El narcotráfico en Magallanes, una amenaza que ya no es silenciosa
Durante años, la Región de Magallanes creyó estar a salvo del flagelo del narcotráfico. La distancia, el clima extremo y la baja densidad poblacional eran vistos casi como barreras naturales frente a este fenómeno que azota con fuerza al resto del país. Pero esa percepción ya no es sostenible.
Sólo a principio de esta semana se informó de la detención en el aeropuerto de dos extranjeros portando marihuana y cocaína adosadas a sus cuerpos y, 24 horas después, se informó del decomiso de más de 20 kilos de drogas, equivalente a 20 mil dosis, ocultas en encomiendas y destinadas claramente a la distribución local.
En este último caso, se trata, según Carabineros, de uno de los procedimientos más importantes realizados en la región, no sólo por el volumen incautado, sino por la modalidad empleada: el envío por paquetería comercial, con distribución local vía delivery. Esti revela una logística que deja atrás la improvisación y apunta a una red organizada y establecida. Ya no estamos frente al consumidor ocasional o al microtraficante de barrio, sino frente a estructuras que han aprendido a operar con sigilo, tecnología y alcance territorial.
El narcotráfico en Magallanes ya no es un tema marginal. Es un fenómeno real, que penetra barrios, escuelas, espacios públicos y servicios. Es también una amenaza directa a la seguridad ciudadana, a la salud de jóvenes y adultos, y al tejido social de una región que, por décadas, ha vivido con la ilusión de ser “una isla” frente a los problemas del norte.
Pero no basta con golpes policiales exitosos -como el del OS-7 con los perros detectores “Golfo” y “Hulk”- si no hay una estrategia integral que aborde este fenómeno desde múltiples frentes: prevención efectiva, rehabilitación oportuna, inteligencia policial, fortalecimiento comunitario y políticas públicas focalizadas. La droga no se combate únicamente con incautaciones; se combate con oportunidades, con Estado presente, con comunidades fortalecidas y con una justicia que no sólo sancione al eslabón más débil de la cadena.
Este caso también deja una advertencia seria: la frontera sur ya no es un límite. Al contrario, se está convirtiendo en un nuevo destino para el comercio ilícito, con rutas propias y una demanda que crece en silencio. La rapidez con que el narcotráfico adapta sus métodos debe ser contrarrestada con la misma agilidad por parte de las instituciones del Estado.
Magallanes no puede permitirse ser tierra fértil para el narcotráfico. La alerta está dada, el daño potencial es enorme, y la respuesta debe ser proporcional a la amenaza. La región aún está a tiempo de frenar este avance, pero para ello se necesita decisión política, coordinación efectiva y un Estado presente.