“¡Gracias, padre obispo Tomás, por todos sus afanes por evitar la guerra y desarrollar una cultura de la paz!”
El primer año del fallecimiento del obispo Tomás González Morales, se celebró con una misa en la iglesia Catedral, presidida por el obispo Oscar Blanco Martínez. Para tal efecto, viajaron desde Santiago su hermana Marta González y sus sobrinos Pedro y Luis Hernández González. La celebración fue acompañada por fieles de distintas comunidades católicas, que de esta manera quisieron recordar la figura de Tomás González, quien por espacio de 32 años fue obispo de Magallanes.
En la oportunidad se recordaron sus principales obras como pastor de la iglesia magallánica, como la creación de las fundaciones Fide XII y Esperanza, su intervención en el tratado de paz entre Chile y Argentina el año 1978, la gran defensa de los derechos humanos, la práctica de la devoción de religiosidad popular de Jesús Nazareno, y la formación de diversas comunidades de base en las distintas parroquias, entre otras obras.
En su homilía, el presbítero Marcos Buvinic, planteó que el ministerio episcopal del padre Tomás en la diócesis de Punta Arenas, entre 1974 y 2006, estuvo condicionado por las complejas circunstancias que vivió nuestro país durante los años de la dictadura militar, “asumiendo una defensa franca y valiente de los derechos humanos, tanto en Magallanes como en el país. En esos tiempos complejos, el padre obispo Tomás fue, en forma decidida, la voz de todos los que no tenían voz, sosteniendo con claridad la dignidad y derechos de todas las personas desde la caridad evangélica y la búsqueda de aquella paz que sólo es fruto de la justicia. Como siempre ocurre con las voces proféticas, no todos comprendieron su acción, y el padre Tomás afrontó con serenidad fundada en la palabra del Señor las acusaciones de quienes rechazaban su acción humanitaria y evangélica, poniendo su fe, esperanza y caridad, así como su talento, sus capacidades humanas y medios al servicio de sus hermanos, especialmente, de los más pobres y sufrientes, acogiendo en ellos al Señor Jesús que nos dice “todo lo que hiciste por uno de estos, mis humildes hermanos, a mí me lo hiciste”.
De esta manera, señaló, “fue un verdadero padre y pastor para todos los que acudían a él buscando ayuda material o espiritual, consejo o consuelo. Su oficina en el Obispado estaba abierta a todos los que acudían a él y siempre fue generoso en la ayuda que podía brindar. Todo eso para “Que todos sean uno”.
Esta misión, “Que todos sean uno”, añadió Buvinic, “se vio enfrentada a fines de 1978 a la terrible posibilidad de una guerra fraticida entre Chile y Argentina. Los esfuerzos y contactos del padre Tomás, sumados a los del cardenal Raúl Silva Henríquez y los obispos argentinos, consiguieron la providencial mediación del papa Juan Pablo II que logró poner fin al conflicto. Los encuentros por la paz en monte Aymond, que movilizaban a centenares de personas, especialmente jóvenes chilenos y argentinos, fueron un hito importante en el desarrollo de una cultura de la paz para “que todos sean uno”. ¡Gracias, padre obispo Tomás, por todos sus afanes por evitar la guerra y desarrollar una cultura de la paz!”.
Frente a los escándalos de abusos sexuales en que se vio envuelta la Iglesia, Marcos Buvinic señaló en su homilía que “fue un momento muy doloroso para todos, para las víctimas, para el padre Tomás, para la Iglesia y para toda la sociedad. El padre Tomás actúo con las informaciones de que disponía y buscando el bien de todas las personas. Ante esas dolorosas circunstancias, sólo nos queda confiar que -como dice la conocida expresión- ‘para verdades el tiempo, y para justicia Dios’”.
Su sobrino, Pedro Hernández, recordó la faceta más familiar de su tío Tomás, quien siempre estaba dispuesto a dar un consejo a sus familiares.