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“Me gustaría ser Adolfo Bioy Casares”. Parte 1 (Julio Cortázar, “Diario de un cuento”)

Por Marino Muñoz Aguero Domingo 4 de Febrero del 2024
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“…cuando ya no puedo hacer otra cosa que empezar un cuento como quisiera empezar éste, justamente entonces me gustaría ser Adolfo Bioy Casares” …“Quisiera ser Bioy porque siempre lo admiré como escritor y lo estimé como persona”. Así inicia el gran Julio Cortázar “Diario para un cuento”, el último relato de su último y octavo libro de cuentos: “Deshoras” (1982). El escritor da a entender que tiene una historia para contar, pero que le gustaría hacerlo como lo haría Adolfo Bioy Casares; con sus recursos técnicos, como el poder (y deber) tomar distancia de los personajes, especialmente con una trama que contiene elementos autobiográficos, como el mismo Cortázar lo reconociera. Las referencias a Bioy están presentes a lo largo del cuento, una suerte de reproche de no poder escribir como éste lo hubiera hecho.

 “Curiosamente Bioy es un escritor del que no se habla mucho en la Argentina”, inquiere en una entrevista el narrador Osvaldo Soriano -también admirador de Bioy- y Cortázar responde: “Sí, y eso es lo que yo admiro en él. Se ha negado a toda promoción de tipo publicitario. Incluso cuando aquí en Francia se elogia mucho “La invención de Morel” porque lo ven como una especie de modelo de relato fantástico, sé que Bioy no se entusiasma, no le gusta que hablen de él. Es un hombre muy secreto”.

En su semblanza de Cortázar reproducida en la edición conmemorativa de “Rayuela” (2019) Bioy señala: “Yo creo que es uno de los mejores escritores argentinos y con eso estoy diciendo que es uno de los mejores de la literatura universal” (de revista “La Maga”, 1994).

En su diario “Descanso de caminantes” en 1984 había anotado: “¿Cómo explicar, sin exageraciones; sin falsear las cosas, la afinidad que siento con él si en política muchas veces hemos estado en posiciones encontradas? Es comunista, soy liberal. Apoyó la guerrilla; la aborrezco, aunque las modalidades de la represión en nuestro país me horrorizaron. Nos hemos visto pocas veces. Me he sentido muy amigo de él. Si estuviéramos en un mundo en que la verdad se comunicara directamente, sin necesidad de las palabras, que exageran o disminuyen, le hubiera dicho que siempre lo sentí cerca y que en lo esencial estábamos de acuerdo. Pero ¿la política no era esencial para él? Voy a contestar por mí. Aunque sea difícil distinguir el hombre de sus circunstancias, es posible y muchas veces lo hacemos. Yo sentía cierta hermandad con Cortázar, como hombre y como escritor. Sentí afecto por la persona. Además estaba seguro de que para él y para mí este oficio de escribir era el mismo y lo principal de nuestras vidas. No porque lo creyéramos sublime; simplemente porque fue siempre nuestro afán”.

En “Diario para un cuento” Cortázar apunta: “Sacando la cuenta lo mejor posible creo que Bioy y yo sólo nos hemos visto tres veces en esta vida” (López, 2000). Se presentaron por encima de una fuente de ravioles en un banquete de la Cámara Argentina del Libro en 1947 (entidad de la cual Cortázar fue gerente, cargo al cual accedió por concurso público). Acechados ambos por la timidez, sus conversaciones se habrían reducido a las peticiones del salero. Cortázar recuerda un segundo encuentro en su casa en París en 1964: “Por aquí pasó Bioy Casares y al fin nos conocimos. Fue muy macanudo charlar; los dos nos estimamos lo bastante como para trazar un gran círculo de tiza y jugar dentro –afuera quedaron cosas como Cuba, por ejemplo, o la metafísica existencial–” (carta a Francisco Porrúa).

“Adolfito” cuenta: “Lo conocí en París y lo conocí muy tarde. Habrá sido en el 64, porque en el 64 estuve en Francia. Y ahí lo conocí a Cortázar. Creo que nos sentimos bastante amigos desde la primera vez que nos vimos. Alguna vez nos escribimos cartas, aunque muy pocas. Pero sabíamos que éramos amigos” (Sorrentino, 2001).

“Eramos muy amigos. Lo más gracioso es que casi no nos conocíamos. Creo que nos habíamos visto con anterioridad alguna vez, en alguna cena, pero no nos conocíamos, entonces lo fui a visitar y resultó que éramos amiguísimos. El era muy tímido y yo también soy muy tímido, teniendo en cuenta esto, podríamos haber pensado que estaríamos incómodos, sin embargo fue como si eso nos hubiera ayudado en nuestra amistad, porque no hay nada mejor para un tímido que darse cuenta de que el interlocutor también es tímido, ¿no? Lo vi esa vez en París y después él vino a comer a esta casa y, bueno, creo que nos sentíamos muy amigos”…”Ni para él ni para mí la política era lo esencial. A pesar de que Cortázar fuera a visitar a Fidel Castro y demás, yo creo que no era tan importante para él la política como para que entorpeciera nuestra amistad. El era muy inteligente y se daba cuenta que la amistad estaba antes que esas cosas” (López, 2000).

Nota: en la imagen Adolfo Bioy Casares.

Continuará…