El amateur: Operación venganza — La venganza del nerd
Por Guillermo Muñoz Mieres,
periodista
Estados Unidos, 2025
Director: James Hawes
Protagonistas: Rami Malek, Laurence Fishburne, Rachel Brosnahan
En salas de cine de Punta Arenas y Puerto Natales
Charlie Heller es un funcionario de la CIA, de tercera y quizás cuarta línea, porque su labor es más de escritorio y con cierta tradición “nerd”, ya que es especialista en criptografía. Pero eso no le importa, porque está enamorado de su esposa hasta el infinito y más allá, y sólo un extraño designio del destino podría cambiar el hecho de que es un hombre plenamente feliz.
Y, porque de eso están hechas las películas, ese designio acontece cuando su esposa muere asesinada en un atentado terrorista en Londres, mientras dictaba una conferencia. Y lo peor, además de la pérdida, es la culpa, porque ella le pidió que la acompañara y él, de lo feliz que ya era, decidió rechazar la invitación. Entonces, cuando observa la indiferencia de sus jefes aludiendo razones de “seguridad nacional” para atrapar a los culpables, decide chantajearlos utilizando información secreta que ha descubierto, a cambio de que lo entrenen para convertirse en el verdugo de quienes le arruinaron la vida.
Esta es la trama de El amateur: Operación Venganza, basada en la novela escrita por Robert Littell en 1981, y a quien le fue bastante bien porque ese mismo año fue llevada al cine. Por lo tanto, esta es la segunda adaptación del libro y no un remake, que es cuando la película se basa en otra película.
Aquí, el actor Rami Malek es Charlie Heller y su personaje, por lo atormentado y tecnológico, se parece más al que interpretó en la serie Mr. Robot que al de la película Bohemian Rhapsody (2018), donde era Freddie Mercury, el legendario vocalista de Queen; mientras que Laurence Fishburne interpreta a un experimentado exagente de la CIA que debe entrenar a Charlie en las artes de la guerra secreta. Su papel recuerda al Morpheus de The Matrix (1999), porque debe preparar a un principiante que, en este caso, quizás no es “el elegido”.
El amateur: Operación Venganza tiene todos los elementos del cine de espionaje e intriga política, y sus primeros 15 minutos son intensos y dramáticos, porque sabemos que hay secretos militares que no se deben saber, y la pérdida de Charlie conmueve, porque está el vacío y la culpa —o quizás al revés— y la imagen de él en la cama matrimonial, abatido y solitario, cierra la primera secuencia con cine de gran nivel.
Sin embargo, otra película comienza después, y lo que parecía una combinación de drama e intriga internacional se somete a los códigos del cine de acción, y muestra cómo Charlie cumple su cometido uno a uno, como si fuera una versión moderna del personaje de Edmundo Dantés en El Conde de Montecristo, porque planifica y ejecuta con inteligencia su venganza. Y si no le da para apretar el gatillo de una pistola, deja entrever que es sólo un trauma personal, porque su sangre fría deja helado a cualquiera.
A El amateur: Operación Venganza le pasa lo mismo que a la primera adaptación de la novela: no se cree que el protagonista pueda llegar a tanto. Y esto no es un problema del libro, sino de ciertas inconsistencias del guion, donde no se entiende que sus jefes sean tan fáciles de chantajear por un subalterno, y que, más encima, con un entrenamiento “exprés” pueda ser capaz de tanto. Lo que lleva a concluir que, si esto es realmente posible, de verdad la seguridad de un país puede estar a cargo de gente inepta.
A pesar de eso, la película logra mantener cierta tensión hasta el final y sigue la travesía de Charlie por diferentes partes del mundo, para que se entienda que el conflicto, además de personal, es global. Pero lo que resultaba más interesante —la intriga de la inteligencia y contrainteligencia— se pierde en una película demasiado lineal, donde lo que termina importando es cómo Charlie cumplirá su objetivo de vengarse. Entonces, el mensaje de que lo cerebral puede ser tan eficaz como la fuerza bruta queda en entredicho.
Es como la frase en el escudo de Chile que reza: “Por la razón o la fuerza”. O sea, si no nos entendemos por las buenas, entonces nos entendemos por las malas. Así, no hay alternativa que valga. Al final, manda la fuerza bruta.