¿Reforma de pensiones? aquí vamos otra vez
Por Arturo Castillo
En nuevas vísperas de una reforma al sistema de pensiones, podría ser interesante cuestionarnos aunque sea un poco, qué tanto sabemos del asunto, porque me parece que en gran parte nuestra ignorancia, pagada por nosotros y aprovechada por otros, nos tiene donde estamos. Algunas de mis disquisiciones sobre el asunto, se las comparto a continuación:
Nuestro sistema nació con el DL 3.500 promulgado en noviembre de 1980, sin mucha participación de los interesados en su redacción, salvo de los que tenían algo que ganar, como corresponde a cualquier dictadura bien plantada. Según la historiografía, el propio Presidente de la Junta de Gobierno, tenía aprensiones al por mayor con el asunto, que fueron mitigadas por los orejeros de palacio, aprensiones que no tuvieron los gobiernos progresistas y preocupados de que gane la gente, que sucedieron a la dictadura. Curiosamente, los orejeros fueron casi los mismos, o sus parientes naturales o políticos.
Desde mi punto de vista, lo que se creó no fue un sistema de seguridad social, si no un sistema barato de recaudación de fondos, para un mercado financiero venido a menos en esos años de carestía, y que visto así resultó un éxito: echó mano de un plumazo a los fondos del sistema antiguo, cambiando plata más o menos real de esas “Cajas” -nadie alegó “con mi plata no”- por “bonos de reconocimiento”a hacerse efectivos en el largo plazo, y además armó un sistema de recolección de dinero fresco que ahora dejaba de ir a “Cajas” de trabajadores, para entrar a chorros en bancos, con costos bajísimos, que pasaban a sus clientes relacionados, a tasas convenientes, para que estos le vendieran créditos o baratijas a Ud. que puso la plata, ahora con tasas leoninas. En corto: Ud. le pasa su plata al sistema, y éste, con las comisiones intermedias para toda la maquinita -que también paga Ud.- llega a un costo de 6% anual a “La Boreal”, que le vende a Ud. en 200 alguna baratija que vale 50, y le insiste en que la lleve a crédito, con tasa de interés compuesto de un 50% anual, más seguros y comisiones adicionales.
Está bien, el sistema en esos parámetros resulta perfecto: tenemos una banca que con pandemia y todo, aumenta sus utilidades cada año, al igual que nuestro mercado financiero, y tenemos un “retail” que ha ganado tanto con esto, que salió a invertir en todas las Américas. Entretanto, se nos ha bombardeado con propaganda hasta convencer a la mayoría, de que ese dinero así invertido, es nuestro, sobre todo cuando producto de los avatares del mercado, “se pierde”.
¿El problema? las pensiones
Cuando uno estudia “Administración por objetivos”, aprende que toda la gestión debe orientarse y luego medirse, en función de los objetivos fijados previamente. Con ese prisma, y haciendo lo que llaman “ingeniería inversa” lo que veo a la luz de los resultados, es que el sistema NO ES un sistema de seguridad social, si no como he dicho, un sistema cuya principal finalidad es captar capital a bajo costo, para surtir a la industria financiera, llevando aparejado un sistema de pensiones, cuyo resultado -por muchas razones- no es su principal objetivo. Y no puede serlo, porque no cuenta con los insumos básicos para llegar a puerto, como son trabajadores con rentas adecuadas, estabilidad laboral que evite las “lagunas”, y tasa de ahorro que sirva. NO: le contaron que no necesitaba ahorrar el casi 20% del sistema antiguo, así es que la diferencia iba a ir a su bolsillo, y más encima, lo que juntara iba a ser suyo. O sea, ahorre para una casa de 100 palos, pero se va a poder comprar una de 200, o va a tener la plata equivalente
y Ud. se lo creyó.
Una regla económica básica, de moda en estos días por otros asuntos, es que los gastos permanentes, requieren financiamiento permanente. Cualquier gobierno debe saber que si hay algo seguro, es que la población va a envejecer, llegará a una edad en que no se auto sostendrá, y deberá pensionarse. Eso es un hecho cierto, y va a ser un gasto permanente ¿Cómo lo financiamos? Apostando en la “Bolsa”, y aceptando que la gente quede al garete, rogando que cuando le toque negociar su jubileo, las acciones anden bien, porque si no, puede tener que optar por pensionarse con una miseria, o esperar harto tiempo, hasta que sus fondos se recuperen, y ni con eso. Piense: Si tiene 100 y pierde el 50%, le quedan 50, para que vuelva a tener 100, el mercado no tiene que recuperar 50% que fue la pérdida, porque serían 25 sobre 50, tiene que ganar 100% sobre el capital que le quedó, y recién ahí va a tener de vuelta los 50 que perdió. Nada fácil.
La obligación del Estado, y de los gobiernos que lo manejan, al establecer un sistema de pensiones, no es asegurar al mercado financiero, ese puede ser un instrumento; tampoco es crearle un sistema de ahorro para que Ud. le deje herencia a quien sea, para eso tiene al Banco del Estado y todo el aparato financiero. NO: lo que el Estado tiene que asegurarle es que sus pensiones van a ser decentes, ese es el objetivo, y mientras el Estado y sus gobiernos no se lo hagan comprender así a la ciudadanía, seguirán dándose contra la pared del egoísmo, convenientemente cultivado sobre la ignorancia y la tontera, por los que profitan del sistema y no necesitarán pensionarse. Si Ud. se compra una sartén, lo que quiere es que en ella pueda al menos freír un huevo, si además se ve bonita colgada en la pared, o sirve para juntar monedas, que bueno, pero primero, que sirva para freír.
Quedan muchas cosas en el tintero, pero el espacio es reducido, señalo un par: los cambios legales “progresistas” que modificaron el art. 37 y derogaron el 38 del decreto original, dejando a las AFPs prácticamente sin responsabilidad por las pérdidas, y por lo mismo, les redujo el encaje (dinero que las AFPs deben mantener empozado para responder) de un 5% del total de los fondos, a sólo el 1%, es decir, una quinta parte. Y no puede ser que, si los privados son tan buenos, y el Estado tan malo, al final sea siempre el Estado el que cargue con el muerto.
Se me acabó el espacio.