Mujer lo dejó todo para venir a Magallanes y dar con el paradero de sus padres
- Dice que permanecer en la ciudad donde comenzó su historia la acercará a la verdad, su verdad.
No sabe quiénes son sus padres y apenas conocía la ciudad donde asegura se inicia su historia a partir de su nacimiento.
Elizabeth Sánchez Moreno ha convertido su vida en una incesante búsqueda, marcada por el drama, la tragedia y la incertidumbre. El año pasado llegó por segunda vez a Ultima Esperanza, justamente, como última esperanza para encontrar un indicio que dé respuestas a tantas interrogantes. A su regreso a Santiago no pudo más, confiesa, y tomó la decisión de volver para quedarse en Natales. Atrás dejó casa, trabajo y recuerdos.
“Nací acá y me crecí creyendo ser la hija única de un matrimonio en la comuna de Independencia. Fue una conversación familiar la que me abrió un mundo de dudas y, finalmente, pude saber la verdad, mi verdad. La mujer que me había cuidado y querido no era mi madre biológica, y se fue de este mundo sin decir jamás la verdad”, señala para agregar que del hombre que creyó su padre sabe poco y nada.
Las piezas del puzzle, que comparte, comienzan a partir de 1970 cuando una profesora deja a su marido en Santiago con la excusa de que quiere esperar tranquila a su hija que está por nacer y qué mejor que hacerlo con familiares directos que aseguraba tener en Natales. Uno era abogado y la otra médico del Hospital Augusto Essmann de esa ciudad.
No obstante lo anterior, el certificado de su nacimiento indica: 1 de septiembre de 1971, parto en vivienda de la comuna de Independencia, y dos testigos familiares.
Distanciamiento y certeza
Asegura que tuvo una infancia normal, aunque reconoce haber sido sobreprotegida y haber sentido, a los 9 años, el golpe de ver irse del hogar a quien creía su padre.
El distanciamiento con él fue total durante 45 años, y se vio interrumpido recién hace tres años cuando fue notificado tras la denuncia que hizo Elizabeth por este caso. En el reencuentro, le habría confesado que jamás, hasta ahora, supo que ella no era su hija.
“Recién tuve completa seguridad de mi pasado cuando reuniendo antecedentes no se encontró el certificado de parto. Eso no hizo más que confirmar lo que supe durante años. Ahí comencé a golpear puertas y obtuve la ayuda de la organización Hijos y Madres del Silencio, conociendo que mi caso es uno de tantos que ocurrieron en diversas partes del país”.
Dice que en estos años no es mucho lo que ha podido averiguar, porque los pocos que quedan y saben la verdad “no quieren hablar, por miedo o porque creen que a lo mejor uno busca otra cosa, como dinero, por ejemplo”. Agrega que ha podido saber que su padre era de apellido Leiva y que era de una familia de Punta Arenas. Sin embargo, de su madre dice no haber encontrado indicio alguno.
Respecto de su hipótesis, señala que probablemente tras dar a luz a su madre se le dijo que la pequeña había fallecido y que su mamá adoptiva al tener el contacto de su hermano abogado y su cuñada médico no le fue difícil hacerse de la bebé. “En las indagaciones que pude hacer me dijeron que esas prácticas se daban y que en más de una oportunidad otras personas llegaron al hospital buscando respuestas similares a las mías”.
Del por qué su decisión de venir a Natales, comparte un sentimiento de esperanza: “Siento que soy de aquí, y que de esta manera estoy más cerca de mi verdad y de poder seguir haciendo hasta lo imposible para saber un día quiénes fueron mis padres”. Dentro de su historia, Elizabeth también debió enfrentar un duro golpe personal cuando su única hija, de 17 años, falleció por intoxicación al interior de su viviendo en 2016, en un hecho que tuvo connotación nacional.