Las consecuencias de una caída
Las caídas en los mayores no son un hecho banal o anecdótico, por lo cual deben ser consideradas importantes y monitoreadas cada vez que se produzcan. Esto dadas las implicancias que se asocian a este evento.
Estamos concientes de ellas cuando se produce una lesión mayor como una fractura o lesiones visibles que afectan el desplazamiento o autonomía de esa persona mayor. Eso es lo más evidente, pero también se producen lesiones en lo psicológico que limitan mucho más a quien las ha sufrido, disminuyendo no sólo la calidad de vida de quien se ha visto afectado, sino que aumentan la posibilidad de enfermar o morir a consecuencia de esta situación. De allí la importancia de las caídas en mayores y la necesidad de que todos sepamos de sus consecuencias y el enfrentamiento de esta situación, porque no es una situación anecdótica que ocurre en la vida de ese mayor. Es el indicador de algo más grave que debe estar en la planificación de los cuidados y atenciones posteriores para esa persona mayor.
Una fractura de cadera por una caída en un adulto mayor es una situación compleja, ya que las consecuencias en su historia vital posterior están asociada a mayor mortalidad, pero también a otras situaciones que afectan su calidad de vida. También ocurren fracturas de muñeca o de columna por aplastamiento, como consecuencias mas frecuentes. Pero también existen otras consecuencias del traumatismo, como luxaciones articulares o lesiones en la piel que requerirán sutura u otros procedimientos clínicos. Algunos de los cuales requerirán hospitalización con las consecuencias de desarraigarlos de su medio y el impacto psicosocial que conlleva para ese mayor.
Las cifras en Chile hablan de un 3% de fracturas de cadera en las caídas de mayores, 10% con heridas graves. Un 12 % de ellos requerirá una evaluación clínica a consecuencia de esa caída y uno de cada 5 presentará lo que se denomina Síndrome Post Caída que es la consecuencia psicológica de haber caído, muchas veces con temor a salir de casa o hacer las actividades habituales; limitándolos aún más que la inmovilidad que determina una fractura. Por eso es importante y necesario tomarla en cuenta y evaluarla clínicamente una vez que se ha producido; favoreciendo todos aquellos factores que facilitan la calidad de vida, autonomía y autovalencia en las personas mayores.
De allí la importancia de evaluar los condicionantes que pudieron favorecer su ocurrencia. Un grupo de estos condicionantes no son modificables: Obviamente a mayor edad, mayor posibilidad de ocurrencia si hay artrosis, deterioro cognitivo o enfermedades invalidantes. Pero hay otros factores a revisar que eventualmente se pueden modificar. Los más evidentes tienen que ver con las barreras ambientales que ocurren en el domicilio del adulto mayor: pisos deslizables, pequeñas alfombras, peldaños, mala iluminación. Su modificación significa poder obviar peligros ocultos que encierran sus domicilios. Colocar pasamanos en pasillos y especialmente en el baño, mejorar su iluminación son factores también abordables y necesarios.
Pero también es necesario y pertinente revisar la prescripción de fármacos y los horarios en que los reciben, especialmente el uso de tranquilizantes como los benzodiazepínicos son importantes de evaluar en el plan de tratamiento farmacológico de cada mayor. Se deben revisar objetivos y buscar el mejor fármaco que cumpla con los menores efectos adversos. Muchas veces menos, es más. Un fenómeno frecuente en mayores es el alto número de fármacos que utilizan, muchos prescritos por ellos o por recomendación de amistades. Llevar siempre un registro de qué utiliza y los horarios debe ser una tarea prioritaria para sus familiares. Hay que considerar las descompensaciones en enfermedades crónicas como la hipertensión o diabetes y que se asocian con caídas. Siempre es importante la evaluación y control oftalmológico y auditivo, ya que problemas en esas áreas se manifiestan como caídas frecuentes y deben ser tratadas. Especialmente se deben revisar las prescripciones e indicaciones en personas mayores con deterioro cognitivo que reciben medicación para cuadros de agitación. Hay que buscar el fármaco más efectivo para tratar con menos consecuencias, pero también considerar todos los tratamientos no farmacológicos para abordar esta condición.
Los médicos conocen situaciones clínicas que se relacionan con mayor frecuencia a las caídas, por lo que debe ser tema a tratar en los controles y las formas de anticiparse a ello. Siempre es bueno hablar del tema, especialmente en mayores de 75 años, con enfermedades neurodegenerativas, trastorno de la marcha por la necesidad de ayudas técnicas o problemas en pies o articulaciones de extremidades inferiores.
Un punto importante y necesario en la prevención guarda relación con las intervenciones sobre la población mayor, especialmente el desarrollo de actividad y activación física. Los beneficios del Tai Chi en esta área son evidentes y es una buena recomendación practicarlo preventivamente por poblaciones de menor edad. En ellos, el riesgo no disminuye si no se modifican los factores antes mencionados, pero sí están mejor preparados para afrontar sus consecuencias.
Por ello, una caída no solo debe ser una señal de alerta y motivar al adulto mayor, y a su red social si no que también a su red de atención, para actuar, ojalá preventivamente; para aminorar las consecuencias que implican para un mayor su ocurrencia y cambiar una historia funesta y grave.