“Gustarnos no es vanidad, es resistencia”
Esta es la frase usada por “Nerea de Ugarte” psicóloga chilena, fundadora y activista del colectivo feminista “la rebelión del cuerpo”, que nace en Chile el año 2017 con el objetivo de concientizar acerca de la violencia simbólica a través de la cosificación de nuestros cuerpos, la falta de diversidad en los roles y los estereotipos de género. Este colectivo el año 2019 entregó cifras preocupantes respecto de la autopercepción de los cuerpos en mujeres y niñas, estableciéndose que el 84% de las mujeres está disconforme con sus cuerpos, siendo esta cifra aún mayor en mujeres entre los 36 y 59 años y superando en todas las edades el 70% de insatisfacción. En esta fecha estival, donde ya comenzaron las campañas por “un verano sin polera” y por conseguir un “cuerpo de playa” es relevante, analizar estas cifras desde la perspectiva de género, y para eso quisiera usar los dichos de la periodista y activista argentina Luciana Peker, quien señala que no hay un estereotipo ni un modelo hegemónico de belleza, sino que, lo que ha impuesto el patriarcado, es la cultura de frustración permanente de todos los cuerpos, es decir, siempre seremos muy flacas, muy gordas, muy altas, muy bajas, demasiado morenas o demasiado blancas, muy lisas o muy crespas, pero nunca, nunca seremos suficiente.
El libro “la dictadura del amor propio” de Nerea de Ugarte, comienza con una cita de la escritora Naomi Wolff que señala “una cultura obsesionada con la delgadez femenina no está obsesionada con la belleza de las mujeres, está obsesionada con la obediencia de éstas. La dieta es el sedante político más potente de la historia de las mujeres: una población tranquilamente loca es una población dócil”, entonces, ¿quién gana con que nosotras las mujeres no estemos conformes con nuestros cuerpos?, podría dar varias respuestas, pero hay algunas más obvias que otras, en primer lugar, la industria de la belleza, que genera millones de ingresos a través de la venta de productos que nos ofrecen cambios mágicos para poder algún día estar conformes con lo que vemos frente al espejo; también la industria de la moda, que nos vende ilusiones a través de modas pasajeras que lograrán que lleguemos a ese ideal imposible de lograr, que nos frustra, a través de la dictadura de las tallas -por cierto cada vez más pequeñas- donde “todo vale”, para entrar en una talla XS o S, dietas restrictivas y ayunos intermitentes, están a la orden del día, para así, tal como nos dijera la ex reina de belleza “tener más éxito con los muchachos”, como si los cuerpos femeninos debieran ser validados por la mirada y aceptación de los hombres para encontrar una razón y un sentido.
Ahora bien, a quien más beneficia, el que las mujeres estemos constantemente insatisfechas con nuestros cuerpos, es al Patriarcado, que según las autoras argentinas Lucrecia Vacca y Florencia Coppolecchia, “es un sistema político que institucionaliza la superioridad sexista de los varones sobre las mujeres, constituyendo así aquella estructura que opera como mecanismo de dominación ejercido sobre ellas, basándose en una fundamentación biologicista”, a este sistema le sirve que las mujeres estemos permanentemente disconformes, frustradas y sometidas, gastando recursos y energías en conseguir un ideal de belleza tan falso como inalcanzable, para así tenernos ocupadas cambiando nuestros cuerpos en lugar de estar ocupándonos de cambiar el mundo.
Resulta imperante que como mujeres nos empoderemos y seamos conscientes de que la revolución comienza desde adentro, que es un deber el amarnos, amar nuestros cuerpos y respetarnos, dejar de lado las comparaciones y cuestionar día a día los estereotipos de belleza impuestos.