Acercamiento al poeta y académico Christian Formoso
Siempre constituye para nosotros un verdadero acontecimiento escribir sobre alguien que ha entregado casi toda su vida y sus energías, al ejercicio, a la práctica y la enseñanza de la literatura.
En el caso que reseñaremos, se trata de un hombre que desde niño sintió el embrujo de la lectura y el encantamiento que provocan los libros. Recordamos uno de nuestros primeros encuentros en pleno centro de Punta Arenas, en el verano de 1998, cuando el autor venía caminando, esquivando el gentío, leyendo y revisando nerviosamente la edición recién aparecida de “Antología Insurgente, la nueva poesía magallánica”, de Pavel Oyarzún y Juan Magal. Antes de saludar nos dijo: “Quedó hermosa la impresión del libro”.
De nuestras conversaciones en la desaparecida Biblioteca del Patrimonio Austral fue naciendo una amistad que se intensificó con el paso de los años. En aquel recinto, ubicado al interior del antiguo Centro de Educación Integral de Alumnos, (Ceia), -punto de encuentro de escritores y amigos-, Christian Formoso leyó y analizó gran parte, del acervo bibliográfico de autores regionales que disponía aquel Archivo documental.
Para ese entonces, -fines de siglo pasado-, Formoso había publicado dos poemarios: “La lengua de las mareas” (1994) y “El odio o la ciudad invertida” (1997) en que se puede advertir los primeros signos en la calidad de su trabajo. De su primer texto, el poeta Aristóteles España emitió un elogioso prólogo en que avizora varios de los elementos en que discurrirá posteriormente la creación poética del autor y que debemos considerar para comprender el universo literario y la propuesta creativa del autor:
“Los poemas de Christian Formoso Bavich tienen una relación con la historia más reciente en un sentido lúdico. Su atmósfera transcurre en el cuerpo, que de por sí es un mundo nacional, grande, con espejos y hasta sangre freudiana, porque el autor examina la conducta de los seres humanos a través de un personaje en descomposición, que ama con locura, que quiere -hasta el éxtasis- convertirse en fundador de una patria secreta: porque “caen los planetas” -dice- y trae el Principio en su cabeza, con una vulva de mujer, un tren y millones de años. Así comienza a andar la máquina infernal del desamor, para que todo exista”.
“La lengua de las mareas” es un texto que intenta fundar un espacio, un tiempo donde los límites sólo sean los contornos naturales de la libertad. Los poemas -en su conjunto- están dotados de una expresión, similar a una mueca; con un ánimo de renovación y, al mismo tiempo, de respeto por el mestizaje -tan necesario en estos días- entre una cultura como la nuestra y los códigos que sintetizan la tradición con la modernidad”.
Ya en esa época había conseguido varios reconocimientos literarios. En 1998, su poema “El fuego en la sombra” fue distinguido en el Segundo Concurso Binacional Literario de la Patagonia, certamen que ganó el 2000 con su trabajo “Memorial del padre miedo”. Un año antes, obtuvo la beca de creación literaria del Consejo Nacional del Libro y la Lectura para su libro “Los coros desterrados”, texto que el autor amplió y reeditó, junto al poemario “Estaciones cercanas al sueño”, en una edición financiada por la Universidad de Magallanes, en 2003.
Al mismo tiempo en que varios de sus poemas eran incluidos en antologías como “Al tiro, panorama de la nueva poesía chilena”, Ediciones Vox, Argentina, 2001; “George Trakl; homenaje desde Chile”, de Sven Olsson-Iriarte, Armando Roa y Francisco Véjar, Editorial Universitaria, 2002; y “Antología de la poesía joven chilena”, de Francisco Véjar, en 2003, Christian Formoso destacaba como organizador de eventos culturales de indudable impacto. En 2001, con apoyo del Consejo Nacional del Libro, integrando la Corporación Sur del Sur creó y coordinó el “Encuentro Nacional de Poetas Jóvenes en el Invierno de la Provincia. Homenaje a Rolando Cárdenas”.
Puerto de Hambre
Estas actividades y publicaciones pertenecen a lo que Formoso denomina la etapa de los “proyectos literarios”. Sin renegar de lo anterior, y menos por una cuestión de vanidad o capricho personal, el mismo autor suele recalcar que su verdadero quehacer en la literatura comienza con la edición del valioso texto poético “Puerto de Hambre”, en que hallamos varias de las claves y motivos literarios, que circundan y por la que transcurre, la obra posterior del escritor.
“Puerto de Hambre”, un texto de ciento veintidós páginas, publicado (como todos los libros anteriores de Formoso por Editorial Atelí), en 2005, es a todas luces, una elegía a la épica frustrada, realizada por Pedro Sarmiento de Gamboa en su intento de fortificar el estrecho de Magallanes para los dominios de España, a principios de 1584 y que en nuestra literatura trataron los narradores Osvaldo Wegmann, y Reinaldo Lomboy con las novelas “El camino del hambre” (1960) y “Puerto del hambre”, (1964) y Jesús Veiga Alonso, con la monografía “Sarmiento de Gamboa, colonizador del estrecho de Magallanes”, (1975).
Christian Formoso nos proyecta a partir de su “Puerto de Hambre”, una idea sobre la epopeya de la muerte en la Patagonia y que prolongará como veremos, en su famoso libro “El cementerio más hermoso de Chile”. Oscar Barrientos Bradasic acota en el epígrafe del texto:
“Christian Formoso ha inaugurado un estilo entre nosotros, un mundo vivo por donde respira la boca redonda del viento magallánico, el golpe de la piedra perdiéndose entre los ecos de la caverna y los bosques fantasmales. Nos ha propuesto la poética del naufragio”.
“Y en Puerto de Hambre esta idea resuena como la proa de un navío hundiéndose en la furia de la tormenta. Palabra que se adentra en la Ciudad del Rey Don Felipe y merodea por la gesta épica de Pedro Sarmiento de Gamboa, héroe y vigía de un sino implacable -que en los versos de Formoso- trasuntan la tragedia de toda la condición humana. Es una poesía que se atreve a desgarrar el cortinaje, a veces engañoso, del pasado histórico, y también caja de resonancia, abordaje al logos, plegaria de salvación, nostalgia de un origen cimentado en la altura de la caída”.
Algo más sobre
“El cementerio más hermoso de Chile”
Cuando la editorial Cuarto Propio anunció a mediados de 2008, la publicación de este extenso poemario de cerca de cuatrocientas páginas, Christian Formoso se había titulado como profesor de inglés en la Universidad de Magallanes y se encontraba cursando un Master de Artes en Estudios Hispánicos en la Universidad de Villanova, en Filadelfia, Estados Unidos.
De inmediato, “El cementerio más hermoso de Chile” se convirtió en un hito de la literatura chilena y catapultó al escritor magallánico a la valoración internacional. El 2009 la obra obtuvo el Premio del Consejo Nacional del Libro como la Mejor Obra Editada en Chile en género poesía, y en Ecuador fue finalista del Premio Iberoamericano Lira de Oro, mientras que su autor era galardonado el 2010 con el Premio Pablo Neruda a su trayectoria poética por la fundación homónima y el Municipio de Punta Arenas lo distinguía ese mismo año con el Premio Municipal.
“El cementerio más hermoso de Chile” cuenta hasta la fecha, con dos reediciones. En 2015 fue traducido al inglés por los académicos Terry Hermsen y Sydney Tammarine, para una publicación del sello Green Fish Press, en Ohio, Estados Unidos y, en 2016, por Ofqui Editores, en Temuco, Chile, gracias al financiamiento del Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura.
Con anterioridad, Christian Formoso había obtenido en 2012 una Beca de Creación Literaria en la modalidad Creación Profesional, para escribir el texto poético -no exento de recursos narrativos y anticipo de su WWM- “Bellezamericana”, editado por Cuarto Propio en 2014, año que culmina su doctorado en Lenguas hispánicas, literaturas y culturas en Stony Brook University, en New York, con una tesis que en varios pasajes, nos entrega una nueva interpretación de Gabriela Mistral y su paso por Magallanes.
El hábito de releer
El 21 de noviembre de 2016, Christian Formoso fue elegido miembro correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua en Punta Arenas, e incorporado el 14 de agosto del 2017 en una ceremonia oficial realizada en el auditórium Ernesto Livacic Gazzano de la Universidad de Magallanes. Aquella tarde, Formoso leyó un notable discurso en que reveló cómo fue su aproximación con la literatura y su relación con el conocimiento:
“(…) Fundido en negro y flasback: tengo 15 años, son mis primeros deslumbres con el Boom latinoamericano y en las “instrucciones para llorar” de las Historias de Cronopios y de Famas me encuentro de improviso con la mención de mis paisajes cotidianos. Para llorar dice Cortázar, dirija la imaginación; piense “en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca”. En esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca: la soledad, el vacío y el llanto que el narrador argentino asociaba a Magallanes, comenzaron a armar una red propia de sugerencias, desperdigadas y explotadas hacia diferentes puntos del paisaje, de mi experiencia y de otras muchas lecturas. Sumé y anudé luego a la mirada del argentino, la de Desolación de Mistral, devastada en Magallanes -estoy en mis dieciséis ahora y sólo sé leerla así-. Frente a una “llanura blanca de horizonte infinito”, la veía envuelta en una manta, con una pequeña maleta, llegando hasta la orilla del Estrecho, frente a Avenida Colón, en mi ciudad que entonces era el lugar más solitario y lejano al que la poeta había llegado, y el más solitario y lejano de este mundo -también yo lo creía y lo sentía así-. Y luego y una vez más, el llanto. Con el hallazgo de Kooch frente al Estrecho, en la biblioteca de Carlos Vega Delgado. Un llanto que, esta vez, venía de la cosmogonía aónikenk y que surgía de Kooch, esa figura rodeada de tinieblas y de tanta soledad que, como si hubiera leído las instrucciones de Cortázar -así lo leía entonces- se ponía a llorar conmigo, y eran tantas sus lágrimas que formaban un mar -los golfos por donde entraba sólo la imaginación de Cortázar y el dolor de Mistral- y en ese mar, comenzaba la vida aónikenk. Y comenzaba todo para mí”.
Como vemos, Formoso hace una relación entre varias ideas y personajes que parecen dispersos, en que la estadía de Gabriela Mistral en el austro adquiere una nueva dimensión. Estas ideas, el autor las plasmó en un nuevo proyecto denominado, “Flores de una tierra que (no) tiene primavera: Escritura y lecturas en el Estrecho de Magallanes”, en que propone un marco teórico distinto para comprender a nuestra Premio Nobel:
“La finalidad de este proyecto ha sido generar una serie de ensayos que, partiendo por lo desarrollado en mi tesis doctoral, examinen un cuerpo de obras literarias de voces diversas -desde europeas imperiales, de distintos estadios nacionales, hasta subjetividades originarias- que han propuesto representaciones del extremo austral del país y el continente: el Estrecho de Magallanes, la Tierra del Fuego y la Antártica”.
“En este sentido, el trabajo contempló llevar los textos desde el formato y el lenguaje académicos hacia lo ensayístico – literario, con el fin de permitir el desarrollo de un estilo, el despliegue de una voz literaria cuyo lenguaje, en tanto léxico, sintaxis y recursos retóricos, se distancie de la aridez de la escritura doctoral. Ciertamente, sin perder rigurosidad en las ideas, pero apuntando al desarrollo de una experiencia de lectura, en lo posible, gozosa”.
“En su obra se articulan dos momentos, uno que reproduce la manera en que los europeos y los nacionales han mirado el territorio. Primero ella dice ‘la tierra a la que vine, no tiene primavera’, los ocasos dolorosos, relaciona el lugar de Magallanes con el espacio final de la existencia, del mundo; hace una síntesis de eso, pero luego, un camino nuevo, que lo abre en ‘Poema de Chile’ en el que cambia todas las connotaciones del paisaje. Si la bruma es densa y espesa, y representa la muerte en ‘Desolación’ del año 1922, en ‘Poema de Chile’, la bruma juega con el arriero y con ella, que va en un botecito, con un remero chilote, a la gallinita ciega, y las islas que ve, no sabe si ríen o danzan; o sea, cambia todas las connotaciones del paisaje”.
“Nosotros seguimos repitiendo cosas antiguas, nuestra topografía está llena de lugares como bahía Decepción, bahía de los amigos que se separan, un poema de Alfonso Calderón que es la pura toponimia de los lugares marcados con sus nombres, por la desilusión imperial, que son los europeos que vienen primero y no encuentran lo que esperaban, y ponen estos nombres tristes, y pareciera que eso fuera parte de un ADN nuestro, que tiene que ver con una cosa esencial de la geografía y no pues, es una práctica histórica, y eso es lo que desnuda la obra de Mistral. Lo que reconstruye y lo que propone. En el fondo, el libro propone eso, cómo entendemos Magallanes, qué cosas repetimos y qué cosas cambiamos en la manera de entender nuestra vida en el paisaje y en nuestro territorio, es posible cambiar la manera en que entendemos y eso es lo que nos muestra Mistral: repensar, y dotarlo de un nuevo sentido en función de la justicia social”.
Academia y Literatura
Luego de publicar “El milagro chileno” a fines de 2018, un texto que incluye poemas de “El cementerio más hermoso de Chile” y de “Bellezamericana”, e inserta otros inéditos, Christian Formoso combinó su incesante actividad como docente en la Universidad de Magallanes donde dirige la Cátedra Abierta de Pensamiento Americano, el Centro de Escritura Académica en Inglés y el Departamento de Relaciones Internacionales, con su particular visión, a los actos conmemorativos de los 500 años de la primera circunnavegación de la Tierra, con la publicación de dos poemas suyos en prestigiosas revistas literarias de Chile y de España.
Una de ellas, “Palimpsesto 34” editada por el Ayuntamiento de Carmona en Sevilla, imprimió la obra “Demonios que bailan a las islas que ríen o están cantando: Antonio Pigafetta y los 500 años de viajes por Magallanes” en que señala:
“En homenaje a la Primera Circunnavegación de la Tierra, cuyo quinto centenario empieza a conmemorarse este año, la revista se cierra con un abarcador y minucioso ensayo de Christian Formoso sobre la influencia que el diario de Antonio Pigafetta ha ejercido en la visión tenebrosa o luminosa que algunos poetas coloniales y Gabriela Mistral nos han dado del Estrecho de Magallanes”.
El segundo texto intitulado, “La divina providencia y la puerta del Estrecho de Magallanes en dos poemas coloniales”, fue editado en el número 31 de los “Anales de Literatura Chilena” de la Pontificia Universidad Católica de Santiago. Al respecto, Formoso manifestó:
“Sostengo que ambos poemas coinciden en representar el Estrecho como un espacio otro, cuya fortificación fallida a partir de la experiencia de Sarmiento de Gamboa, termina por transformarlo en una naturaleza y una geografía que condensan lo demoníaco, y cuyas disposiciones pueden trastornar, e incluso derrotar, la empresa del cristianismo en el Nuevo Mundo”.
Christian Formoso acometió en plena pandemia, la publicación de un texto poético que incorpora diversos lenguajes creativos. “WWM” (Walt Whitman Mall) es un libro rupturista que le demoró siete años de trabajo y que recuerda a Charles Bukowski y Jack Kerouac.
“WWM” es una apuesta visual. Impreso en Limache, por Provincianos editores, su formato asemeja una caja de chocolates o un paquete de cigarrillos. Sin duda, un libro para los que aman la poesía.