Pruebas al canto
El estallido social nos pena y penará por un buen tiempo todavía, no hay que olvidar además que su ocurrencia tiene raíces en momentos críticos que experimentó el país. Donde el descontento ciudadano según Aldo Mascareño fue evolucionando a través de diversos hitos, como la revolución Pingüina de 2006 y las protestas estudiantiles de 2011, culminando con el estallido del 2019, que representó su umbral crítico, “donde lo latente se hizo evidente y el malestar comenzó a ser evidenciado como riesgo y peligro“.
Frente a lo anterior habría que agregar el que todavía no se palpa ni se manifiesta la revolución de las Regiones que está latente y pendiente, desde hace muchas décadas atrás. De lo cual los partidos políticos y movimientos sociales no se han hecho cargo ni se han dado cuenta de la gravedad del asunto, mutis por el foro. En materia de ideario regionalista y empoderamiento intelectual de nuestra sociedad sobre los fundamentos que valoran el arraigo y pertinencia territorial, Chile vive una encrucijada equivalente a la edad media, con una educación uniformadora de por medio. Por un lado, con amos y señores que habitan y se encierran en la capital o en las comunas del Barrio Alto y por otro las regiones, que son mantenidas prácticamente en algo similar a la esclavitud de aquel entonces, con cero poder de decisión en los temas de relevancia. Los que viven en el limbo centralista ni pispan lo que podríamos llegar a ser con un país desarrollándose con regiones o estados federados, donde todos van en la parada y nadie esconde la pelota o se la lleva para su casa, como ocurre hoy en día en distintos aspectos de nuestra vida nacional.
Con el estallido social de octubre 2019 el PC, el frente amplio y la izquierda extrema buscaron terminar con el gobierno de Sebastián Piñera y así provocar una debacle en la democracia nacional. Ahora en un gobierno realmente deficitario en muchos aspectos con liderazgos jóvenes que no han dado el ancho, la oposición muy por el contrario no ha buscado el rompimiento de la democracia y el que el gobierno termine abruptamente como sí lo quisieron hacer cuando eran una oposición violenta y
obstrucionista con Piñera. Esto quiere decir que algo vamos aprendiendo, estamos cerrando capítulos de malas gestiones, herencias de la dictadura y malas costumbres que estamos corrigiendo como sociedad. La democracia hay que cuidarla y las instituciones, no los políticos, la han salvado, son los mandos medios, los mandos intermedios, la gente comprometida con su país, con sus instituciones y sus organizaciones, las que han llevado adelante este proceso recuperador, incluso pese a las cúpulas que muchas veces son un obstáculo más que un aporte, que por lo general han usufructuado del poder político.
Para muestra un botón, en este clima de inseguridad y violencia que se vive en el país, la inteligencia policial con la información que maneja, esta vez le permitió adelantarse a las protestas con el allanamiento de Villa Francia. Si antes no tenían esa información, hoy al parecer evolucionaron y pudieron anticiparse. Lo bueno es que en una sociedad sana que evoluciona, hay cada vez más gente haciendo la pega, que antes se reclamaba. Algo similar se puede preguntar uno respecto a los cambios que sufrió el sistema político, que abrió la ventana para la abundancia de independientes y de partidos políticos chicos, en qué estarían pensando, que ahora todos coinciden que hay que reformar este sistema político, pruebas al canto.