El hombre y la religión
En su primer día de clases, Fernandito estaba en la sala mientras la profesora le pregunta:
– ¿Qué hacen tus padres, Fernandito?
– Mi papá es sacerdote y mi mamá es monja, señorita.
– ¡Ah…! ¿O sea que colgaron los hábitos?
– No, señorita. Se los subieron un poquito, no más.
Siempre me ha llamado la atención la dura tarea del sacerdocio. Son ellos los representantes de Cristo en la tierra. ¡Esa sí que es tarea noble, ardua y pesada!
La historia nos cuenta que los creyentes religiosos sinceros consideran que Dios estaba primero, y que El creó a los hombres y a las mujeres que poblaron la Tierra. “En el principio ya existía la palabra (de lo que se desprende que Dios creó primero a la mujer) y la palabra estaba junto a Dios y era Dios”. Es este el comienzo del Evangelio de San Juan en el Nuevo Testamento. Pero, para los Upanishad, los textos sagrados del hinduismo, dicen que Hiranyagarbha, o el embrión dorado, albergaba los orígenes del universo, y de Brahama, el dios de la creación hindú.
¿A quién creerle?
No es ningún misterio que los sacerdotes católicos aman a los niños. Es cosa de enumerar los casos de pederastia. Eso ha alejado a muchos de la Iglesia.
A su vez, los sacerdotes hindúes no la tienen fácil, porque muchos de ellos cometen errores que incitan a sus adláteres a buscar otras trincheras religiosas.
Sucedió en la India con el asceta hindú Jamaharlal Narusel. Alabado por casi toda la India, en su visita a la Universidad de Calcuta, más de dos mil jóvenes lo esperaban para su clase magistral. Una vez terminada ésta, un muchahco le preguntó:
– Maestro…¿es cierto que hay otra vida?
La respuesta del maestro fue reflexiva pero un tanto desafortunada:
– Sí, hijo. Hay otra vida. Es en occidente, pero muy cara.
La decepción de los oyentes hizo que Narusel no volviera nunca más a Calcuta.
El origen de la idea de Dios como constructor humano se sitúa 14 mil años A.C. en Oriente Medio. Allí, los historiadores y arqueólogos han encontrado evidencias de que se adoró como dioses con características humanas a fuerzas de la naturaleza como el sol, el viento y las estrellas. Algunos se decepcionaron de estos dioses, como el caso de la localidad de Jarume, en Egipto. Allí, los pobladores rogaron al Dios de las Estrellas que terminara con las lluvias e inundaciones. Clamaron para que las Estrellas enviaran un poco de aire y mucho calor para equilibrar la situación.
Se cuenta que el Sol pegó tan fuerte y los vientos fueron tan huracanados, que los habitantes de Jarume terminaron con una sequía tan intensa que hasta las vacas daban la leche en polvo.
Por su parte, los vientos arreciaron con tal fuerza que muchas gallinas pusieron siete veces el mismo huevo.
Desde ese día los habitantes de Jarume mandaron a la cresta al Dios Sol, al Dios Viento y a las Diosas Estrellas.
En el caso de la Iglesia Católica chilena, se sabe que hay una fuerte crisis vocacional. Esto no preocupa tanto al Episcopado, ya que el fenómeno es cíclico y se da cada diez años.
Muchos jóvenes que ingresan al Seminario suelen retirarse cuando se les dice que una vez egresados, deberán trabajar los días domingo.
¡Cosas de la Iglesia chilena, pues!