
En resumen, no sigamos profundizando las trincheras. Hay que unirse consensuando la base transversal necesaria para construir e impulsar los cambios, lo simple es más alcanzable y mejor para actuar unidos y, en esto no perder nunca el sentido de urgencia.
Los tiempos tecnológicos y de redes sociales lo inundan todo, por ende se hace necesario ver bien debajo del agua, calma y tiza como decía un viejo amigo del pool. Bien lo expresaba Javiera Ortega @HolaMirona en un vespertino capitalino “las redes se rigen por esta lógica de la inmediatez y la emoción del momento. Sólo el tiempo nos permite discernir”. Tiene mucha razón cuando dice que lo visceral se olvida ya que, “en la voragine de este tiempo de los datos y los egos, no nos dan tiempo para pensar”. Y por ende “en este mundo reactivo, es muy muy difícil hacer política”.
Por su parte, José Goñi, el economista y ex diplomático se preguntaba, si no estaremos llegando a extremos que son un atentado a la democracia. Donde el tema de las redes sociales le preocupa porque crearon “la ilusión de qué iban a fortalecer los sistemas democráticos a través de consultas directas al electorado”, pero en su opinión, “están siendo factores antidemocráticos”. Mucha razón parece tener.
Para Goñi y muchos más, el país necesita tener puntos de encuentro y no sólo “extremar posiciones para ganar elecciones puntuales que no resuelven nada, porque no cuentan con suficientes apoyos”. A modo de resumen, para él “la sociedad chilena lleva tiempo mostrando interés en que los políticos y las élites abandonen esas posiciones extremas de tratar de imponer sus ideas a los demás”. Cuando los periodos en que al país le fue mejor en su historia “fueron aquellos en los que se encontraron espacios de diálogo y se alcanzaron acuerdos”.
Coincidiendo plenamente con él, “se necesita que las élites, incluidos los líderes de todos los sectores -no sólo políticos, sino también empresariales y culturales- comiencen a comunicarse en un lenguaje que la población pueda entender”.